30.1.10

Defensa del piropo (dedicado a las mujeres bellas)



Persistiendo con esta mala costumbre de deleitar el morbo frente a la consagrada estupidez, vamos a encarar otro valioso aporte progre al malestar de los seres humanos. Pagina/12 (25/01/10) continúa con su campaña “Si Tienes Pene, Malo Eres”, con la que machaca el cráneo del sufrido lector masculino heterosexual, ambas condiciones merecedoras del más enérgico repudio ¿No lo creen? Ja, sigan leyendo amiguitos.

I - Frivoludeces

Se trata de otra habitual ignota que sin embargo es una de las mayores expertas en temas de género y derechos humanos de las mujeres a nivel regional e internacional, presentación que –lo prometo– se justificará largamente. La periodista Mariana Carbajal, que sirve habitualmente este tipo de platos, nos asegura de entrada una mirada rigurosa y ayuna de toda frivolidad:

Es imposible no fijar la vista en sus anteojos: tienen marco turquesa y patillas verde fluorescente. El cabello corto y gris plata, a fuerza de canas que no pretende disimular, es otro de sus sellos distintivos. Está claro que la jurista costarricense Alda Facio busca romper con los estereotipos de género

Está más que claro, pero hay que decirlo porque si no la gente no se da cuenta. Hay quien dirá que Florencia de la V lo hizo mejor, afirmación errada: Florencia de la V sólo usa anteojos convencionales.

Así que ya podemos dejar ese artículo de Rosa Luxemburgo y pasar de nivel:

…las mujeres tienen que hacer esfuerzos mucho más grandes para llegar a los mismos puestos y, una vez que llegan, se encuentran con que los hombres hacen arreglos políticos en los bares, jugando al golf, fuera del área del Congreso. Las mujeres, aunque tengan una empleada en su casa, tienen que administrar el hogar: se ha visto que las mujeres que están en cargos políticos no tienen la misma facilidad para ejercerlos que los hombres.

Llama la atención la valentía de la denuncia en medio del silencio general: los hombres hacen arreglos en los bares. Ya sé: Ud. no quiere creerlo; es muy, muy horrible. Y falta lo peor: ¡a las pobres mujeres no les dicen dónde queda el bar! O se reúnen en Los 36 Billares, pongalé, mientras a ellas las mandan a El Botín de Marito, que queda por Quilmes y encima se les rompió la heladera. Claro, uno no quiere creer semejante brutalidad, piensa que es sensacionalismo.

Y ellas por supuesto no hacen ningún arreglo, son básicamente incapaces. Inocentes como palomas, y casi igual de inteligentes, se desorientan las pobres; buscan, preguntan, miran para arriba con los papeles en la mano… En fin, miren, no quiero seguir porque en cualquier momento me compro unos anteojos turquesa y verde loro y rompo todos los estereotipos de género contra el piso de rabia.

Por supuesto: la empleada doméstica bien, gracias. Nuestra intelectual rompedora la ignora porque sin duda no es un caso representativo. Al fin y al cabo sólo sirve para lavar los platos.

Porque la gente muchas veces tiene miedo y cree que la igualdad significa tratar a las mujeres como si fueran hombres, y no se dan cuenta de que están partiendo de un estándar masculino. (…). La eliminación de la discriminación exige trato diferente para personas que están en posiciones diferentes

Clarísimo. O sea: queremos igualdad, pero no que nos traten igual porque estamos en posiciones diferentes, o sea desiguales. Mmmhhhh… No, no, es así fijate: está el feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia ¿viste? Y la verdad es que no nos pusimos muy de acuerdo sobre lo que queremos… O sea: sí, onda que queremos tipo que nos traten igual, pero no igual-igual sino con un poco de diferencia ¿Entendés? O sea que yo te voy a decir cuándo quiero que me trates igual y cuando quiero que me trates diferente… Zas! Ahí me tenés que tratar diferente! Y vos tenés que obedecer siempre si no querés ser un machista opresor. Pero ojo, tampoco me obedezcas siempre-siempre en todo porque me aburro ¿ubicás? Tenés que ser caballero y protegerme y todo, pero bueno, un poco guacho también… No, no, ojo, no te zarpes. O sea: tenés que hacer lo que yo quiero sin que te lo diga, pero tampoco siempre, porque la verdad no sé muy bien lo que quiero y me siento re molesta y me angustio no sé por qué pero NO ME BANCO MAS!!!!

