21.2.08

Yanquis, bantúes y porteños

El amigo Brasil ha escrito una reflexión muy interesante en la que socarronea contra esa costumbre porteña de inventar nombres sajones para la porteñada: Palermo Soho, Village Recoleta, Las Cañitas West End, Ascencio's Shout, y así.

Sin embargo yo creo que es un error, miren. Esos nombres son auténticamente nuestros. Todo lo que se hace en Argentina es profundamente argentino, invito a no dudarlo.

Ensayo un ejemplo, en la seguridad de que los lectores me comprenderán: en Las Vegas existe una red de complejos hoteleros en el que cada resort imita a una ciudad europea: el que representa a Venecia está construído sobre un lago artificial y las habitaciones se unen por medio de góndolas, el que representa a París tiene una magnífica Torre Eiffel tan real como el perro Pluto, y así.

Por supuesto, viendo esto a nadie se le ocurre la menor idea relacionada con Europa, y si alguna viniere a la mente sería rápidamente ahuyentada para evitar la depresión profunda y el más franco pesimismo acerca del porvenir de la especie. Lo que uno sí ve, y muy claramente, es que tiene ante sí un pedazo indudable de ese magnífico país guardián de nuestra cultura occidental. Ese lugar es de lejos más yanqui que las Rocallosas.

Vamos a un ejemplo mucho menos opulento: imaginemos a los miembros de una tribu bantú que ven una foto de las Torres Gemelas. Admiran esa arquitectura desaforada y la sienten como parte de un poder inmenso - que no otra cosa son - del que ellos quieren formar lógicamente parte ¿Acaso la emulación no lleva a mejorar?

Así que nuestros amigos bantúes ponen manos a la obra: alzan un par de torres con piedra, barro, pajas secas, maderas y los mejores materiales de los que disponen. El trabajo los hace optimistas, invierten lo que no tienen, se esclavizan, pero lo logran: finalmente dos montículos de un onírico aspecto vagamente prismático se alzan unos cuarenta metros en medio de la aldea.

Los turistas que pasan ven esta creación y ¿qué ven en ella? ¿El espíritu del capitalismo? Seguramente no. Lo que ven es un ingenuo y desmañado intento imitativo. Tan ingenuo y tan desmañado que resulta entrañable y realmente típico.

Los turistas se aburrían con los bantúes. Todo lo que hacían de "típico" (danzas, bailes, hechizos) era simplemente artificial, armado precisamente para ellos. En cambio el verdadero espíritu de esta gente se revela cuando quieren imitar a otros.

Aunque ahora que lo pienso, la verdad es que no creo que los bantúes sean tan nabos.

Las Torres Gemelas no existen más, y Hollywood podría quedar en la nada luego de un ataque terrorista. Pero en otros lugares del mundo ya han sido cuidadosamente reproducidos por aquellos que son tan ineptos para ser ellos mismos, que se ven deliciosamente definidos por esa ineptitud.

Buenas noches.

19.2.08

13.2.08

El escudo en el brazo

Hace unos días vi 300. Una película interesante. Obviamente se trata de un alegato chotísimo a favor de la "civilización occidental", pero está hecho con cierto talento. Se nota que la película no es americana, y aunque hay varios errores históricos se trata más bien de un comic. Visualmente gustan las escenas de guerra, y el resto... si: el resto es una porquería.

Pero me quería detener en algo: Esparta era una ciudad guerrera, el prototipo de sociedad "machista". Fíjense cómo funcionaba: la guerra la hacían los hombres… bueno, la parte jodida de la guerra. Porque las mujeres también la hacían, sólo que la hacían de otra manera.

Cuando un adolescente llegaba a la edad de convertirse en guerrero - y toda la vida de los pobres varones espartanos consistía en prepararse para hacerse matar - la madre le daba el hoplos o escudo, y le decía esto: "Vuelve con él, o sobre él; pero no sin él".

La madre, claro, se quedaba en Esparta sufriendo la terrible opresión que sobre ella ejercían los varones, sólo que normalmente esos varones debían ser amantes porque el marido estaba muy ocupado rompiéndose la cabeza allá lejos. ¡Ah, el macho opresor! El código moral que pesaba sobre ellos era simplemente un brutal desprecio social ante cualquier varón que intentara algo tan natural como salvar su vida. Vuelve con tu escudo o sobre él - esto es: vuelve vivo o muerto - pero no sin él - esto es: no lo arrojes para correr más rápido -.

Flor de general la madre. Oprimida como pocas, vea.

Ya sé: todo esto que cuento es mentira, mentira, mentira. O peor: es irrelevante. Ya Simone de Beauvoir se apresuró a interpretar la historia de una vez y para siempre: acá las únicas oprimidas hemos sido siempre nosotras pobres nosotras, quien diga lo contrario es un cerdo machista.

