22.4.08

Psicología, comunión y masticación (je)

I - Psicololós

Recientemente en el blog del camarada Severian se inició una interesante discusión acerca de la psicología y el psicoanálisis. Para los que militamos en las filas del pensamiento racional visto como bien cada vez más escaso, debatir con un psicololó posmoderno es como debatir con un creyente, con la salvedad de que al menos el creyente tiene claro que lo suyo es creencia, mientras que el psicololó no tiene claro absolutamente nada, pero hace de la inevitable incoherencia una virtud.

Así las cosas, uno se empeña en rescatar de la psicología - y aún del psicoanálisis - aquellos aspectos compatibles con el pensamiento racional; pero como sucede siempre que uno se mete con cualquier secta - y más si se trata de una secta lucrativa - se ve expuesto a críticas tan feroces en la forma como insustanciales en el contenido. Estas críticas no merecen nuestro interés ya que están más dirigidas a atacar que a razonar.

II – Psicología de verdad

Pero quiero romper una lanza por una corriente de la psicología que me parece interesante, y tanto más interesante me parece por el esfuerzo que pone en la coherencia y la racionalidad. Sacerdotes y malos poetas ya tenemos demasiados, pero yo quiero hablar de la gestáltica.

Antes de continuar aclaremos: en la gestáltica pueden también asilarse miles de chantas, como en cualquier disciplina. Y más tratándose de disciplinas cuyo objeto de estudio es algo tan complejo como el ser humano, rondado siempre por la filosofía y en peligro constante de caer en la metafísica ante la falta de datos consistentes. Pero me atrevo a decir que será mucho más difícil encontrar chantujes en la gestáltica que en el lacaneo macaniano.

La gestáltica intenta explicar el comportamiento humano a partir de un modelo aparentemente sencillo: toda conducta humana está destinada a resolver una tensión. Las tensiones que convergen sobre un individuo pueden ser nuevas o de antigua data, total o parcialmente convergentes o divergentes, contradictorias, débiles o fuertes, pueden representar amenazas reales o ficticias, deseos imposibles, antiguas o recientes frustraciones; pero de la resultante entre todas esas tensiones surge nuestra conducta y nuestras sensaciones. La gestáltica no desecha analizar el pasado del sujeto o sus sueños si es necesario, pero no bucea obsesivamente en ellos por principio; más bien se centra en el "aquí y ahora" del individuo e intenta dejar claras cuáles son las tensiones no resueltas que le hacen gastar un montón de energía inútilmente, y que son las que normalmente derivan en depresiones, ansiedades, derrumbes, etc.

Sin demagogia, la gestáltica pone al sujeto frente a sus propios problemas e intenta que el sujeto mismo los enfrente con entera libertad, pero también con entera responsabilidad, combinación poco frecuente. Para pintar en pocas palabras a la gestáltica digamos que su fundador y principal teórico Fritz Perls decía jocosamente que "El psicoanálisis es una enfermedad que pretende ser una cura".

III – Loquitos

Voy a contar un pequeño episodio en el que la gestáltica me iluminó sorpresivamente. Hace unos años, al sentarme en una mesa de la vereda a tomar un cortadito encontré un volante sobre la mesa, y como yo leo hasta los cartelitos de cerrajeros le pegué una ojeada. El contenido había sido escrito por uno de estos grupúsculos católicos ultramontanos que combinan una mística extenuante con la grisura intelectual más depresiva, nada nuevo hasta aquí. Entre imágenes de estampita y alaridos estilísticos de esforzada redacción ("¡Quien no quiera conocer la verdad, que no me siga!") los iluminados de marras planteaban - entre variados desvaríos - una urgente cuestión: la del modo correcto de comulgar.

No soy ducho en estas cuestiones y creo que recibiré correcciones, pero grosso modo y tal como lo entiendo el acto de comulgar consiste en recibir del sacerdote una delgada porción de masa (llamada hostia) que el fiel ingiere. Este alimento representa el cuerpo de Cristo. Ahora bien, existen dos formas de recibir este sacramento: la hostia puede ser dada por el sacerdote directamente en la boca del fiel, o bien el fiel puede tomarla en su mano e ingerirla él mismo.

