19.4.07

Antonio Negri, John Holloway o Teoría y Praxis de la Impotencia

Bueno acá va una notita que leí por ahí. La escribió un amigo mío así que no creo que se enoje por el plagio (además ya se la copiaron en un par de sitios...), je.

I – Breve panorama de la resistencia al capitalismo

La influencia de propuestas nefastas en los movimientos de resistencia al capitalismo es hoy uno de los problemas principales con los que se enfrentan. Los rasgos más característicos que se pueden enumerar son:

1) Cuestionamiento y dudas respecto del papel de la lucha de clases.

2) Desconfianza hacia el surgimiento de cualquier dirección.

3) Elogio y exploración del espontaneísmo, la fragmentación y la falta de centralización tanto organizativa como estratégica y aún táctica.

4) Como extensión de lo anterior: desconfianza hacia la idea misma de una ideología, una agenda o un plan de acción determinado.

5) Tendencia a evitar todo enfrentamiento directo con el poder, intentos de "separarse" del modo de producción capitalista mediante "alternativas paralelas", y como consecuencia: cuestionamiento del concepto mismo de "poder", que desemboca en la aceptación más o menos consciente de convivencia con el poder establecido.

6) Aún más allá, y afectando ya áreas que se alejan del pensamiento marxista propiamente dicho: cuestionamiento de la razón humana en sí misma, dudas acerca de su capacidad para hacer concebible la realidad y actuar sobre ella, rechazo de toda certeza como imposible y/o peligrosa, etc.


Es muy útil observar la curiosa coincidencia en la dirección involutiva que forman todos estos puntos. Todos ellos están en mayor o menor medida presentes en el pensamiento que podríamos llamar "altermundialista" y es difícil que se formule uno de ellos sin caer en el resto. La razón es que todos tienen un origen común, que podemos cifrar en dos hechos:

a) La caída del socialismo real en los países del este como consecuencia de la nefasta política de la burocracia stalinista.

b) La derrota de los movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo durante los ’70.

En alguna medida esta confusión e inseguridad es entendible en las masas, en los trabajadores no conscientes, en la pequeño burguesía y en el pueblo en general, ya que toda derrota trae su reflujo y su lógica necesidad de recomposición.

Mucho menos entendible es en personas que se autodenominan intelectuales marxistas. El intelectual revolucionario debería justamente señalar la confusión y el retroceso como lo que son: problemas. Sólo así se los puede tomar como punto de partida para una reformulación o desarrollo crítico.

Pero el sistema alienta a "intelectuales" que se limitan a reformular en términos teóricos la impotencia y la confusión para legitimarlas. Estas personas – no importa cómo se autodenominen – trabajan así objetivamente de forma consciente o inconsciente para el poder.

Es también muy interesante constatar que toda esta producción teórica es presentada como "alternativa", "heterodoxa" y supuestamente superadora del marxismo "oficial", "ortodoxo", "dominante" y por supuesto "obsoleto". Pero mientras este "nuevo marxismo" o nuevo pensamiento de izquierda se presenta como "lo alternativo" la realidad es que de alternativo tiene muy poco: sus libros, artículos y opiniones tienen una difusión ensordecedora, es imposible no topárselos en cualquier revista, programa o librería. Los medios masivos los publicitan desaforadamente y cualquier crítica a sus postulados es tachada inmediatamente de sectaria o pasada de moda. El marxismo ortodoxo en cambio no tiene el menor espacio.

Así que analicemos a dos destacados exponentes de esta brillante superación del pensamiento marxista y veamos qué nos pueden aportar:

II - Antonio Negri

Es uno de los más conocidos teóricos europeos. Dice ser marxista, lo cual – visto cuánto se ha manoseado a Marx a lo largo de la historia – no debería alentar la inmediata aprobación de nadie.

Es difícil desentrañar teóricamente a Negri, no porque sus planteos sean complejos sino sencillamente porque son vagos, imprecisos y tienen tantas lagunas que uno se pregunta si ha leído bien. De esa vaguedad e imprecisión es difícil separar conclusiones teóricas de meras afirmaciones banales, tópicos y clichés repetidos que pueden clasificarse fácilmente entre los seis puntos anteriormente mencionados.

Veamos una de sus tesis: la decadencia del estado-nación, que es la que daría origen a su "nuevo sujeto histórico", la "Multitud", que vendría a reemplazar al proletariado.