Quizás sea mi historia personal. Desde chico conocí extrañado a muchos varones que, sin darse cuenta, tenían el escudo permanentemente en el brazo. Y a mí curiosamente no me habían dado ninguno: no quería hacer la colimba, no tenía las menores ganas de ir a la guerra, el éxito me importaba un bledo y durante Malvinas tuve que asistir horrorizado a las declaraciones de una señora muy oronda que decía "Yo di a mi hijo para la patria".

Digo nomás ¿tu hijo es tu propiedad? ¿Vos lo "das"? Un general al menos va a la guerra, hace algo. En cambio lo tuyo es facilísimo. La cobardía es todo un privilegio.

Pero claro, eso lo pensaba yo nomás. Porque desde la derecha ensalzaban a la "madre", y desde la izquierda ensalzaban a la "mujer oprimida". Y yo pensaba: carajo, que mundo tan raro. Un pobre chango tiene que ir a matar y morir, y no hay nadie que se pregunte por qué le tiene que tocar a él. Ahora eso sí: si sobrevive se le dirá severamente que debe ayudar a lavar los platos.

A mí me gustaría creer que algún varón de esos, cuando su madre le puso el escudo y le dijo la famosa frasecita habrá sentido aunque más no sea la tentación de contestar.

¿Por qué no agarrás la lanza y el escudo vos? ¿Por qué no probás un poquito vos estos envidiables privilegios que tan alegremente me cedés?

O sea.

¿Por qué no te vas un poquito a la mierda?

6.2.08

Chesterton contra los estetas

I - Chesterton vs. Omar Khayyam

Entro a un restaurante persa. En una vitrina no muy alta veo un ejemplar y pregunto

- ¿Es el Rubaiyat?

Me contestan que sí. Y de pronto pienso en Chesterton. Paso toda la comida pensando más en Chesterton que en otra cosa. Luego me daría cuenta del por qué.

Recuerdo haber leído a Omar Khayyam cuando era muy chico. El Rubaiyat es un libro extraño. Yo sólo recuerdo haber sentido una intensa simpatía por Omar Khayyam. A pesar de su pesimismo, a pesar de sus protestas nihilistas y bohemias. Yo las rechazaba impetuosamente, pero sin embargo - o quizás misteriosamente por eso - no dejaba de simpatizar con el borracho. Una simpatía dolorosa y exasperada.

Más tarde leí la crítica que Chesterton hace de Khayyam y del decadentismo esteticista en general ¿Qué nos dice Chesterton, ese genial católico de origen pequeño burgués y miradas de largo alcance? Nos dice que la filosofía del placer por el placer mismo, el carpe diem, son en realidad síntomas de una profunda infelicidad. Que el verdadero placer puede sentirse como una punzada fugaz, pero que en el instante de gozarlo no pensamos en ese momento como un momento, no al menos si poseemos cierta salud espiritual, digamos. Pensar en el momento del goce que se trata de una fracción de nada en un universo sin sentido arruina el goce. Incluso la sensación de placer más física tiene ecos de eternidad que si se arrancan de ella la dejan angustiosamente vacía.

Chesterton menciona este pasaje del Rubaiyat y nos dice de Khayyam:

"Drink," he says, "for you know not whence you come nor why. Drink, for you know not when you go nor where. Drink, because the stars are cruel and the world as idle as a humming-top. Drink, because there is nothing worth-trusting, nothing worth fighting for. Drink, because all things are lapsed in a base equality and an evil peace" So he stands offering us the cup in his hand. (1)

Le opone, como hace más o menos siempre, las virtudes terapéuticas de la religión con algo muy seductor:

And at the high altar of Christianity stands another figure, in whose hand also is the cup of the vine. "Drink," he says "for the whole world is as red as this wine, with the crimson of the love and wrath of God. Drink for the trumpets are blowing for battle and this is the stirrup-cup. Drink, for this my blood of the new testament that is shed for you. Drink, for I know of whence you come and why. Drink, for I know of when you go and where." (2)

Y si me preguntan cuál prefiero, respondería que se me hacen imposibles de diferenciar. No por gusto de sorprender, yo soy el primer sorprendido con el descubrimiento. Chesterton y Khayyam me parecen ambos muy preocupados por el problema de cómo mejor lidiar con el mundo. Ambos giran alrededor de la ilusión y sus efectos, malos o buenos. Ambos prescriben terapéuticas, formas de vérselas con la realidad para sentirse mejor.

Quizás se vea mejor aquí:

II – Chesterton vs. Wilde

Chesterton a continuación la emprende contra Wilde, Pater y el esteticismo decadentista más o menos con los mismos argumentos: que no representan felicidad alguna sino que en el fondo son muestras de desesperación.