Más de uno se preguntará a santo de qué todo esto, yo replicaré que esperen, que tiene su miga. Síganme, no los voy a defraudar.

Resulta que al parecer la última práctica (tomar la hostia con la propia mano) es acerbamente criticada por los sectores más tradicionalistas de la iglesia (a pesar de que curiosamente dicha práctica es en realidad más antigua, y este detalle tiene su importancia). El volantucho de marras advertía contra esta práctica de manera tonante con argumentos de peso, como por ejemplo que "al recibir la hostia en la mano, un falso fiel puede no ingerirla sino llevársela en el bolsillo para practicar luego con ella ritos satánicos". Según esta gente la hostia debía tomarse con la boca directamente de manos del sacerdote según el uso que se ha vuelto tradicional.

Entiendo que los lectores estarán adivinando que quien garrapatea estas líneas es un masoquista conceptual, un perverso que se regocija en la demencia y un cultor de manías malsanas. Algo de eso hay. Pero fíjense que yo no estaba menos atónito que los lectores. Pensaba - porque soy de los que piensan que todo tiene una explicación - qué habría en la cabeza de esta gente, ¿cuál podría ser la razón de semejante delirio? La insania mental me parecía una explicación muy fácil, había demasiada energía puesta en semejante gansada. "Gansada será para Ud." me dirán los creyentes, "Jack, déjese de huevadas o le va a agarrar la demencia a Ud. también" me dirán otros. Esto último es más o menos lo que pensé en el momento y arrojé el volante suspirando mientras revolvía el cortadito.

IV – Psicología rumiante

Tiempo después, y olvidado ya el volantito leí un interesante artículo de Fritz Perls en el que hablaba de un acto tan cotidiano como el de comer. El hombre decía esto: cuando nacemos no tenemos dientes, nuestra forma de incorporar alimento es mediante una succión de la mama. Este hecho refuerza la falta de separación clara entre el hijo y la madre: en el útero el niño está unido a la madre por el cordón umbilical a través del cual le llega alimento, constituyendo más o menos un solo cuerpo. Al nacer la relación cambia, pero permanece sutilmente similar: el alimento pasa de la madre al hijo ahora por vía oral, pero de manera casi igual de directa. No hay masticación, no hay ningún proceso de transformación: la leche pasa de la mama a la boca, el bebé succiona y traga.

Perls decía que la aparición de los dientes y el acto de masticar constituyen una afirmación del individuo, porque ya no incorpora el alimento de manera directa sino que antes lo mastica, es decir: lo procesa. Masticar es transformar algo que viene de fuera para poder incorporarlo dentro nuestro, y es por eso un acto de individuación. Cuando el niño comienza a masticar ya no está más unido a la madre por la mama sino que es capaz de tomar alimentos sin procesar, procesarlos él mismo e ingerirlos. Tal habilidad lo reafirma en su sensación de identidad, porque comienza a actuar como un individuo que debe decidir lo que es bueno para él y lo que no.

El acto de masticar además permite algo tan importante como la degustación. La degustación nos indica si lo que comemos es agradable y apto o no, esto es: entrena nuestro juicio crítico. No hay ninguna diferencia con el pensamiento. Nietzsche decía que el espíritu es como un estómago, y tenía razón. Una idea debe ser procesada e incorporada por nosotros. Tenemos que degustar las ideas, analizarlas, percatarnos de que son buenas antes de hacerlas parte de nosotros, de nuestro sistema de valores. Las ideas deben masticarse.

De hecho en el lenguaje se han incorporado numerosas expresiones que vinculan el masticar con el juicio: “tragarse” una mentira o “comerse” un verso es un sinónimo de no haber ejercido el propio juicio crítico. Decir de alguien o algo “no lo trago” significa que no acabamos de aceptarlo. Tener buen o mal “gusto” significa gozar o no de cierto discernimiento estético. “Rumiar” una idea significa exactamente eso: procesarla mientras decidimos si es aceptable o no. Estas expresiones son válidas incluso en otros idiomas.

Para hacer todas estas cosas tenemos que ser adultos, tener un juicio crítico formado, tener dientes y muelas conceptuales tan robustos como los de la boca. Tenemos que masticar las ideas si queremos entenderlas y decidir, tenemos que rumiar los juicios para poder calificarlos.