¿Ves cómo sufro por la opresión?

II - Plato (quizás demasiado) fuerte

Hasta aquí puedo tomármelo con sorna. Pero lo que sigue ya no me deja así que ruego condescendencia:

–¿Cuáles son los delitos que afectan en mayor medida a las mujeres en la región?

Atenti con la pregunta, porque miren que da espacio como para explayarse con temas serios, no olvidemos que responde una “experta”:

–Todos los que tienen que ver con la violencia sexual, que van desde la violación hasta los piropos en la calle.

Sic, sic señoras y señoritas. La periodista, supongo que un poco alelada, pide confirmación:

–¿Los piropos?

–Son una forma de hostigamiento sexual que se vende más bien como si fuera algo bonito y bueno para las mujeres, pero que en realidad no deja caminar libremente: usted va pensando en su trabajo y un hombre pasa diciéndole piropos y la perturba y la saca de lo que tiene que hacer. Es una forma de agredir.


Sin darse cuenta esta mujer habla mucho de sí misma y su triste vidita. Lo malo es que en lugar de hablar por sí misma convierte su miseria en la voz de todas las mujeres y la defensa de sus “derechos”.

La periodista aún da otra oportunidad con la re-repregunta, a ver si la luminaria se da cuenta y aunque sea matiza un poco. En vano:

–¿Aunque el piropo sea lindo?

–Claro. Si les dijéramos frases bonitas a ellos no les gustaría. Casi siempre cuando una acción es unidireccional, no es buena para las mujeres…


Se me ocurren tantas acciones unidireccionales… que me las voy a callar todas.

III - La guerra del aquelarre

Ya sé que se leen estupideces todos los días, pero esto me parece especialmente dañino… y revelador de una hilacha muy larga. Creo que cualquiera se da cuenta: la condena al piropo no tiene por objeto eliminar aquello que perjudica las relaciones entre varones y mujeres, sino todo lo contrario: ataca justamente lo que conservan de bello y de bueno identificando pérfidamente ambas cosas, el piropo y el crimen. Un mensaje muy hijo de puta que no se espera ya ni de la boca del moralista más cavernario, pero está permitido para esta caterva de fascistas con pasaporte progre.

¡El piropo nada menos, que hay que ser miserable! El gatillo que puede disparar todas las aventuras, el comienzo de miles de historias, el lance desenfadado del deseo, la voluntad de romper la barrera que nos hace ajenos, el desafío y la invitación al juego más auténtico que podemos jugar. Esa poesía improvisada acaso es responsable de nuestra existencia. Y en el menor de los casos es el triunfo de la mujer, que se lo lleva en el aire con una sonrisa.

La pregunta de siempre: ¿maldad o estupidez? ¿Qué tanto de cada cosa se necesita para condenar el requiebro que dedica un varón a una mujer? ¿Y para publicar esa condena como si fuese digna de otra cosa que desprecio?

Qué pobre, pobre gente.

Así que esta reflexión va dirigida a las mujeres: a estas munificentes benefactoras que se arrogan su representación deberán agradecer lo que presiento está ya ocurriendo: varones mudos, queja ya oída en boca de algunas féminas. Pero ¿cómo sorprenderse si esta basura es el pan nuestro de cada día en Pagina/12 y otros varios medios?

Me preocupa la insulsa chatura, la falta total de belleza, la indigencia ética y estética que se propone desde la izquierda cultureta para las relaciones entre varones y mujeres. Y me temo que esto extravía a muchos. Varones que se creen emancipados de la religión no se atreven a enfrentar esta castración que les exige ser invisibles como tales; y muchas mujeres inteligentes, talentosas y bellas no tienen voz en los medios para repudiar el baboso halago del que son objeto por parte de estas ridículas brujas que se postulan como sus “defensoras”.

Están muy lejos de serlo. Esta chusma de resentidas, ignorantes y fracasadas constituyen un lobby para obtener todo lo que puedan del enfrentamiento con el varón, por eso es que en realidad no soportan ni quieren la menor igualdad. Por el contrario: plantean exigencias y “denuncias” sociales tan ridículas como contradictorias con el objeto de sancionar conductas y dictar reglas sin sujetarse al menor principio con la histeria típica de quien, habituado a la inmediata satisfacción de todo capricho, ya ni sabe qué es lo que quiere. Porque lo que quiere es nada. Para nadie.

