17.1.11

Galasso - Altamira... y los dos modelos del capitalismo argentino.


El reciente cruce entre Galasso, Altamira y nuevamente Galasso (Severian y LR me lo hicieron conocer) me obliga a volver sobre un post que me parece tiene algo que ver con el mismo, aunque escrito antes. El post de marras puede considerarse una modesta anticipación del debate, teniendo en cuenta no sólo las posturas enfrentadas sino también que durante la discusión posterior se trajo a colación un ejemplo histórico (el ataque de Kornílov al gobierno de Kerenski) del que Altamira y Galasso también se sirven, aunque para sostener posiciones opuestas.

Sugiero leer ambas posiciones, en las que tanto Galasso como Altamira combinan aciertos con ejemplos traídos de los pelos. Altamira hace una relativa distinción entre el gobierno y la oposición de derecha, pero afirma que

(...)Pero a diferencia de éstos es el gobierno, es decir, el gerente de los negocios capitalistas y el encargado de proteger las relaciones de explotación existentes. Esto lo transforma de secundario en principal; un obrero no puede reclamar al pelirrojo o a Carrió, y sólo en un espacio limitado a Mauricio. El que no lucha contra el gobierno de turno no lucha contra el poder.

Me parece que Altamira confunde los tantos. La caracterización de una política es independiente de si ésta se ejerce desde el poder o no. Es inevitable la lucha entre los obreros y el gobierno burgués, sea cual sea su orientación, pero es la caracterización política de un gobierno burgués la que debe guiar las formas de enfrentarlo.

La caracterización política puede traducirse sencillamente como la manera de calificar las acciones del gobierno desde el punto de vista de los intereses de la clase trabajadora. Para Altamira (y para Galasso) sólo parecen existir dos posturas sin matices: apoyo o enfrentamiento. Si se tratara de esto solamente, entonces es fácil de entender que un partido marxista se declare enfrentado a un gobierno burgués, por más progresista que sea. El problema es que no se trata sólo de enfrentar sino de cómo.

Si como el propio Altamira reconoce los obreros enfrentaron a Kornílov, fue precisamente para que no se hiciera con el poder, les interesaba especialmente frenarlo aunque no estuviera ya en el gobierno, ni haciéndose aún cargo de los negocios de nadie. Pero Altamira rebaja el sentido del ejemplo diciendo que

En el ejemplo clásico de la revolución rusa, nadie puede cuestionar que el ‘enemigo principal’, durante 250 días seguidos menos dos, fue el gobierno kirchnerista ruso de Kerensky

Cuando se comparan situaciones hay que tener en cuenta en qué aspectos son comparables, y en cuáles no. Es verdad que el enemigo principal fue Kerensky, pero también es verdad que la clase obrera estaba mucho más cerca de hacerse con el poder en aquél escenario que en el argentino. Y eso no les impidió estar alertas a la posibilidad de que un general zarista quisiera dar un golpe de mano. Sólo dos jornadas, pero cruciales. Y la cita de Trotsky que hace Galasso es certera:

Por otra parte, para impedir el golpe de Kornilov es evidente que los bolcheviques debieron coincidir -desde su propia perspectiva y aún tapándose las narices- con Kerensky, que no era lo mismo que Kornilov: “No, no ha llegado el momento. Apoyad el fusil sobre el hombro de Kerensky y disparad contra Kornilov. Después, ajustaremos cuentas con Kerensky” ( L. Trotsky; Historia de la Revolución Rusa, tomo II, p. 165, edit. Sarpe, 1985).

En la Argentina de 2011, el PO no plantea -que yo sepa- otra vía de acceso al poder que las elecciones generales. De acuerdo con el porcentaje de votos que saca, es lógico suponer que al menos en el corto plazo no accederá al poder. La distancia que media entre los bolcheviques rusos y el PO en este sentido es mucha, pero Altamira -vicio perpetuo de la izquierda- habla como si la revolución estuviera programada para mañana al mediodía. No sospecha que el simple cálculo expuesto en este párrafo ya fue hecho por la prensa reaccionaria: el PO no representa ningún riesgo, y su falta de perspectiva sirve para utilizarlo como ariete contra aquellas medidas que molestan al sector más cavernario de la burguesía.

