6.9.09

Más cuentitos sin moraleja ni provecho

El Sr. Gildegomi era un laburante argentino de esos con corbatita. Desde hacía décadas veía como el poder adquisitivo de su salario caía y caía y caía, y no había piso que lo detuviera. Así que un día el Sr. Gildegomi fue a ver al Sabio Gurú Que Aparece en Televisión y le preguntó:

- Oh Sabio Gurú Que Aparece en Televisión, ¿podrías explicarme por qué mi magro salario cae y cae y cae?

- El problema es simple, pequeño mortal. Sucede que un ogro malvado llamado Estado Keynesiano gasta enormes sumas de dinero para dárselas a vagos e ineficientes. Así se ha generado una bestia llamada Déficit Fiscal, la cual no deja que los esforzados empresarios de la patria acumulen la suficiente cantidad de teca. Y como no logran acumular un toco de teca, entonces a ti no te toca ¿Capito?

- Ah...

- Hace falta pues que el ogro malvado deje de intervenir en la economía y permita jugar a las libres fuerzas del mercado, así eliminaremos a Déficit Fiscal y los esforzados empresarios de la patria acumularán y acumularán y acumularán hasta que no les quepa más guita en los bolsillos. En ese glorioso momento, la guita caerá de ellos y se derramará generosamente sobre ti.

- Aaaaah... ¡mire qué bien!

- Lo que debes hacer entonces es gritar con todas tus fuerzas para que el ogro Estado Keynesiano deje tranquilos a los esforzados empresarios de la patria que generosamente te dan trabajo, así se llenarán sus bolsillos y las mieles de la abundancia caerán sobre tu cabecita.

- ¡Pero qué macanudo!

Así que el Sr. Gildegomi gritó y gritó:

-¡Fuera el Estado Keynesiano! ¡Basta de cobrar impuestos a los que producen! ¡Hay que eliminar el Déficit Fiscal! ¡Basta de darle guita a vagos ineficientes! ¡Estoy con el campo!

Y efectivamente el estado se desprendió de todas las empresas, desnacionalizó los servicios, disminuyó todos los presupuestos, bajó las retenciones. Todo se convirtió en mercancía privatizada: la salud, la educación, la vivienda, las jubilaciones, la comida; todo fue campo fértil para los negocios privados y así las bolsas subieron y subieron. El Sr. Gildegomi pudo soñar con que era Gordon Gekko, se fue a la calle Florida y por U$S 200 se compró un buen par de tiradores ridículos.

Pero el salario del Sr. Gildegomi no crecía sino que seguía disminuyendo. Así que fue a ver al Gurú y preguntó nuevamente:

- Disculpe, o sea... ¿Qué onda?

- No seas impaciente, pequeño mortal. Estas cosas llevan tiempo y negocios muy importantes están en marcha. Los esforzados empresarios de la patria trabajan día y noche juntándola con pala y no pueden fijarse en huevaditas.

- Pero tengo que comprarle zapatos a los pibes, los libros de texto están carísimos, el alquiler se fue por las nubes...

- ¡Insensato! -rugió el Gurú- ¿Crees por ventura que tus miserables minucias tienen prioridad sobre los sagrados intereses del país? ¿Cómo osas anteponer tus mezquinos avatares personales sobre asuntos cuya importancia exceden largamente tus carnales apetitos de gusano materialista? ¿Acaso eres un comunista resentido sin dios y sin patria? ¿Eh?

- No, no, nada más lejos...

- Ten paciencia, valoramos tus esfuerzos -dijo el Gurú con una voz más dulce y mostrando a lo lejos un tenue resplandor de donde venían confusos ruidos de fiestas privadas, el eco de copas entrechocadas y coristas bailando pegadas al caño- ¿Ves allá a lo lejos esa lucecita al final del túnel?

- Más o menos...

- Allí hay hombres probos y gente linda y salas VIP con señores que trabajan duro día y noche para que en una gloriosa jornada futura se derramen las mieles del éxito sobre ti, que no haces otra cosa que cumplir un simple horario y fichar tarjeta sin preocuparte de nada ¿Entiendes, oh desagradecido? Está allí el futuro venturoso en el que los bolsillos de los empresarios estarán tan llenos que se derramará la abundancia sobre tu pequeña mollera ¡Mira las bolsas! ¡Mira las nuevas tecnologías! ¡Estamos implementando el nuevo sistema! Observa este pauerpoint: Misión, Visión, Valores ¡Nuestro crecimiento anual fue de un toco por ciento y hemos hecho caja por dólares una parva!

- Si claro, pero es que me vence el cable y...

- Estamos mal pero vamos bien, recuérdalo. Sólo que el maldito estado aún no deja en paz a los hombres virtuosos, todavía pagan pesados y abusivos impuestos y no pueden siquiera aumentar su colección de Ferraris ¡Y no olvides que en parte es tu culpa, porque con tu mentalidad estatista y retrógrada no has gritado con suficiente fuerza! ¿Acaso no quieres pertenecer al selecto club? Pues eso requiere esfuerzo, amiguito. Pertenecer tiene sus privilegios, pero debes ganártelo.