Y es verdad que han logrado avances, pero ninguno en lo que concretamente está relacionado con la violencia o la explotación, temas que no les importan en lo más mínimo. Lo que exigen son leyes abusivas que generalmente impactan en la pequeña y gran burguesía (las “mujeres con empleada” de las que habla esta canalla), y siempre tienen que ver con la tenencia de los hijos como rehenes, el cobro de pensiones vitalicias, la explotación inmisericorde del ex marido y el odio infinito que sienten porque ningún varón en su sano juicio puede permanecer con ellas más de cinco minutos, a pesar del mandato social que obliga a ser caballeros y no decir en la cara lo que se piensa:

-A tu lado cualquier placer es imposible, porque sos horrorosa, aburrida y estúpida. Chau.

Sin embargo estas ventajas vienen con veneno: sólo se realizan en el conflicto y la enemistad, lo único que les interesa promover. El moralismo reseco del feminismo sólo ofrece a la mujer el paupérrimo halago de declararla una mártir cotidiana y señalar un culpable para todos sus problemas, reales o imaginarios: el varón. El resultado es un círculo vicioso de insatisfacción, tedio e incomprensión impuesto por este aquelarre de enanas mentales.

Este odio no se dirige tanto al varón como a la mujer que es capaz de ser feliz con un varón. La progresía feminista machaca una y otra vez con este mensaje torcido: cuanto más feliz sea la relación con el varón, tanto más merecerá para esta escoria el nombre de “sometimiento”. Varones y mujeres se declaran clases antagónicas en una caricatura tosca de marxismo transpuesto, “varón” y “opresor / agresor / violador” son sinónimos atávicos impuestos en el inconsciente social a fuerza de repetición acrítica.

Detrás de la condena al piropo se esconde una pérfida envidia hacia las mujeres que lo reciben, no por seguir las pautas de determinado modelo físico, sino simplemente porque nos gustan, falta que el resentimiento no puede perdonar. Para vaciar de piropos la calle (¿puede haber un propósito más bajo?) no pueden atacar a sus destinatarias, que la reacción de una mujer digna frente a esto no se haría esperar. Así que la emprenden con el varón, blanco mucho más accesible y dispuesto a creer que si una mujer habla con tanta soltura en nombre de todas y ninguna sale a desmentirla, entonces será eso lo que quieren: desterrar el piropo, el deseo y el placer equiparándolos de forma repugnante con el crimen y la violencia.

Y bien, el varón finalmente lo hace. Cierra Pagina/12 y en lo profundo de su ser se pregunta si no será un violador porque le gusta esa morocha de la mesa de enfrente. Y la morocha, que seguramente también ha recibido su dosis de bosta feminista diaria, lo mirará con la hostil desconfianza con que se mira a un esclavista ¿Hay que asombrarse? El tipo prudentemente calla su piropo, paga su café y se va. No se animará ya a encarar la aventura de una relación ¿Para qué? Hay demasiados riesgos. Hay un inconsciente social, una artillería legal y una agenda que esta horda de arpías ya impuso mezclando de la manera más sucia lo hermoso con lo bajo: el piropo es violación. Mejor no.

Y en medio de tantas catástrofes, de gente que muere y gente que mata, la desaparición del piropo no es algo frívolo y menor, es una pésima noticia. La noticia de un mundo al mismo tiempo violento y desabrido en el que la vieja moral asfixiante tiene ahora el estúpido nombre de “corrección política”. El arma eterna de la mísera, pequeña gentecilla que –como si nos faltaran problemas– quiere quitarnos eso que sólo podemos inventar. Si me disculpan que sea tan franco: hablo del amor.

Buenas tardes.

21.1.10

Haití y el cinismo sobrenatural



Primero un hecho que viene a cuento: entre las valiosas personas que están ayudando a gente en Haití hay sacerdotes, creo que incluso uno argentino. También seguramente habrá gente que no es siquiera creyente. Lo que quiero señalar no apunta en principio ni a sacerdotes ni a laicos, sino a gente que creo dominada por una perversa estupidez. O una estúpida perversidad. Como siempre: dependiendo del caso es difícil determinarlo.

