Hubo una época en la cual nuestra gran burguesía no era una mera banda de animales ignorantes dedicados en exclusiva a la fácil tarea de embolsarse las ganancias del país. Se trataba en cambio de una banda de animales nada ignorantes dedicada a embolsarse las ganancias del país, pero no en exclusiva, dado que dedicaban algo de su tiempo a una actividad cultural que si bien no los justificaba (al menos desde mi humilde punto de vista), sí ayudaba a tener algunas esperanzas en nuestro país y su proyecto.
Eduardo Mallea fue una de esas figuras que produjo la burguesía intelectual argentina. Y basta leerlo para ver - de aquellos tiempos a estos - lo bajo que ha caído, arrastrándonos lamentablemente a los abismos de la mersada más asfixiante.
El estilo
Me gusta Mallea, su estilo suena raro a un lector de hoy porque – siguiendo la moda de entonces – está plagado de palabras y giros que hoy suenan ligeramente extraños. Se trata de un castellano muy típico de aquella época, un castellano muy francés.
Deseosos de huir del enfático castellano ibérico (considerado una gallegada sin clase en una época en que eran ellos los que emigraban a la Argentina para trabajar de mozos), y sin todavía la influencia del italiano, el castellano argentino de nuestra literatura abundaba – con mayor o menor fortuna – en galicismos, palabras con terminaciones algo raras (« formulativo », « volubilidad »), y expresiones como « bien que » en vez de « aunque », o « de más en más » en vez de « cada vez más », que ahora suenan algo afectadas, pero que precisamente por eso le dan ese aire melancólico y sobrio. Más tarde iba a italianizarse y a hacerse más sobresaltado.
En sus cuentos Mallea habla de casas con turbios espejos de azogue (los espejos de antes devolvían una imágen menos nítida, dado que se hacían con mercurio), vestíbulos en penumbra, casas con olor a té. Una Buenos Aires que aún languidece en las habitaciones secretas de ciertas casas antiguas, pero que está condenada a desaparecer.
Los dramas que plantea Mallea en algunas de sus historias podrían parecer inverosímiles a un lector desprevenido, que se tentaría de calificar a sus personajes de tilingos sin nada que hacer que practican tediosas ceremonias para llenar la nada que habitan. Pero si uno presta un oído atento se dará cuenta de que el escritor realmente cree en esa búsqueda, no se trata de una pose o una afectación. El autor es tan auténtico como sus personajes.
La autenticidad, me parece, es la cualidad que le permite al artista hablar de cualquier cosa – incluso de sí mismo – sin ser fastidiosamente autorreferente. En Mallea esta cualidad se cumple plenamente.
La ideas
No dejó de dedicarse al ensayo, o a algo más que la literatura. Preocupados por el destino del país, intelectuales como él buscaban una explicación que no les podía dar la clase de la que provenían. La corrupción y la estupidez satisfecha son señaladas por Mallea en un libro que lleva el bello título de "Historia de una Pasión Argentina". Se puede leer la insatisfacción, hasta la exasperación con la que Mallea dice que quiere un país distinto.
Claro que Mallea está en las antípodas de mi pensamiento. Las soluciones que propone, o que esboza, son incompletas, impotentes, y en ocasiones hasta perjudiciales desde mi punto de vista. Pero esto importa poco. Hay que leerlo. Porque me parece que en la voluntad honesta de dar respuestas ya hay cosas interesantes. Al menos más interesantes que jactarse alegremente de no saber un pomo.
Como todos los intelectuales que no pudieron romper con su clase, Mallea está condenado a ser interpretado según los códigos de la "decencia", la "honradez" y la "austeridad" que los politicastros burgueses no dejan de repetir todavía hoy. Sin salida en su necesidad de forzar los límites de su mundo, tuvo que recurrir a la teología, al idealismo, a cierto nacionalismo, a la metafísica y a todo lo que le fue permitido dentro de sus limites... que no podían satisfacerlo. Dijo lo que dijo, pero leyéndolo es posible adivinar que quería decir más. Mucho más.
Che, léanse algo de Mallea.
Eduardo Mallea fue una de esas figuras que produjo la burguesía intelectual argentina. Y basta leerlo para ver - de aquellos tiempos a estos - lo bajo que ha caído, arrastrándonos lamentablemente a los abismos de la mersada más asfixiante.
El estilo
Me gusta Mallea, su estilo suena raro a un lector de hoy porque – siguiendo la moda de entonces – está plagado de palabras y giros que hoy suenan ligeramente extraños. Se trata de un castellano muy típico de aquella época, un castellano muy francés.