"Estados Unidos no constituye - y en realidad ningún Estado-nación puede hoy constituir - el centro de un proyecto imperialista. El imperialismo ha terminado. Ninguna nación será líder mundial como lo fueron las naciones europeas modernas" (1)

Nótese en principio la alegre autonomía de este postulado respecto de la realidad: en estos momentos EEUU lleva a cabo un feroz unilateralismo belicista mundial que ha abolido lo poco que quedaba incluso de las apariencias de un derecho internacional, sostiene dos guerras imperialistas al mismo tiempo (Irak y Afganistán), amenaza con nuevas y alberga – junto con Europa – al 75% de las grandes corporaciones multinacionales que tienen allí sus centros de operaciones. Es imposible no ver la vinculación de los estados imperialistas con la OMC, las Rondas Comerciales Doha, el Banco Mundial y el FMI, organismos a través de los cuales ejercen su política.

Un marxista diría que el estado es un instrumento de la gran burguesía, adaptado a los intereses de esta y sujeto a sus contradicciones. Pero Negri – frente a quien todo parece difuminarse – ha descubierto que las clases también están desvaneciéndose misteriosamente:

"El potencial comunista de la multitud es infinitamente superior a la del proletariado" (2).

Cabe preguntarse qué cosa es el "potencial comunista" y por qué es mayor en la "multitud" que en el proletariado. Obsérvese – recordando los puntos citados arriba – la tendencia a la vaguedad, la imprecisión y la impunidad para dejar de lado cualquier pregunta lógica: ¿Cómo se resuelven los intereses de clase dentro de la propia "multitud"? ¿En virtud de qué interés material actúa la multitud si no es un interés de clase? El concepto mismo de "multitud" por oposición a "proletariado" no puede tener otro objeto que negar la importancia de éste como clase y negar el interés de clase como fuerza motora de la acción política. ¿Qué queda de Marx luego de esto?

Por otra parte esto no tiene nada de nuevo más que en su terminología: la célebre "multitud" negriana cumple la misma función que el "pueblo" en las distintas ideologías populistas tomado como sujeto histórico exclusivo para subsumir al proletariado en las masas, negándole su papel dirigente. Incluso el concepto "multitud" representa un retroceso en este sentido. Negri, como tantos intelectualoides posmodernos, presenta una visión vulgar, desecha el análisis y borra diferencias. Esto se conoce hoy día como análisis "superador", quizás porque entiende superada la necesidad de analizar nada.

En cuanto a la organización política de la "multitud" Negri aboga por la horizontalidad reticular, la microrred, el rizoma y otras seductoras definiciones copiadas del posmodernismo europeo:

"Este modelo democrático es lo que Deleuze y Guattari llamaron un rizoma, una estructura en red no jerárquica y sin un centro". (3)

Podemos proponer subir la apuesta: ya que se trata de horizontalidad y de acabar con todo centro jerárquico formemos grupos lo más reducidos que sea posible: una persona. Actuar cada uno por su cuenta, ejemplo perfecto del respeto por la "singularidad" y la organización horizontal / reticular / microrrizomática, sin odiosas imposiciones ideológicas ni centralismos autoritarios. Cada uno en su casa haciendo lo que quiere y le gusta ¿qué puede ser más democrático que esto?

Pero Negri ni siquiera pretende que esta multitud luche contra la gran burguesía. Fiel a la praxis que ya había propuesto al proletariado italiano en los ’60, Negri – junto a todo el posmodernismo teórico – quiere que la oposición al capitalismo se centre en una multitud de pequeñas resistencias, microrredes, horizontalidades reticulares y demás nombres que hoy recibe la impotencia. Disfrútese de esta joya:

"En la posmodernidad, (...) La resistencia se da como difusión de comportamientos resistentes singulares. Si se acumula, lo hace extensivamente, en la circulación, en la movilidad, en la fuga, en el éxodo, en la deserción multitudes que resisten difusamente, escapan de los grilletes cada vez más estrechos de la miseria y del comando. No hay necesidad de toma de conciencia colectiva: el sentido de la rebelión es endémico, atraviesa toda conciencia y la hace rebelde. (...) Así la rebelión no se puntualiza ni se uniforma, pero corre en el espacio del común y se difunde como omnilateralidad incontenible de los comportamientos de las singularidades. Así se define la resistencia de la multitud." (4)

Asombroso: la resistencia al poder se da a través de... ¡la fuga, el éxodo y la deserción! Este es el efecto más perverso de la prédica en la izquierda posmoderna: hacer de la necesidad virtud. Estas "multitudes que resisten difusamente" son evidentemente las víctimas del capitalismo incapaces de organizarse y unirse, aisladas, sin programa, sin herramientas, huyendo como pueden del desastre. Esto es lo que Negri presenta como una cosa excelente ya que la "multitud" es así una suma de "singularidades", en criollo: gente aislada o como mucho en grupitos chiquitos. Para más hundimiento: "no hay necesidad de toma de conciencia colectiva".