En España

Atendamos por ejemplo a lo que dice este sacerdote católico, obispo de San Sebastián, respecto de la tragedia, transcribo exactamente el párrafo para evitar habituales quejas acerca del "contexto":

Existen males mayores que los que esos pobres de Haití están sufriendo estos días… ¿no? Nosotros nos lamentamos mucho de los pobres de Haití, pero igual también deberíamos además de poner toda nuestra solidaridad en ayudar a los pobres, nuestros medios económicos, etcétera; también deberíamos de llorar por nosotros, por nuestra pobre situación espiritual, por nuestra concepción materialista de vida, ¿no? Quizás es un mal más grande el que nosotros estamos padeciendo que el que esos inocentes están sufriendo.

Vale la pena escucharlo, porque Fritz Perls enseñaba a escuchar más allá del significado formal de las palabras.

Se percibirá que escribí el "quizás" de la última oración por mor de exactitud, pero en realidad está apenas susurrado, apresuradamente insinuado. Es evidente que este señor patina velozmente haciendo equilibrio, sabiendo perfectamente que lo que dice es una bestialidad. Primero dispara: Existen males mayores, porque eso es lo que quiere decir: 200.000 vidas humanas son un mal menor respecto de esto que yo afirmo, señores. Y luego el ridículo vaivén de "peros" y "¿no?" y "quzssss". La brutalidad se da la mano con la hipocresía en una torpe muestra de habilidad.

En buena lógica y dada esta escala de valores, los sacerdotes que están colaborando y arriesgando sus vidas en Haití van detrás de un objetivo menor, cuando deberían estar atendiendo la crisis espiritual de las señoras majas de San Sebastián, por cierto una de las ciudades más caras de España.

Me pregunto si este señor se hará alguna pregunta acerca de su propia situación espiritual, lo que sea que eso quiera decir. Yo lo llamaría decoro, o simple empatía humana. Algo así como si un marxista muy retardado dijera: "El terremoto es terrible, pero más importante es la educación revolucionaria de las masas" o alguna gárrula estupidez por el estilo que nos obligaría a hacerlo callar.

Lo peor no me parece esto aún. Frente a la lógica indignación y repudio que despertó este proselitismo desenfrenado, la derecha católica no se arredró: el sacerdote de marras retrucó penosamente adivinen qué... Exacto: que lo sacaron de contexto (no hay premio, era muy fácil). Y la cadena COPE, reducto ultraderechista gestionado por la Conferencia Episcopal denunció adivinen qué... una campaña izquierdista. Otra vez, demasiado fácil. Con esta gente todo es muy previsible.

Pero sirve para confirmar. Bien hubiera estado admitir un fallo en las prioridades, una declaración inoportuna, un error. Nada de eso, ya sabemos que esta gente es infalible.

El imperio

Hablamos de la España bruta, pero ¿qué esperar de ese circo siniestro llamado fundamentalismo yanqui? Aquí la cosa ya... qué se yo qué decir: el pastor evangelista Pat Robertson afirmó muy sereno que Haití hizo un pacto con el demonio y atrajo sobre sí el terremoto. El video es muy, muy repugnante, búsquelo el que quiera satisfacer su morbo. Y ya la estupidez y la perversidad alcanzan un punto muy cercano a la demencia, como es habitual en una sociedad cuya decadencia borra cada día más el sentido de la realidad y del ridículo.

El mundo y después...

Igual de alarmantes son las numerosas alusiones en foros y blogs de internet a "advertencias" divinas, castigos al pecado, advenimientos apocalípticos y muestras del irracionalismo más cerrilmente ignorante disparadas desde posiciones enmarcadas en ese amplio arco que une al fundamentalismo religioso, la new age, la superstición y la literatura para analfabetos.

Todo tiene sin embargo una única raíz, que –pido disculpas, voy a citar mi propio blog un par de veces– creo haber señalado en otras oportunidades: el conflicto insalvable que existe entre el idealismo y el materialismo.

Y aquí sí marco una diferencia: este conflicto sólo toca a los creyentes. La arrogancia del obispo, la demencia del pastor y los balbuceos de la superstición tienen un origen común que es la explicación de los fenómenos reales a partir de causas situadas fuera de la realidad. Supongo que el sacerdote que va a Haití y da una mano, por muy convencido que esté de la verdad de su religión considera sin duda que es más valioso eso que hace que ponerse a rezar; o que al menos ambas cosas están en un mismo plano. Y tiene razón. Cuanto más urgente el problema, cuanto más desesperante es la situación y dolorosa la tragedia, más necesidad tenemos de actuar sobre la realidad, porque el edificio que se derrumba sobre el niño es dolorosamente contundente, pertenece exclusivamente a este mundo.