Para poder enfrentar con éxito a un gobierno populista, es necesario aprender a reconocer sus logros, que suelen suceder a épocas de retroceso profundo para la clase (como lo fue la década del '90). Altamira tiene razón al señalar los peores aspectos de este gobierno, pero falla al no tener un ojo crítico más fino cuando se trata de analizar algunas iniciativas (como la ley Recalde), analizar el conflicto con el campo (en el que el PO apenas tuvo reflejos para no apoyar a la SRA) o simplemente explicar el significativo aumento del poder adquisitivo del salario y el nivel de empleo.

Altamira dice un poco confusamente que

...orientar a las masas contra la oposición parlamentaria no les rendiría nada, por eso tampoco les interesa. Solamente en una crisis de poder se plantea la necesidad de distinguir a los campos que se disputan su resultado; en este caso, solamente en éste, hay que distinguir al enemigo, del enemigo de nuestro enemigo, y enfilar las baterías contra el primero – sin apoyar políticamente al segundo.

¿Solamente en una crisis de poder? ¿Y por qué? La caracterización política y la distinción de campos en función de los intereses de la clase obrera es algo que no depende de situaciones, deben guiar la acción siempre y en todo momento, precisamente para que la crisis de poder encuentre a la clase y su partido en condiciones de disputarlo. La arbitraria pirueta de Altamira equivale a decir que sólo hay que preocuparse por la ley de la gravedad si uno está cayendo desde un quinto piso.

En otras palabras Altamira suspende alegremente todo análisis hasta que se produzca la "crisis de poder", hasta entonces todo es muy fácil: hay que oponerse a cualquier cosa. Cuando se produzca la crisis de poder nos pondremos a hacer esos análisis tan fastidiosos acerca de relaciones de fuerza en juego y bla bla bla. Y si resulta que no son favorables supongo que habrá algún botón de "Help".

Esa parece ser la única estrategia del PO, nada de análisis ni de relaciones de fuerza, basta con oponerse a cualquier medida del gobierno sin distinciones, incluso cuando el gobierno se opuso a un lock out patronal el PO tomó prestados los ridículos argumentos de la oposición ("especie de dictadura civil"), incluso cuando desde el gobierno se propuso mayor control obrero en las empresas (proyecto Recalde) Néstor Pitrola realizó un "análisis" del proyecto que reveló su absoluta falta de conocimiento del mismo.

Semejante falta de seriedad no impide que Altamira se jacte de que su partido "maneja bien los matices" bajo las palmaditas de la prensa reaccionaria. Maneja tan bien los matices que Ramal es capaz de aparecer en los almuerzos de la anciana gorila de rostro congelado, Altamira es felicitado por el cínico Tenembaum y el PO es reconocido nada menos que por La Nación. Tanta fina distinción de matices no le deja tiempo al PO para leer correctamente el proyecto de Recalde. Se trata de errores serios en un partido que dice representar políticamente los intereses de la clase obrera. Galasso señala todo esto acertadamente.

Pero Galasso tiene problemas quizás más graves. El mayor es no poder explicar sencillamente quién mató a Mariano Ferreyra y por qué. El intento de responsabilizar al PO por la muerte de su propio militante es simple cretinismo.

Galasso interroga a Altamira, sobre si todos son conflictos interburgueses en la historia Argentina. La pregunta le permite a Galasso esquivar el análisis acerca del conflicto actual. Y el conflicto actual es indudablemente un conflicto interburgués. El error de Altamira no consiste en caracterizarlo así, sino en extraer la conclusión de que por revestir ese carácter es indiferente para la clase trabajadora. El ejemplo del conflicto Kornílov-Kerenski ilustra claramente su error: los obreros rusos estuvieron muy lejos de permanecer al margen de este conflicto interburgués.