Uno no puede menos que coincidir: es verdad, para la fuga y el éxodo no hace falta ninguna toma de conciencia. Basta con vestir la catástrofe de términos seductoramente pedantes como "omnilateralidad" cuyo significado – nuevamente en criollo – es claro: corremos todos para cualquier lado.

¿El gran capital? Preocupadísimo.

III - John Holloway

Es aún menos serio, si cabe. Tiene la innegable virtud de ir aún más lejos que Negri y tomar valientemente el toro por las astas. Desde el título de su libro Holloway nos espeta: Cambiar el Mundo sin Tomar el Poder. Nada de medias tintas, declaración de principios desde el vamos.

Pero antes de que nadie invierta su tiempo leyéndose las más de 300 páginas de su libro en busca del "cómo", Holloway y la crítica laudatoria nos advierten que el suyo no es un libro de recetas – ¿qué es eso de andar buscando respuestas? – así que en la anteúltima página del libro el autor se pregunta "¿cómo cambiamos el mundo sin tomar el poder?" para responderse: "no lo sabemos". Y más adelante: "ya no sabemos que significa revolución (...) hemos perdido toda certeza" (5).

Poco queda sino agradecer al maestro.

Nuevamente aquí podemos ver en toda su claridad esta perversa forma de "fomentar el debate": se comienza postulando una tesis, pero en cuanto alguien pregunta por qué y cómo (que se supone eso es debatir) la respuesta es un despreocupado: "no lo sabemos", "las certezas son peligrosas", "buscamos incitar a la reflexión más que dar recetas". Bien, Holloway y cía, si las certezas son peligrosas entonces ¿por qué mejor no se abstiene Ud. de afirmar las suyas?

En el fondo este libérrimo libertarismo esconde un autoritarismo profundo, ya que postula alegremente cualquier tesis sin necesidad de fundamentarla y al mismo tiempo refuta severamente cualquier punto de vista opuesto acusándolo de no querer el debate. Precisamente queremos debatir, así que si se nos va a sugerir un curso de acción nos encantaría entender el por qué. Si la respuesta es un simple encogimiento de hombros entonces por favor, deje paso a quienes sí tienen una idea.

Holloway niega al estado: "Un mundo digno no se puede crear por medio del estado" (6). Demás está decir que esta negación radical – que parece muy revolucionaria – es otro grosero emborronamiento histórico. Sin duda para Holloway el estado feudal, el estado democrático burgués y el estado obrero son más o menos lo mismo. Un poder revolucionario y un poder reaccionario no se diferencian en nada, por lo que Idi Amin, Kirchner, Fidel Castro o Luis XVI no merecen que se los diferencie. Aquí los modos de producción no cuentan, y por lo tanto tampoco las clases. Pero eso sí: Holloway se declara un "marxista autónomo", lo que sea que eso quiera decir.

Holloway, como Negri, intenta también obviar la importancia de la clase obrera en el desarrollo histórico, al menos el actual, recurriendo al caballito de batalla de su "declive numérico", su menor peso social o la aparición de nuevas formas de "producción inmaterial". Este repetido argumento es un viejo conocido pero perfectamente refutable. Baste decir que ni el trabajo inmaterial es nuevo en el capitalismo, ni puede obviarse que el declive del proletariado en ciertas industrias de producción directa está compensado con el crecimiento en los sectores relacionados con la circulación de mercancías, la proletarización de numerosos trabajadores en sectores de servicios o la aparición de proletariados en otras áreas del mundo, como el sudeste asiático. Cualquiera que mire a su alrededor y se pregunte cuáles de los bienes que lo rodean no han sido hecho por la intervención directa de un trabajador puede contestarse fácilmente la pregunta sobre el famoso "peso social".

En cuanto a las estrategias de lucha, no deja de ser más de lo mismo, a tal punto que es tentador preguntarse qué tan necesarios son Holloway, Negri, Zizek, Hardt, si basta que uno hable para escucharlos a todos. Como muestra gratis Holloway nos recomienda una experiencia que todos conocemos en Argentina: el Club del Trueque:

"¿Cómo conectar estos proyectos alternativos, entre sí y con la sociedad en general? Si se hace a través del mercado, terminan dominados por el mercado. No se puede hacer a través de la introducción de una planificación central porque esto supone estructuras que no existen y que no pueden existir en este momento. La articulación se tiene que hacer desde abajo, de forma experimental. En Argentina actualmente, el movimiento de trueque en sus mejores manifestaciones es un intento de desarrollar otras formas de articulación entre productores y consumidores (prosumidores), pero todavía está en sus inicios." (7).

Atención: ni el mercado ni la planificación centralizada; obsérvese en cambio lo preciso y científico de la definición "desde abajo", la referencia al chanta reaccionario Alvin Toffler (inventor de los "prosumidores"), y la cauta aclaración de que la experiencia "aún está en sus inicios".