Me alarma tener que escribir esto: el altísimo costo en vidas y dolor que produce el terremoto tendría que despertar nuestra urgente necesidad no de remediar ninguna "pobre situación espiritual" sino nuestro insuficiente conocimiento respecto de la prevención y detección de estas catástrofes, sin mencionar la escasez de recursos y la pobreza que agravan la tragedia. La mención del espíritu y sus prioridades cuando se está hablando de un terremoto con cientos de miles de muertos, de cuerpos reales que sufren, muestra claramente que lo que deshumaniza no es la razón sino su ausencia.

Lo intangible

Se dirá que la solidaridad es un valor inmaterial, que hay una disposición necesaria para ayudar y que esa disposición es espiritual, intangible. Responderé que la razón es igual de intangible, pero está formada a partir de la praxis concreta: sé lo que es el dolor porque puedo imaginarlo, y puedo imaginarlo porque yo mismo soy capaz de experimentar dolor. Cuando sufre el prójimo, todos sufrimos algo no por ninguna voluntad trascendente sino porque compartimos con él una realidad.

La única forma de insensibilizarnos frente a ese dolor es rebajarlo a la categoría de un fenómeno producido por fuerzas misteriosas contra las que nada podemos hacer, o que no nos es permitido enfrentar, o que expresan una voluntad trascendente que en última instancia es misteriosamente justa: se lo merecían por sus vidas pasadas, porque hicieron pactos con el demonio, o no es para tanto porque lo importante es la vida futura. De allí al cinismo hay nada.

Lo que aquí se llama "intangible" o "espíritu" o acaso "moral" es la razón bien entendida: actuar aquí y ahora, curar la enfermedad, enfrentar el caos, corregir. Por eso el mal y la estupidez son siameses casi imposibles de separar, aunque el perverso sea muy inteligente en realidad es profundamente estúpido. También por eso lo que llamamos "inteligencia" es en última instancia imposible de medir, porque involucra valores.

Y ya que estamos...

Me gustaría que alguien mencionara ahora el famoso "diseño inteligente". Dada esta catástrofe parece que el diseño tiene fallas serias. Y actuar aquí y ahora no es otra cosa que (insistamos) enfrentarlas, corregirlas; según el sacerdote ultra: oponerse al (o al menos omitir temporalmente el) designio divino, palabras con las que define la obediencia a su propia voluntad.

El creyente que actúa de buena fe tiene al menos que poner en un mismo plano el aquí y ahora con el trasmundo; lo escribió una vez un católico que aprecio, que afirmó algo así como que era necesario rezar como si actuar de nada sirviera, y actuar como si rezar de nada sirviera. También escuché a un rabino decir que había que ayudar al prójimo como si no existiera ningún dios, afirmación peligrosamente materialista. Y justa.

Pero ocurre que si se actúa todo el tiempo como si no existieran dioses, uno se convierte sencillamente en un... ateo.

Innecesario, pero necesario

Hagamos algo por Haití, donemos lo que podamos aunque parezca poco. Sí, también: exijamos que la ayuda llegue, que no se la afanen; que haya más comida, más medicinas, y menos tropas.

Pero entretanto compartamos algo de lo que tenemos, que inesperadamente es mucho.

15.1.10

Mira por donde, Paraguay



Ayer

La historia de Paraguay parece partida brutalmente en dos. Desde 1862 con el gobierno del mariscal Francisco Solano Lopez llegó a tener una industria pujante, hornos de fundición propios, y fue el primer país de Sudamérica capaz de construir sus propios trenes.

Obviamente la corona británica no podía permitir semejante barbarie, término que como todos sabemos designa a aquellas acciones cuyo carácter revista peligro para los bolsillos de la gente importante. Imagínense: un país que no se endeuda con empréstitos de la banca inglesa, no consume los tejidos de Manchester y se atreve a tener industria propia, un escándalo. El representante de su graciosa majestad británica en Buenos Aires, Edgard Thornton escribía al Foreign Office desde Asunción el 6 de septiembre de 1864 haciendo votos para que la guerra de exterminio contra el Paraguay instaurara de una buena vez la “libertad comercial” en ese pueblo al que tildaba de "ignorante", "que se siente feliz con su tiranía y se cree igual a los más poderosos".