V – No tan loquitos, my friend…

Y hete aquí que un día en el que comentaba estas interesantes teorías de Perls con una dama a la que intentaba conquistar con estos modestos entretenimientos, recibí el siguiente dato: “Al tomar la comunión una de las reglas que debe seguir el fiel es que la hostia debe tragarse sin masticar”.

Ajá, pensé yo, mire qué cosa tan interesante. Si alguien quiere aprender algo de psicología puede conversar un ratito con cualquier sacerdote de la religión que sea. Y luego reírse del tío Sigmund.

La hostia no se mastica, esto es: se recibe tal y como viene de la mano del sacerdote y se traga. Sin masticar, sin procesar, sin degustar ni analizar. Lo que se le exige sutilmente al fiel – y muy especialmente al niño – es que suspenda su juicio crítico, que se trague lo que viene así como viene y punto. El que crea que este simbolismo no es fuerte y no tiene consecuencias tiene poca visión para el detalle, y es en el detalle donde se trabaja para la sumisión. Trágate esto, hijo mío. Y calla.

Por eso el temita de comulgar en la mano o no tiene su trasfondo ideológico, y está relacionado con el poder del sacerdote. No es raro que los sectores más histéricos de la religión teman que alguien “practique ritos satánicos”, al fin y al cabo la definición de “satánico” es “desobediencia al sacerdote”. Se recibe de la mano del sacerdote y se traga sin masticar, así como viene.

VI - Pero... ¿qué es lo que se traga?

Cuando Jesús ofreció el pan y el vino como su carne y su sangre obviamente no se refería a lo material, no intentaba confundirse con una baguette. El significado profundo de la palabra “comunión” significa compartir e incorporar una serie de valores, un cuerpo de doctrina, hacerlos carne e identidad. De hecho la palabra “comulgar” se utiliza en el lenguaje no religioso para indicar que se comparten o no determinadas ideas.

La pregunta es entonces ¿masticamos o no? Y yo creo que la respuesta es: sin masticación no hay comunión verdadera posible. Para comulgar es necesario masticar, procesar, someter a juicio crítico, analizar y cuestionar. Sólo así estaremos seguros de que compartimos el mismo pan

Propongo esta modesta idea para su masticación.

13.4.08

¿Lucha de clases? ¿Cuál lucha de clases? III

El conflicto con “el campo” en Argentina se inscribe en un proceso global de escalamiento de la lucha de clases. Para quien lea esto como una perspectiva optimista tengo malas noticias: se trata de un escalamiento llevado adelante por la burguesía que hunde aún más a las clases trabajadoras y hace más urgente que nunca la toma de conciencia rigurosa y sin concesiones de la gravedad del problema.

La gravedad del problema viene dada porque en este caso lo que existe es una presión mundial al alza en el precio de algo tan básico como los alimentos.

Hace un tiempo un blogger me espetó una frase que decía más o menos esto: un plato de comida no puede ser el objetivo de un programa político. Como para cualquier integrante de la pequeña burguesía acomodada el plato de comida es algo dado, algo por lo que no hay que luchar, algo sobreentendido. Para mucha gente es así hoy aún, pero existe un serio riesgo de que ya no lo sea.

La Argentina es un país con soberanía alimentaria, privilegio poco común en el mundo. Soberanía alimentaria significa que el país es capaz de autoabastecerse de tantos alimentos como sean necesarios para garantizar una dieta completa: leche, carne, hortalizas, frutas, etc. Todo se puede cultivar en el suelo argentino, ergo no necesita importarse ningún alimento.

Pero la propiedad privada de grandes extensiones de suelo en un sistema capitalista se está revelando como lo que es: el paroxismo de la locura. Recuerdo a cierto jefe indio de América del norte, quien envió una carta al presidente de EEUU explicándole que la propiedad privada de la tierra se le hacía algo con tanto sentido como la propiedad privada del aire. Si la tierra es un bien sin el cual nadie puede vivir ¿cómo es posible que alguien pueda ser privado de ella? “La tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a ella, porque de ella dependemos”.