No está demás una breve reseña de esta brillante experiencia. Empecemos por describir lo que es: el Club del Trueque no es más que un mercado capitalista precario dentro de un mercado capitalista subdesarrollado, imagine el lector las perspectivas. No hacen falta muchas luces para entender que este sub-mercado heredará todas las miserias del principal, y hasta es posible que ninguna de sus ventajas.

Y así ha sido efectivamente: los créditos o moneda circulante del trueque no tardaron en generar inflación, falsificación, estafas y avivadas varias. El Club del Trueque murió aproximadamente al año mismo de nacer, pero Holloway no pudo enterarse claro, porque para ese entonces estaba dando entrevistas en Italia. Hizo bien sin embargo en aclarar que la cosa "está en sus inicios" como para cubrirse de las posibles críticas de los marxistas obsoletos que no nos dejan soñar tranquilos.

Es desolador ver como el inicio se parece tanto al fin.

IV - Conclusiones

El movimiento "altermundista" no llegará absolutamente a ningún sitio mientras no se plantee las desagradables verdades que la presión de los sectores pequeñoburgueses le impone ignorar: no hay espacio para fantasías, ni para imprecisiones pedantes disfrazadas de teorías para fomentar la autocomplacencia. La fuerza del legado de Marx ha impulsado siempre a multitud de chantas ansiosos por "superarlo", por "ir más allá" y por ejercer interminablemente una erudita ignorancia en su nombre.

Desenmascararlos es urgente, necesario y algunas veces hasta podría llegar a ser divertido, si no hubiera problemas tan graves de por medio.

David León

Bibliografía:

1) Imperio, Antonio Negri, Michael Hardt, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2002 pág. 15.

2) Entrevista L’Humanité, A. Negri, M. Hardt, 23/01/2005.

3) Imperio, Antonio Negri, Michael Hardt, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2002 pág. 278.

4) Kairos, Alma Venus, Multitudo: nove lezioni impartite a me stesso, Antonio Negri, Manifesto Libri, Roma, 2000. pág. 91-92.

5) Cambiar el Mundo sin Tomar el Poder, John Holloway, Revista Herramienta, Buenos Aires, y Universidad Autónoma de Puebla, México, Octubre de 2002 2da. Edición, pág 308.

6) Contrapoder. Una Introducción - Doce tesis sobre el anti-poder, John Holloway, Editorial De mano en mano, Bs. As. 2001, pág. 73 además de numerosas entrevistas.

7) Entrevista de Vittorio Sergi - Semanario Carta, John Holloway, 04/03/2002.

10.4.07

Otra víctima de la represión

La frase es un lugar común, ya sé, pero que se haya convertido en un lugar común es lo... ¿cómo decirlo? ligeramente inquietante.

Menos mal que tenemos un gobierno progresista y de izquierda y peperepepé. Si llegamos a tener un gobierno reaccionario no me quiero imaginar: condecoraciones al cana asesino, se decreta día de fiesta... no sé.

Es muy gracioso, si cabe el término, ver al presidente hablar de Neuquén como si fuera otra república. La esquizofrenia argentina es maravillosa, como lo único "de izquierda" permitido es el discursito, persisten las estructuras económicas ergo persiste la defensa de los intereses, ergo persiste el conflicto, ergo persiste la represión. Pero hay un discursito instalado, eso es lo bueno.

Y esta esquizofrenia lleva a compartimentar todo de una manera genial, el presidente es el presidente del discursito y lo demás lo manejan otros: la policía es incontrolable, cosa del gobernador, el ministro, el intendente, vaya uno a saber. Que alguien muera durante la represión es criticado por el presidente como si no tuviera la menor responsabilidad. Parece que matar a alguien o no no es una cuestión de estado sino más bien materia de política provincial, problemitas locales. Las leyes de tránsito son más homogéneas a nivel nacional que las políticas de represión.

Si un policía torturador puede permanecer en su puesto y matar a un manifestante por la espalda entonces cabe preguntarse qué clase de gobierno se tiene y qué es lo que se vota en las elecciones.

Y si la vida es tan importante y la violencia es lo que nos inquieta entonces ¿no cabría empezar a debatir qué tan útiles son las armas en manos de la policía? Me interesaría muchísimo saber cuántas muertes ha evitado en los últimos - digamos - veinte años y cuántas ha provocado. Como para hacer un balance de costo-beneficio. Porque a tenor de las declaraciones que hay que oír parece que la vida humana vale menos que la circulación de automotores.

Eso sí: por favor, que no vuelva la violencia ¿eh? La violencia es mala, muy mala, menos mal que vivimos en paz, aunque los que ya fueron asesinados no estén ya para disfrutarla.