Creerse igual a los más poderosos es un grave, gravísimo error.

Y nuestro inefable "padre del aula", Dominguito Faustino de los amulatados belfos, se expresaba en ese sobrio estilo tan caro a los amantes de la civilización y enemigos de la barbarie:

Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y colonial... Son unos perros ignorantes... Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda esa excrescencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse. (Sarmiento en carta a Mitre. 1872. Artículo de "El Nacional", 12.12.1877).

El carácter lacayuno de nuestra oligarquía quedó entonces más que demostrado: la deshonrosa Guerra de la Triple Alianza a la que nos arrastró el mitrismo cipayo de la mano del inglés diezmó la heroica resistencia paraguaya, destruyó adrede sus pujantes industrias para dejar paso al "libre comercio" de las mercancías europeas. De paso esta contienda sirvió para desangrar estúpidamente a nuestro propio país, que de esa guerra miserable no obtuvo absolutamente nada. Especialmente doloroso es el recuerdo de la terrible batalla de Acosta Ñu, en el que para nuestra vergüenza miles de niños paraguayos fueron masacrados por las tropas mercenarias de la oligarquía porteña aliadas al imperio esclavista de Brasil.

Hoy

Así las cosas, Paraguay, que había sido una potencia económica, quedó convertido en un oscuro lugar en el que nada pasa, un país amateur sin más instituciones que el poder omnímodo de una oligarquía minúscula cuya expresión política fue la dictadura de Alfredo Stroessner primero, y una democracia trucha, manipulada e inestable después.

La barbarie unitaria, precursora de la sumisión al imperialismo, dejó su huella deforme: Paraguay es hoy uno de los países más pobres de Sudamérica (lo que ya es decir) y el mundo, y también uno de los más desiguales: la renta nacional se divide entre una minúscula oligarquía propietaria y una masa de pobres, en su mayoría de origen campesino ya que en el país que construía trenes durante el siglo XIX, la industria es hoy prácticamente inexistente.

Existe una economía informal instalada como parte de la supervivencia de amplios sectores de la población, la desnutrición infantil es preocupante: el 76% de las muertes infantiles por enfermedades infecciosas se vinculan a cuadros de desnutrición y el 14,6% de los niños menores de 5 años tienen una talla baja para su edad. La pobreza alcanza alrededor del 40% de la población, todos datos oficiales.

Y esto no ocurre porque el país carezca de recursos: Paraguay es el sexto productor mundial de soja y el cuarto país exportador del mundo, también un importante proveedor de carne vacuna en la región. Pero tal como en Argentina, se trata de recursos concentrados en pocas manos, y esas pocas manos parecen ser la única "patria" que importa.

A pesar de este cuadro de situación, que no es nuevo sino que se arrastra desde que la feliz civilización llegó a redimir a esos guaraníes ignorantes, en Paraguay no se han registrado prácticamente movimientos de resistencia armada al poder establecido. A duras penas la población ha intentado expresarse a través de un sistema político casi monopolizado por el Partido Colorado (nombre histórico ya carente de sentido, que por otra parte no necesita ya que su ideología es la mera defensa del orden establecido). La reciente designación del ex obispo Fernando Lugo muestra el intento de la población de salir de ese clima asfixiante a pesar del férreo control que se ejerce sobre el sistema político desde el poder económico.

Por el contrario, son habituales los abusos y violencias contra la población pobre, principalmente campesina. Las comunidades campesinas que intentan organizarse soportan toda clase de desmanes, robos y crímenes por parte de terratenientes que cuentan –situación similar a la de las zonas más pobres de Brasil– con guardias armadas fuera de todo control del estado, por lo que la palabra "democracia" es más bien una cortesía destinada a satisfacer estadísticas. Existen incluso tropas norteamericanas que operan en suelo paraguayo como asesores de estas bandas criminales.

¡Violencia, qué horror!

En este contexto surgió recientemente una noticia: al parecer un grupo denominado EPP (Ejército Popular Paraguayo) secuestró a un rico hacendado y lo obligó a repartir carne entre una serie de comunidades en las que la extrema pobreza se ceba a diario.