Cuando se habla de "mandar a morir" a gente y se increpa a Altamira por este hecho se cae en un peligroso antecedente, que es el de culpar a la víctima como si sus asesinos fueran algo así como fuerzas de la naturaleza que nadie puede controlar y de las que nadie es políticamente responsable. Se dice que alguien "mandó a morir" y se lo señala con el dedo, pero parece mucho más difícil señalar a quién mandó a matar.

Severian, en el blog de Luzbelita que reproduce la carta de Galasso, ningunea alegremente:

...la presidenta está tan pero tan preocupada por la inminente revolución que mandó a sus esbirros a matar militantes del PO para tratar de retrasarla...

Hacer chistes es sencillo, lo difícil es responder quién es responsable de las acciones de la policía federal, o de las patotas asesinas en un sindicato; por qué siguen allí, por qué no es posible organizar una protesta sindical sin que corra riesgo la propia vida. Parece que pedir esto es demasiado, un exaltado reclamo de máxima que "le hace el juego a la derecha". Así que ya sabemos todos: cualquier matón puede pegarnos un tiro, es algo contra lo que lamentablemente nada podemos hacer y pedir responsabilidades o remoción de estos elementos es un delirio ultraizquierdista. Ergo, sobre quien recae la responsabilidad es sobre Altamira "que tenía que haberlo previsto".

Desde mi poco caletre me parece que no es así: si se quiere criticar al PO por no haber logrado un consenso más amplio antes de lanzar una protesta de este tipo, de acuerdo; aunque hay que entender una salvedad: muchos conflictos sindicales son puntuales y no pueden dejarse de lado simplemente por una supuesta "correlación de fuerzas" a la espera de manifestaciones multitudinarias. Quienes cortaron la vía podrán ser una minoría, sus acciones podrán ser criticables y se les podrá negar representatividad, pero ¿a quién representan las patotas sindicales?

No puede señalarse el error del PO sin antes indicar claramente quiénes son los responsables políticos e ideológicos del asesinato. No puede ser que el único político al que se nombra respecto de esta muerte sea Altamira, mientras que del lado del partido gobernante la piedra nunca llega más alto que el nombre de Pedraza.

En resumen: la posición del partido de la clase en estos casos requiere una muñeca que el PO no parece tener, pero tampoco Galasso se da cuenta de que reclamar ¡Juicio y castigo a todo los culpables de Mariano Ferreira! ¡Fuera las patotas de los ferrocarriles y de los sindicatos en los cuales aún subsistan! es incompatible con la tercera consigna que cierra su última réplica: ¡Por el triunfo de Cristina Kirchner en primera vuelta, que abre el camino hacia la profundización de un proceso de cambio a favor de la unificación latinoamericana y el avance de la clase trabajadora!

El avance de la clase trabajadora no está dado por decisiones de este gobierno sino por el inteligente provecho que saca de circunstancias sobre las cuales no tiene control, así fueron y serán todos los procesos populistas. La "unificación latinoamericana" es una frase hueca que escamotea -después de llenarse la boca de Trotsky- el problema de qué clase tiene el poder (lo que determina las condiciones de dicha "unificación"). Y las patotas sindicales de la CGT no pueden ser erradicadas por este gobierno sencillamente porque este gobierno tiene límites dictados por el interés de la clase a la que sirve, y esto sabiendo -Cristina Fernandez de Kirchner es cualquier cosa menos estúpida- que es justamente allí donde se agazapa el peor enemigo de este proyecto.

Porque no hay que engañarse: el peronismo vuelve a acumular capital político (a cuenta de los errores de la izquierda) a la espera de su oportunidad para volver a instalar el modelo africano ni bien las condiciones internacionales inclinen la preferencia de la burguesía por los negocios fáciles.