Y ya sé: hablar de "la juventud" parece colocar al enunciante en la categoría de viejo choto y sentencioso, pero en realidad no es necesariamente así ya que nada impide que una persona joven observe más o menos lúcidamente a la juventud.
Veo por el noticiero los incidentes alrededor del estadio en el que tocan los Rolling Stones. Un kilombo general: corridas, botellazos, autos destrozados, palazos de la cana, piedrazos, etc. etc. Asisto - entre varios diálogos entrecortados - a éste entre el reportero y un pibe:
Periodista: - ¿Qué pasa?
Pibe Rolinga: - Que no podemo entrar... no nos dejan entrar... nos están cagando a palo...
P: - ¿Tenés entrada?
PR: - No... ¡No la pude comprar!
P: - Pero sin entrada no los van a dejar entrar... ¿no sería mejor irse?
PR: - ¡No loco! ¡Sho lo quiero ver a Shaguer loco!
P: - Pero sin entrada...
PR: - ¡A mi no me importa loco! ¡Sho lo quiero ver a Shaguer y lo voy a ver a Shaguer! ¡Shaguer es mi ídolo y no me voy y aguante Shaguer y aguante losestóoooooooooon! - dicho esto último en una especie de alarido inarticulado. El pibe se suma a una nueva corrida revoleando la remera.
Ahora bien, ante esto caben dos actitudes, una que conocemos bien:
- Son unos negros / en este país hace falta mano dura / más represión / el rock es satánico / etc.
Esta no me preocupa demasiado. Pero hay otra que sí me preocupa: es la actitud de eso que cada día más difusamente llamamos "izquierda" cultural o política.
Esta actitud consiste en culpar a la organización, a la policía, a una combinación de ambas, hablar de "los problemas de los jóvenes" y dejar todo más o menos ahí, evitando decir lo que hay que decir.
Creo que no hace falta aclarar que el que escribe no es precisamente un simpatizante de la cana. Ni de los organizadores de este tipo de espectáculos. ¿Los Rolling? Me gusta mucho escuchar Jumpin' Jack Flash pero esto no tiene nada que ver con lo que ocurre aquí. No tiene nada que ver con recitales de música, ni siquiera con espectáculos públicos. Es otra cosa.
Me parece que esos pibes necesitan desesperadamente que se empiece por decirles la verdad.
Y la verdad comienza por esta frase: "Sos un imbécil".
Después podemos agregar más cosas, pero primero lo primero: "Sos un imbécil, dejá de serlo".
Esto es algo que la izquierda parece no atreverse ni a insinuar.
Tener grandes sectores de la juventud imbecilizados es solamente el síntoma de una sociedad muy enferma. Desde ese punto de vista es una responsabilidad colectiva. Pero ocurre que (se supone, supongo yo, no sé) es la izquierda la manifestación política cuya misión principal es dirigirse a los jóvenes trabajadores preocupándose por la opresión que sufren, la que primero debería denunciar claramente esto: el sistema imbeciliza y hasta el momento está teniendo un éxito espeluznante.
Todo el resentimiento de esos pibes está exclusivamente volcado a poder o no entrar a ver, a adorar, a sacralizar a unos tipos a los que les importa un bledo nada de ellos. No es que los Stones sean mala gente, simplemente hacen su negocio y nada saben de exclusión social ni de frustración, ni de necesidad de encontrar algo que saque de la desesperación a los jóvenes. No tienen por qué hacerse cargo de eso.
Pero alguien sí tiene.
La imbecilización toma la forma de una descarga impresionante de energía que no redunda en el más mínimo reconocimiento de sus derechos. Esto incluye tanto a los que pagaron una entrada a precios que representan un lujo para sus salarios, como a los que fueron a romperse la cabeza con la cana para pasar sin pagar.
Estos sacrificios son incluso mostrados por ellos como un orgullo, una muestra de no se sabe qué lealtad ridícula. Se parece mucho a una religión: el vacío de los cielos a falta de otro reconocimiento, a falta de otro derecho, a falta de otro respeto que nadie les otorga.
La izquierda, al no denunciar esta imbecilidad claramente ante ellos mismos, que son los primeros interesados, hace exactamente lo mismo que Grinbank, los Rolling, los equipos de fútbol o quien sea: alimentar la demagogia para hacer negocio. Un negocio de partido burgués, no la política clara de un partido revolucionario (la palabrita tan demodée).
Porque la izquierda política (esa hartante colección de sellos de goma) ve a la gente a la que se dirige exactamente igual que un partido burgués: como una clientela. El partido burgués de derecha lisonjea a la clase media alta, el partido burgués "transversal" lisonjea a la clase media insegura y el partido burgués de izquierda lisonjea a los excluídos y descontentos.
Todos esperan lo mismo: un voto.
Para esto la crítica no es negocio, así que la izquierda evita la crítica agarrándose de cualquier cosa para evitar dirigirse al sentido de la responsabilidad en estos pibes. Responsabilidad que no tiene nada que ver con el callejón sin salida por el que les exige entrar la burguesía (sé un buen chico, conformate con dos mangos, cerrá la boca) sino responsabilidad para invertir esa energía en acciones concretas: organizarse, defender sus derechos, exigir lo que les corresponde.
No se puede utilizar a la policía, ni a la organización, ni siquiera al sistema - aunque tengan todos su parte - para ocultar la responsabilidad de estos pibes. La responsabilidad de bancarse años y años de salarios miserables para luego ir a descargar su furia y su resentimiento en una cancha. Hay que decir que son unos imbecilizados, y la mejor forma es emplear la palabra exacta.
La izquierda no lo hace porque lo único que espera de ellos es un ridículo voto. "Votá a la izquierda que puede entrar" fue el slogan de no sé qué partidito pseudotrotskysta. ¿"Entrar" a dónde? ¿Para qué? No importa: vos votá, y si me votás sos un capo. Votame boló, aguante los estón.
Me gustaría que en la izquierda se empezara a hablar otro lenguaje, con otro mensaje y otras perspectivas. Porque me parece que un día la tan ridícula y vergonzante Revolución va a dejar de ser una utopía. Va a ser una desesperante necesidad.