Que se trate de carne no es casual: cuando yo era chico tenía varios amigos paraguayos, o hijos de familias paraguayas afincadas en Argentina; y me sorprendía que mientras las quejas por la situación económica eran habituales en cualquier familia, para los paraguayos "argentino" era casi sinónimo de "rico", aunque se tratara de argentinos modestos. La razón principal era que una familia argentina consumía carne habitualmente, lo cual en Paraguay es un lujo prohibido para la mayoría de la población.

Las reacciones no se han hecho esperar: escándalo, alarma, rechazo a "la violencia". Es terrible que se secuestre a alguien, es terrible que se lo obligue a desprenderse de parte de sus bienes, es todo muy terrible. Sólo que al parecer es la primera vez que en Paraguay alguien es desposeído por medio de la violencia. Ante esta reacción lo primero que uno piensa es que Paraguay es un maravilloso país en el que la violencia se desconoce por completo, donde cada uno de los ciudadanos tiene pleno derecho a un desarrollo autónomo y libre, donde no hay un solo niño desnutrido y donde a ninguna familia le falta el pan en la mesa.

El presidente Lugo y todo el poder político han tomado cartas en el asunto con premura: se declarará el estado de excepción. Las comunidades que hayan aceptado la carne provista por el EPP (sólo una se negó a aceptarla) ya son objeto de severas sospechas.

Antes de esto, el poder político ni se alarmó, ni movió un dedo frente a la miseria y la violencia imperantes. El estado de excepción no fue declarado cuando el niño Silvino Talavera murió a causa de agrotóxicos y su hermano fue descuartizado por paramilitares a modo de advertencia frente a las denuncias, ni cuando las organizaciones campesinas denunciaron más de 30 desapariciones y muertes, ni cuando terratenientes sojeros brasileños atacaron a campesinos paraguayos; ni durante otros muchos episodios en los cuales se robó la propiedad de gente que ciertamente ya tiene muy poco.

Y "todo el poder político" incluye a la "izquierda", que se ha apresurado a emitir su declaracioncita de horror, gritando con más fuerza que nadie su escandalizada indignación, no vaya a ser que alguien se confunda. Se lee en Página/12 14/01/10 que

El Espacio Unitario Congreso Popular (EUCP), que agrupa siete partidos de izquierda, emitió ayer un comunicado. "Repudiamos el secuestro y la extorsión, más aún si ellos son considerados medios de 'lucha social'. Los derechos sociales de las mayorías no serán realizados por medio de 'cortesías' o regalos de delincuentes, sino por medio de la lucha democrática de las grandes mayorías por la igualdad y la equidad".

Uno puede imaginar a estos imbéciles mirándose entre sí con el ceño fruncido en reconcentrada seriedad y asintiendo con la cabecita: ¡sí señor, delincuentes! ¡eso es lo que son!

Ni media palabra de lo que ocurre en Paraguay desde hace décadas. Ni una mención de autocrítica de estos señores, que al fin y al cabo se supone están en el Parlamento para representar a y servir a un pueblo que ciertamente no vive fácilmente. Ni siquiera una reflexión mínima sobre las causas sociales por las que esto pueda estar sucediendo. La condena a la metodología del grupo sin la más leve mención a las habituales metodologías por las cuales se deja a amplios sectores del Paraguay en la miseria denuncia al hipócrita, al farsante, al "izquierdista" a sueldo del estado burgués.

Tolerar plácidamente la violencia cotidiana contra un sector de la población y alarmarse como una señora gorda cuando de ese sector surge un intento de respuesta luego de más de un siglo de sufrimiento es transmitir un mensaje claro: los débiles a callarse y a aguantar. Con la careta sonriente de la democracia se promueve el totalitarismo más feroz. Si estos miserables son de "izquierda", yo no lo soy.

Y sin duda, quienes integran el Ejército Popular Paraguayo puede que estén muy extraviados, puede que efectivamente se crean Robin Hood, puede que no tengan la menor formación y que estén simplemente desesperados. O no. Se les pueden formular todas las críticas que se quiera, pero olvidar el contexto en el que esto ocurre es sencillamente ejercer una perversa hipocresía. Y en el contexto paraguayo, si hay que elegir me quedo mil veces con el Ejército Popular Paraguayo antes que con la parla parlamentaria de estos paniaguados que gritan cuando no callan.

Proveo entonces mi granito de arena para explicar las causas de este alarmante fenómeno de violencia: el EPP está financiado por el oro de Moscú... ¿No? Ehmm… ¡Ah! no, no... ¿El judaísmo internacional? ¡No, tampoco! Ehmmm...