Deseosos de huir del enfático castellano ibérico (considerado una gallegada sin clase en una época en que eran ellos los que emigraban a la Argentina para trabajar de mozos), y sin todavía la influencia del italiano, el castellano argentino de nuestra literatura abundaba – con mayor o menor fortuna – en galicismos, palabras con terminaciones algo raras (« formulativo », « volubilidad »), y expresiones como « bien que » en vez de « aunque », o « de más en más » en vez de « cada vez más », que ahora suenan algo afectadas, pero que precisamente por eso le dan ese aire melancólico y sobrio. Más tarde iba a italianizarse y a hacerse más sobresaltado.
En sus cuentos Mallea habla de casas con turbios espejos de azogue (los espejos de antes devolvían una imágen menos nítida, dado que se hacían con mercurio), vestíbulos en penumbra, casas con olor a té. Una Buenos Aires que aún languidece en las habitaciones secretas de ciertas casas antiguas, pero que está condenada a desaparecer.
Los dramas que plantea Mallea en algunas de sus historias podrían parecer inverosímiles a un lector desprevenido, que se tentaría de calificar a sus personajes de tilingos sin nada que hacer que practican tediosas ceremonias para llenar la nada que habitan. Pero si uno presta un oído atento se dará cuenta de que el escritor realmente cree en esa búsqueda, no se trata de una pose o una afectación. El autor es tan auténtico como sus personajes.
La autenticidad, me parece, es la cualidad que le permite al artista hablar de cualquier cosa – incluso de sí mismo – sin ser fastidiosamente autorreferente. En Mallea esta cualidad se cumple plenamente.
La ideas
No dejó de dedicarse al ensayo, o a algo más que la literatura. Preocupados por el destino del país, intelectuales como él buscaban una explicación que no les podía dar la clase de la que provenían. La corrupción y la estupidez satisfecha son señaladas por Mallea en un libro que lleva el bello título de "Historia de una Pasión Argentina". Se puede leer la insatisfacción, hasta la exasperación con la que Mallea dice que quiere un país distinto.
Claro que Mallea está en las antípodas de mi pensamiento. Las soluciones que propone, o que esboza, son incompletas, impotentes, y en ocasiones hasta perjudiciales desde mi punto de vista. Pero esto importa poco. Hay que leerlo. Porque me parece que en la voluntad honesta de dar respuestas ya hay cosas interesantes. Al menos más interesantes que jactarse alegremente de no saber un pomo.
Como todos los intelectuales que no pudieron romper con su clase, Mallea está condenado a ser interpretado según los códigos de la "decencia", la "honradez" y la "austeridad" que los politicastros burgueses no dejan de repetir todavía hoy. Sin salida en su necesidad de forzar los límites de su mundo, tuvo que recurrir a la teología, al idealismo, a cierto nacionalismo, a la metafísica y a todo lo que le fue permitido dentro de sus limites... que no podían satisfacerlo. Dijo lo que dijo, pero leyéndolo es posible adivinar que quería decir más. Mucho más.
Che, léanse algo de Mallea.
17 comentarios:
eyyy
no me vino a visitar hoy, mister....
le llegò el mail de lo que Ud. ya sabe? Para hacerce miembro vitalicio de la cosa en cuestiòn.
Què divertido es hablar en secreto...jojojo.
Dèse una vuelta por casa.
Abrazos.
y hacerce, va con S.
disculpemèn!
Excelente!!!! hace un tiempo mi tio me comento sobre Mallea, lei algo y me encantó. Es increible como en sus relatos logra meterte en un clima de epoca tan vivo pero a la vez denso.
Lo recomiendo porque vale la pena.
Abrazo.
Hi JacK:
Leí algo de lo que aparece en Internet sobre Eduardo Mallea. Coincido contigo, su prosa es elegante. También me confirma algo que he venido "descubriendo" desde hace un tiempo; la existencia de un "universo" aparte en el sur del continente. Aunque me reconozco en muchas de las vivencias, no deja de asombrarme la cantidad de sucesos desconocidos. Es casi como si al enterarme de toda la riqueza intelectual de Argentina, Chile, Uruguay... e inclusive de países centroamericanos como Guatemala o Costa Rica, descubriera un mundo paralelo, otra dimensión, que ha permanecido escondida, pero donde sin que yo me enterara habitan personas como yo, pero con otro sol, otro mar, otra tierra... que saben parecido, pero al fin diferentes.
¡Un saludo!
Para que no diga que no "le leen" el último post ;-). A ver, acá en casa está La bahía del silencio. Lo leo? Lo sumo a mis pendientes para las merecidas vacaciones docentes? Algo más para recomendar, desde esa lectura de Mallea que hacés en el post?