Así que el Sr. Gildegomi se ajustó aún más el nudo de la corbatita, puso cara de yuppie feroz, redobló sus esfuerzos y laburó catorce horas por día en la city porteña. Y cada vez que podía opinar vociferaba que la libre empresa, que hay que trabajar duro, que el estado aún es ineficiente y deficitario, y que parece mentira que el aire sea todavía gratis. Sólo por pronunciar estas sentencias el Sr. Gildegomi ya se sentía un poco parte del estáblisment. Encima la empresa le dio una blacberri llena de botoncitos que se complacía en exhibir -siempre onda cashualgüear ¿viste?- ante sus amistades, aunque tuviera que contestar imeils a las cuatro de la matina.

Ya todo estaba privatizado, entidades financieras se quedaron incluso con el manejo de la guita de las jubilaciones, la economía estaba desregulada hasta las verijas y no había actividad que diera guita que no estuviera en manos privadas. El cuco comunista cayó, el mercado era libérrimo por todo el planeta ¡Aleluya!

Pero pasaban los años y el derrame famoso no llegaba. El Sr. Gildegomi no sólo no vio crecer su salario sino que incluso tuvo que empezar a pagar por cosas que antes eran más o menos gratarola. Mandaba a los pibes a escuelas privadas de cuarta sólo porque tenían uniforme. Sin embargo siguió creyendo en las profecías del Gurú, porque las bolsas subían y subían. Hasta que un día...

- ¡¡El derrame!! ¡¡Por fin!! ¡Ahora viene la posta! ¡Abran cancha, manga de vagos, y sírvanme un champú del bueno que me lo gané laburando! ¡Quiero mi ascenso! ¡Iujuuuuuu!

No, no. No vino ningún derrame. Lo que vino fue la Gran Crisis Gran. Todo voló por el aire. Los informes optimistas cambiaron de un día para el otro por profecías oscuras, siniestros anuncios recorrieron el planeta. El estado -sí, ese ogro despilfarrador cuyas cuentas debían ser severamente recortadas- ¡...de repente fue llamado a poner ingentes cantidades de guita! Pero no para socorrer al Sr. Gildegomi, nada de eso; sino para tapar súbitos agujeros negros en los creativos balances de prósperas y reconocidas firmas presididas por directivos con generosos sueldotes de los que nunca más se volvió a saber qué onda.

Nadie más habló del terrible Déficit Fiscal, se acabó la prédica de la austeridad en el gasto público y la prescindencia del estado en la economía. Igual ojo: el ogro Estado Keynesiano no volvió, porque donde se recortó el presupuesto ya no se volvió invertir, pero quichicientosmil millones de verdes cayeron en bolsillos que ¡oh sorpresa! no sólo no se habían llenado sino que parecían mucho más hambrientos -y obviamente prioritarios- que cualquiera de esos morochitos de África o el norte argentino.

Así que el Sr. Gildegomi fue a ver al Gurú con las manitos agarradas tras la espalda y le preguntó:

- Oh Gurú... Oh sabio maestro... Oh dueño del insondable futuro... ehhmmmm... esteee....

Pero el Gurú se encontraba muy ocupado renegociando unos contratos y al parecer estaba a las patadas con unos señores importantes (que parecían algo resacosos) por el cobro de unas primas. El Sr. Gildegomi pudo oír de pasada unas palabras sueltas:

- ... o sea, yo quiero mi parte... sí, ya sé hay que seguir... el verso... la gilada... OK, pero el tanto por ciento para mi... Se pudre todo... y… ya inventaremos alguna otra cosa…

Y apenas notó la presencia del Sr. Gildegomi el Gurú se dio vuelta, lo miró como quien descubre un insecto sobre la milanesa con fritas y le dijo:

- ¿Y a vos quién te juna?

Así que el Sr. Gildegomi le recordó:

- ¿No se acuerda maestro? Soy yo... ¿hay algo de lo mío?

- ¡Ah! Si, si, claro... vos... -se puso serio- Mira hijo mío: hay graves problemas por causas muy complejas que tú jamás entenderías. Los grandes asuntos de la economía mundial son muy pero muy difíciles y estamos trabajando duramente para solucionarlos, así que no podemos ocuparnos de boludeces. Bien harías, infecto mortal, en dejarnos trabajar a mí y a estos señores que tratamos de evitarte males mayores. Así que quédate quietito y muzzarella.

- Pero... ¿Y el derrame?

- ¿Derrame? ¡¿Pero de qué me hablas, obtuso cenutrio?! ¿No sabes cómo están las bolsas? ¿Acaso te imaginas las preocupaciones por las que estos importantes señores están pasando? ¿Es que ignoras los apuros económicos de aquellos que ya no pueden ni siquiera mantener su flota de aviones privados? ¿Crees acaso que esta vida regalada que estás haciendo será para siempre? Lo que tienes que hacer es volver a tu casa y rezar mucho a San Cayetano para que te conserve el laburo. Mucho agradecerás si no terminas arrojado al Infierno de los Excluidos. Y mejor que no alces la voz ni te metas en cosas raras porque de otro modo te perseguirán la policía y sus perros; que, créeme, son casi indistinguibles.

Así que vía pibe, derechito por la tapuer y respetando la fila. ¡Aire, va!

Y así el Sr. Gildegomi aprendió que...

Bah, en realidad soy muy optimista. Lo más probable es que todavía no haya aprendido un pomo.

Y colorín colorado, seguí participando.