Nuevamente la pregunta que surge en el espíritu inquieto: ¿Quién tiene razón, Wilde en representación del esteticismo puro o Chesterton, que nos propone escudriñar la eternidad?

Y nuevamente creo que ambos y ninguno. Extrañamente leer a Chesterton es comprobar lo preocupado que está por el placer, mientras que leyendo a Wilde podría decirse que no le interesa otra cosa que la trascendencia. El esteticismo despreocupado de Wilde es tan universal que parece la respuesta definitiva que hay que dar al Universo, mientras que Chesterton pondera la religión como un estado de salud espiritual, y la prueba de esa salud es simplemente el bienestar del momento. Curiosamente Chesterton propone la eternidad como medio para pasar bien el instante, mientras Wilde por el contrario se sumerge en el instante porque cree encontrar en él el secreto de la eternidad.

Ambos están muy preocupados por jugar el partido en el campo del otro, si se me permite una metáfora inelegante. "Nada bello puede surgir si suprimimos lo trascendente" parece decir Chesterton; "Nada trascendente puede surgir si suprimimos lo bello" propone Wilde. No parece que haya aquí un desacuerdo demasiado profundo.

Chesterton nos habla extensamente de los pueblos sencillos y sensatamente bárbaros, religiosos y alegres a quienes basta con las creencias y las costumbres. Pero no es difícil comprobar que él no forma parte de ellos. Nadie como él ha razonado tan profusamente contra la razón, mientras que el antiguo celta cuyos alaridos admira jamás se hacía esos planteos. Sólo un intelectual es capaz de atacar el intelecto, y generalmente se debe a una razón: que ha sido decepcionado por él, que quiere volver a pegar alaridos como consecuencia de las paradojas tortuosas de la razón que lo agotaron. Pero se trata de alaridos completamente distintos a los del antiguo celta, es fácil ver por qué: porque regresar no es lo mismo que no haberse ido nunca.

III - So?

Leyendo a todos ellos yo siento que falta algo. Y eso que falta es aquello que va más allá de nosotros. No me refiero al ultramundo sino simplemente a lo que trasciende los límites de nuestra sensación. Bebe porque las estrellas son crueles, bebe porque beber da placer, bebe porque Jesús te conoce y te ama. Beber por estar feliz o beber por estar triste ¿No estamos demasiado preocupados por nosotros mismos? ¿Qué hay de otros placeres que vayan un poco más allá de lo que sólo nosotros necesitamos? ¿Qué hay de los demás?

Yo siento placer con un cigarro y un café. Siento placer analizando un profuso tablero de ajedrez o las extrañas evoluciones del go. Soy muy feliz escuchando la extraña hipnosis de Ligeti, o Bruckner en compañía de mi dama. Y sí: siento también que en todo lo que existe hay algo de eterno, reconozco el placer que me provoca dejar de lado toda beligerancia del intelecto frente al universo y aceptar que hay verdades incuestionables y al mismo tiempo misteriosamente inaccesibles.

Pero ninguno de esos placeres me alcanza, porque ¿qué importa mi placer? ¿Qué importa realmente lo mal o bien que yo me pueda sentir? Mi placer me interesa, pero también (quisiera creer que más) me interesan otras cosas.

Y esto es por algo muy tonto: el mundo no es tan justo como yo quisiera. Hay gente que sufre, y el sufrimiento o el dolor de una sola persona en el mundo alcanza para poner un signo de interrogación sobre todo lo que existe.

Frente a ese hombre al que se carga de cadenas – como decía Nazim Hikmet – la eternidad empieza a importar un bledo tanto como la copa de vino. Ni quienes postulan a la divinidad ni quienes postulan el arte me responden esta pregunta, que es la única que realmente me importa.

El resto es pasarla más o menos bien. Yo ya me puedo ocupar de eso sólo.

Buenas tardes.

-o-

Traducciones muy menesterosas:

1) "Bebe, pues no sabes de dónde viniste ni para qué. Bebe, pues no sabes cuándo te irás ni a dónde. Bebe porque las estrellas son crueles y el mundo es tan ocioso como una peonza. Bebe, porque no hay nada digno de confianza, nada por lo que valga la pena luchar. Bebe porque todas las cosas han caído en una igualdad vil y una paz maligna."


2) Y en el mayor altar de la cristiandad hay otra figura de pie, en cuya mano también hay una copa de vino. "Bebe," dice "pues el mundo entero es tan rojo como este vino, con el carmesí del amor y la ira de Dios. Bebe, pues las trompetas están llamando a la batalla y ésta es la que se bebe con el pie en el estribo. Bebe, por esta mi sangre del nuevo testamento derramada por ti. Bebe, pues yo sé de dónde vienes y por qué. Bebe, pues yo sé cuándo te irás y a dónde."