(No puedo evitar recordar una frase de Borges, de esas que más allá de su verdad, como género "frases turras" está muy buena: "Qué lindos títulos que tiene Eduardito! Lástima esa manía de adjuntarles libros" ;-) ) Nos vemos.
Paris: ya va!! ya va!!
Epitafio: Gracias, vuelva cuando guste.
Tony: Quizás porque ustedes los españoles son más conocidos para nosotros, mientras que nosotros hemos permanecido más ocultos para ustedes. Los argentinos tenemos varias tradiciones mezcladas, aunque muchas perdidas, por desgracia.
Franca: Ojo, Mallea requiere de cierta disposición de espíritu. Borges es varias leguas más escritor, pero quizás por eso Borges no transmite con tanta frescura (o ingenuidad quizás) cosas que Mallea logra describir sin proponérselo, sin que incluso sus historias sean nada impresionante. Es... el tono, la cadencia, la atmosfera. Qué se yo, me gusta.
Borges era muy, muy hdp. Lo amo. Hablando de Sábato se le ocurrió decir una vez: "Lo que ocurre con Sabato es que es fácilmente patético". Genial.
Ché, me interesa Mallea.
Lo has descrito como a un escritor naturalmente elegante...
o así lo percibí.
:)
Jack:
No dejo de asombrarme como te fuiste refinando con el paso del tiempo, hoy hablas de Mallea y hace unos meses hablabas de la prosa que tenian las letras del paz martinez.
Bien Jack!!
si. leerè mallea.
el parrafo introductorio es muy aclaratorio y sintetico de mi amor hacia por ej., el oligraca de lucio v mansilla.
¡politicos eran los de nates! dice una vieja y la pisa un taxi.
Chairman: Es cierto, es aplicable a cualquiera, ¡no lo había pensado!
Vir: Ojo, hay mejores escritores que Mallea. Pero conocer a los mejores solamente no sirve. Cioran decia que para conocer realmente un país es necesario leer a sus escritores de segunda línea (ojo, de segunda linea no quiere decir pedorros). Es totalmente cierto: los muy buenos son ya demasiado universales.
Patota: Perdoname, vos que sabés, ¿quién es el Paz Martinez?
Paula: Se trata de la famosa literatura infantil para la burguesía... je.
Coincido con Vir&. Esta ha sido una buena venta, estimado Jack Celliers.
Arovecharé estas vacaciones, haciendo un espacio entre Cortázar y Cortázar, para conocer un poco más respecto a este fulano Mallea; que buen escritor parece.
¿Mansilla para niños, Jack? ¡Así lo lee la burguesía! Demasiado contradictorio para ellos. Un burgués un poco díscolo para el gusto sarmientino. Lindo lo dicho sobre él en "Indios , ejército y frontera", de D. Viñas. Según él, lo de "para niños" es una estrategia de doma y folklore, como la segunda parte del "Martín Fierro". Y estaba usted en escritores burgueses, pero ya que lo tiré recomiendo leer a Viñas como novelista (además de ensayista osado, a veces medio maniqueo). Dar la cara es, además de excelente, notablemente moderna. Es bueno, bah.
Es cierto que leyendo a Mansilla uno se soprende del nivel cultural y de cuestionamiento social que podía tener un milico hace ciento cincuenta años... Por no hablar de calidad literaria.
"Excursión" es simplemente imprescindible.
Es que Mansilla era un milico al menos, hacia algo parecido a la guerra. En ese momento aún la oligarquía no había cooptado al ejército, que iba a transformarse en el paniaguado de los poderosos, con las consecuencias que conocemos.
Cómo que no, ¿y Roca?, ¿y Mitre? Por nombrar presidentes, nomás. De hecho, si tenemos en cuenta que después de la campaña del desierto muchos militares de rango se "convirtieron" en terratenientes (por algún pase mágico, seguramente), habría que pensar que a fines del siglo XIX buena parte de la oligarquía tenía orígenes militares. En realidad, Mansilla tiene razones más de fondo para ser un militar atípico. La central es que fue el sobrino de Rosas, por lo que viene de una tradición "federal" que él mismo adopta, más convencido que su tío, incluso. En "ranqueles" se ve bien como sus juicios siguen y refutan punto por punto los núcleos de la ideología de Sarmiento, a quien discute a pesar de haber apoyado su campaña presidencial. No pasa de ser un disidente más o menos bocón, pero opina bastante distinto a la oligarquía del 80. Nos cae bien, sí, sí.
Si... aunque Rosas era tan federal como yo votante de Macri. Rosas fue un Perón, su gestión tiene una similitud increíble con la de Pochito.
Es que Pochito no sólo miraba a Italia sino también al pasado.
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