Como en la mayor parte de Europa, en la Seu d’Urgell pueden verse edificios modernos junto a un patrimonio histórico bien conservado. Así, uno sale de la confitería con calefacción y televisor de plasma y se mete en la catedral de Santa María que gasta ese estilo románico sólido, un poco bestia, anterior a las estilizaciones del gótico.
La catedral es del siglo XII, lo mismo que el claustro. En éste pueden verse las típicas figuras medievales un tanto delirantes que representan las bienaventuranzas del cielo y los horrores del infierno: ángeles que contrastan con lobos alados, monos con cara de loco, y así.
Pero en 1990, casi un milenio después de construido el primero, se inauguró otro claustro muy cerca, en la zona llamada Parc del Valira. Este claustro fue diseñado por el urbanista y escritor Lluís Racionero.
Los catalanes son tipos originales, y parecen dispuestos a alborotar un poco en las tradiciones religiosas, por lo menos en lo que a diseño se refiere. Primero fue Gaudí con La Sagrada Familia, representando las buenas acciones con frutas, introduciendo cuadros con cifras y esculpiendo a Satanás poniendo una bomba en manos de un terrorista; todo en plena iglesia. Lo de Racionero es más modesto, pero también levantó mucho polvo. Veamos.
El claustro de Parc del Valira es idéntico en proporciones y estilo al anterior. Y por supuesto, también invita a reflexionar: silencio, las muchas columnas ayudan a quien se pasee a meditar, y también a este propósito contribuyen las figuras alusivas. Sólo que ya no hay gárgolas, ni serpientes. Para representar las mundanas vicisitudes este claustro ha reemplazado los mitos medievales por figuras más actuales.
Las figuras vienen agrupadas por temas. Por ejemplo, música: aquí están Bach, Wagner y el músico catalán Pau Casals (que alguna vez tocó en Buenos Aires), y si se fijan en los ángulos del friso superior no faltan los Beatles:
En pintura, Dalí. Sepan disculpar, el rostro que tiene al lado no logro reconocerlo, aunque por la barretina que tiene en la cabeza debe ser un pintor catalán (¿alguno puede decirme?):
Por supuesto, el Mal también está representado. Hitler y el detalle del Guernica, a la izquierda Franco (obsérvese la falta de cabeza; quizás el deterioro... o algún entusiasta pudo habérsela arrancado), Mussolini y – aunque en la foto no se vea - nuestro animal burócrata Stalin:
El cine también existe, Laurel & Hardy, Woody Allen y los Hermanos Marx:
Para la política internacional, Kennedy y Churchill:
Ya totalmente embalado y decidido a representar el mundo como sea, el amigo metió nomás a... ¿la tentación del Demonio? ¿Los ángeles del Paraíso? Désele el calificativo que se quiera a Marylin. También están Silvana Mangano y la Garbo. No están Darryl Hannah ni Uma Thurman, estoy pensando en elevar un serio reclamo contra este injusto olvido:
No se olvidó del fulbito, aquí reconozco la cara de Pelé, Maradona también está:
Y claro, la historia del pensamiento humano: Einstein, Freud...
...y veamos quién se ha colado nada menos que en un claustro. La historia del pensamiento humano no podía – cuestión académica – dejar de lado a...
¡Carlitos! ¿Qué hacés vos por acá? ¿Qué se cuenta, maestro? Ya me imagino yo a los seminaristas mirándote de reojo, afectando indiferencia, alguno quizás haciéndose preguntas. Ellos te miran pensando en la locura del mundo, y vos los mirás a ellos pensando... exactamente lo mismo.
Claro que este trabajo generó una polémica fuerte. Los catalanes – los de la generación que supera los 40 - son mayoritariamente católicos, su burguesía no carece de esa típica hipocresía miope y provinciana a decir basta; y como todos los españoles son un poquito toscos. Pero es indudable que tienen algo más de chispa creativa que gustan de resaltar frente a la España ascética y mortalmente aburrida representada por Madrid que siempre – y sobre todo con Franco – miró con desconfianza a estos herejes incorregibles.
Personalmente, más allá de lo que me parecen algunos excesos mersa-pop como el fútbol, no creo que sea una mala idea. Si se quiere representar al mundo ante quienes se retiran de él, lo mejor es representarlo tal cual es, incluso con lo que tiene de frívolo, o menor. La libre interpretación hace el resto: para muchos quizás la monstruosa confusión que representan estas figuras inspire un horror superior al del aquel ingenuo terrorismo medieval.
Pero al ver estas figuras se me hizo más vívida la certeza de que, como no sea suicidándose, nadie se retira verdaderamente del mundo. Esculpido en los capiteles o en la propia memoria el mundo está ahí. Pretender alejarse de él es tenerlo en cuenta, perseguir un objetivo, enredarse en una pertenencia, representar un papel.
Todas nuestras caras están ahí, hasta la del último ermitaño oculto en el Tibet que cree haber olvidado al Universo, y ha puesto tanto ahínco en conseguirlo como el ejecutivo más feroz de la city en triunfar.
Ahora mismo todos nosotros estamos jugando este juego inevitable que no sabemos qué es.
Siempre.