24.7.08

Riga - Letonia

Como fotógrafo – como casi todo, bah – no soy más que un amateur empeñoso. Toco de oído, experimento, aprendo con más maña que técnica y lo disfruto lamentando no hacerlo mejor. Particularmente acentuado este sentimiento me asaltó en Riga.

Riga es una ciudad tal como se la imaginaría cualquiera con un poco de vuelo: chica, rara, sofisticada como un juguete. Los países bálticos son poco conocidos, y como en todos los países al borde de Asia, Europa se siente de una manera sofisticada pero también un poco oscura. El clima es muy nórdico, varias veces mi dama y yo vimos el crepúsculo alargarse hasta la medianoche. Hay muy pocos turistas incluso en la temporada alta, lo que es de agradecer; y es una pena que este post conspire contra la magia de Riga dándola a conocer, pero confío en que el lector sensible entenderá de qué hablo.

Vamos a ver un poco de su ruta art nouveau, un art nouveau llamado también ecléctico o jugendstil, característico de principios del s. XX. Según la UNESCO los ejemplos que se conservan en Riga son los mejores de Europa. Teniendo en cuenta que muchas ciudades sufrieron durante la Segunda Guerra yo francamente me imaginaba dos pavadas más o menos vistosas, pero me equivoqué: el cuello se nos resintió de tanto caminar mirando para arriba.

Muchos de los edificios que se ven en esta ruta deben su apariencia a un arquitecto cuyo apellido sonara familiar: Mihail Eisenstein, que era efectivamente el padre del cineasta.

Algunos de los edificios tienen una tendencia futurista, por ejemplo la fachada de 1905 de la Stokholm School of Economics. Caminando por Strelnieku Iela (iela significa calle en letón) uno se topa con esto:


Es un bonito ejemplo de cómo influyen en el arte las condiciones sociales: el art nouveau era justamente "arte nuevo" y por eso une aquí diseños del s. XIX a imágenes futuristas inspiradas por el impulso industrial.

Algo parecido puede verse en otra casa restaurada por Eisenstein en Elizabetes iela, con el mismo tema:

Algunas fachadas parecen más sobrias...


...pero mirando detenidamente el tono apolíneo es sutilmente roto por algunas apariciones que parecen duendes:


Es llamativa la expresividad de las figuras, muchas vinculadas con lo dramático:


Y en una esquina uno se pregunta como la humanidad puede tanto y al mismo tiempo tan poco:



(Me encanta el azul del cielo reflejado en las ventanas, el amarillo, la expresividad de los relieves, hasta el marco verde de los árboles es afortunado).

Nos acompañaron varios misterios. No me explico por ejemplo por qué esta esfinge tiene semejante nariz:


Me parece muy provocativa y no sé nada de arte egipcio... Además esa nariz creo que la hace muy poco egipcia... ¿Alguna idea?

A la vuelta de una esquina, te espera una mujer inesperada:





Recorrimos empedrados numerosos, visitamos bares extraños, nos perdimos en largos crepúsculos de callecitas chicas, encontramos muchas preguntas y quizás nunca nos besamos en Riga.

Es posible que haya sido un sueño.

11.7.08

Sal en el agua

El problema no es que el mundo ande mal, el problema es que hay gente que lo quiere aún peor.

Y quienes lo quieren peor no son ni siquiera necesariamente los privilegiados de la Tierra. Miremos alrededor.

Los dueños del mundo son muy pocos, pero tienen un aliado muy poderoso en nuestra miseria. Lo que llamamos "clase media" está formado por gente que en el fondo no sabe qué mundo quiere, porque teme desaparecer. Teme ser devorada por la desesperación de los excluídos y teme ser aplastada por la ambición de aquellos a quienes admira. Gente que no existe y quiere existir y se les va la vidita en eso. Sal en el agua.

Apenas cuentan un poco más que los ochocientos millones de hambrientos en el mundo pero el horror que sienten al pensarlo los eleva en sobrehumano esfuerzo a un vuelo de gallina. Capitalismo sí, pero no crisis por favor ¡queremos existir! ¡Queremos nuestro autito y nuestro fin de semana!

Gente mística que de todo hace una religión: el dinero, el IPhone, la iglesia o la TV, fantásticos sueños sensatos. Hable uno vagamente de otro orden posible, de un mundo un poco más lógico o al menos de disminuir la chifladura y la barbarie: verá asomar una turbia desconfianza en esos ojos. Antes de pronunciar palabra basta con mirar las pupilas para conocer de antemano la respuesta mezcla de temor y temor y miedo a que las hordas le quiten lo poquito que ha logrado juntando tanto.

Están militarmente listos para hacer el ridículo. Véanlos protestar porque el gran capital robó sus ahorritos. Véanlos ahora protestar porque el gran capital es la patria. Vean a los "pequeños productores", nombre falso que se ponen los pequeños acumuladores de dinerito que quieren devenir grandes acumuladores de divisas gracias a la acumulación. Vean a los pelotudos de la ciudad de Buenos Aires, esa melancólica picadora de carne que enlata su producto en dos y tres ambientes con balconcito francés. Vean como salen las señoras con la cacerolita que compraron en Carrefour y sus cornudos a remolque. Gritan con el falsete imbécil de quien no sabe gritar, les tiembla de rabia el débil menton y su furia es tan gigantesca como su insignificancia.

En el momento en que uno de ellos lee un texto como este sienten la desesperada necesidad de devolver la pelota: "¿Y vos? Vos querés esto y aquello, vos me querés robar, vos querés quedarte con todo, vos querés estatizar, poner todo bajo el estado y sentarte encima y ser el dueño del mundo ¡Te descubrí, te descubrí!".

Perspicacia que otorgan los valores.

El pronóstico no es optimista ni pesimista. El ser humano es fantásticamente variable, lo suficiente como para que la existencia sea un absurdo maravilloso. En estos momentos la férrea mezquindad ahoga todo intento de rebelión. Podemos pensar, sí. Podemos escribir. Pero no podemos romper los elegantes escaparates.

Cada uno sabe para quién escribe. Cada día que pasa nos parecemos más a ese que va a morir y ciertamente desear un mundo menos feroz es muy poco.

Pero es mejor que nada.