¿Alguien tiene una respuesta?

5.1.10

¡Más Obamalabarismos!



La paz

Barack Obama es un tipo inteligente, no cabe duda. El Nobel de la Paz que recibió no le impidió esgrimir reflejos de prudencia, gestitos de modestia, guiños de simpatía. Atildado y políticamente correcto, Obama demuestra estar a la altura de su misión histórica: hacer durar el capitalismo todo lo que se pueda. Hay que admitirlo, lo hace bien.

Ante todo aclaró que "mis logros son escasos" en comparación con "gigantes de la historia" que lo recibieron antes que él, como Albert Schweitzer o Nelson Mandela. Podría haberse pasado de vivo mencionando a otros gigantes del pacifismo como Henry Kissinger o Menahem Begin; demostrando que al fin y al cabo se trata de un premio que podría ganar hasta Lord Darth Vader, llegado el caso.

El longilíneo morocho prosiguió: "Además hay hombres y mujeres en todo el mundo que están en prisión o son golpeados por buscar la justicia. No puedo replicar nada a aquellos que piensan que esos hombres y mujeres (...) merecen este honor mucho más que yo".

Bien ahí, como para demostrar que el hombre no es ajeno a lo que ocurre en el planeta. Seguramente no hay ni una sola persona que esté en prisión o sea golpeada bajo su responsabilidad, pero no nos vamos a detener en tanto detalle, tampoco la pavada.

La violencia

Como sea, el hombre no rodea pantanos: con la frente bien alta y mirando hacia adelante inmutable como una estatua de bronce (pero buenita) metió los zapatos relucientes en el barro profundo: reconoció que mucha gente cree que no merece el premio porque es el presidente de un país que libra dos guerras y acaba de ordenar el envío de otros 30.000 soldados a Afganistán.

Como el mundo está lleno de obtusos Obama explicó con paciencia: la gente debe aceptar la "dura verdad" de que la violencia no puede erradicarse y que a veces es necesario que los países vayan a la guerra para proteger a sus ciudadanos. La guerra a veces "no sólo es necesaria sino también moralmente justificada".

Por suerte nadie tuvo el mal gusto de repreguntar, que al fin y al cabo nadie estaba allí para eso; y por otra parte estos obamalabarismos son bastante más sustanciosos que lo que recibimos de los políticos burgueses de turno. Pero de todos modos me gustaría saber qué país manda tropas al otro lado del planeta "para proteger a sus ciudadanos". En última instancia me parece que este razonamiento suena mucho más creíble en boca de quien pelea una guerra en su propio país contra un invasor extranjero.

Y no es que yo tenga ni una mínima simpatía por los talibanes, esos atrasados cabezas de trapo armados por la CIA que ahora decidieron volverse una piedra en el zapato yanqui; sólo constato que ellos podrían –y con mucho más fundamento– repetir el argumento del americano, sobre todo si se tiene en cuenta que el gobierno afgano –una entelequia palaciega, violenta y corrupta que sólo existe gracias a varios ejércitos de ocupación– debe mantener golpeados y encarcelados a más de cuatro.

La violencia violenta

Quedémonos entonces con el concepto: la violencia es a veces necesaria, y puede estar moralmente justificada... lo cual no deja de confundirme ¿No era que la violencia es mala venga de donde venga? Ni bien alguien alza la voz para defender el derecho a la resistencia de los más pobres aunque sea a pedradas, es inmediatamente tachado de sanguinario y acerbo extremista. Estrellas de la literatura drugstore y mandarines de la filosofía correcta se encargan de las indispensables impugnaciones, con amplia cobertura de los medios. Cuento en este menesteroso blog un sinnúmero de intervenciones de este tipo.

Es necesaria pues una pequeña aclaración: la violencia está moralmente justificada cuando la practican profesionales: ejército, policía, agencias de seguridad privada, mercenarios o incluso patovicas de discoteca. Y más importante, cuando la sufren los previsibles: pobres, descontentos y gentes que viven en lugares desangelados como África, Palestina o Fuerte Apache.

En cambio la violencia en manos de desharrapados se vuelve fea, inelegante, poco seria. Es una violencia inmoral, injustificada, inesperada sobre todo. En definitiva: una violencia violenta.