Uno de los disparadores es el encarecimiento del petróleo, que incide en todos los costos indirectos relacionados con la logística. Pero también la necesidad de biocombustibles y la perspectiva de escasez es lo que está llevando progresivamente los precios al alza. En Haití ya ha habido manifestaciones (con sus correspondientes e infaltables muertos) por este encarecimiento.

En Argentina se nos quiere hacer creer que hay una pulseada cuando ya no la hay: el precio de numerosos alimentos ya ha subido y no bajará. La imbecilizada “clase media” verá sufrir su bolsillo en beneficio de quienes apoyó, como siempre le ha pasado y siempre le pasará en su eterno papel de cornuda de la historia. Pero aquellos que están muy cerca de no tener nada van a sufrirlo de verdad. Y de esto no se puede esperar nada más que nuevos brotes de violencia social, sea en forma de delincuencia, de protesta generalizada o política. Hay que entender que existen capas de la población sumergidas desde hace mucho tiempo, capas a las que se intenta gerenciar políticamente desde el sistema, pero que no pueden ser objetos de violencia continua sin que un día desaten su furia de una forma u otra.

El capitalismo recurre a un discurso en el que la palabra “seguridad” no deja de estar obsesivamente presente mientras no menos obsesivamente socava las bases de toda seguridad. La lógica del mercado tiende a imponerse por encima de toda legalidad y todo marco regulatorio y aquellos que aun conservan un salario que compra cada vez menos cosas piensan simplemente en cómo no caer al abismo tan temido. El capitalismo está en una progresiva fase de descontrol y no hay fuerzas organizadas a la vista que ofrezcan realmente ningún proyecto alternativo, a pesar de la enorme “creatividad” que demostró la izquierda posmoderna para renegar de Marx todo lo que pudiera mientras los problemas siguen ahí, y crecen ajenos al parloteo..

En Argentina la sojización del campo tiene consecuencias contantes y sonantes:

Las hortalizas y frutas han cedido 200.000 ha, lo que provocó el aumento en el kg de cítricos de casi un 300% en el Mercado Central desde e 2001, hecho que se explica porque el área de siembra de frutas cayó casi 100.000 ha. El cinturón verde que rodeaba a Rosario con cultivos de hortalizas ha desaparecido y está ocurriendo lo mismo con el de Santa Fe. Se redujeron un 80% plantaciones de hortalizas en sitios tradicionales como La Plata y Florencio Varela. Las hortalizas de hoja perdieron la mitad de la superficie que ocupaban, el resultado fue un aumento del 282% en el precio de la lechuga en el Mercado Central desde la salida de la convertibilidad.

Mientras el área sembrada total creció en 4.000.000 ha, mientras que la destinada a la soja creció 11.000.000 ha. Las siete de diferencia hay que restársela al resto de los cultivos. La razón es simple: el precio internacional de la soja se ha disparado y al mismo tiempo sus características genéticas – modificadas – la hacen sumamente resistente y por lo tanto de bajo costo.

En el país la soja constituye ya el 54% del área sembrada, aunque menos del 3% se consume en el país. Mientras tanto todo el resto de los cultivos que constituye la dieta de los argentinos ha bajado dramáticamente: en la última década el trigo perdió casi 2.000.000 ha de superficie, lo mismo el girasol, casi lo mismo el maíz.*

La estupidez es persistente, y no hay dato objetivo que pueda llamar a la reflexión a los numerosos creyentes en “la seguridad”; sin embargo esta reflexión es necesaria porque pone de relieve un problema estructural del capitalismo para el que hasta el momento no hay ninguna respuesta seria más que vagas promesas de “redistribución”, promesas que nadie tiene el menor interés en cumplir.

Todo debate se centra obsesivamente en actores políticos: los Kirchner, D’Elía, Carrió, Macri y otras numerosas figuras a las que es más o menos fácil vincular en transas y componendas varias. Lo que no se hace es analizar cuáles son los intereses concretos que actúan en la sociedad, de los cuales los políticos no son más que servidores directos o indirectos; intereses concretos significa clases sociales y propiedad de los medios de producción. Si el lock out patronal que iluminó este hecho con toda claridad no abrió los ojos ahora, es difícil adivinar cuándo.

El “kirchnerismo” no es más que un proyecto desesperado para salvar el desastrado capitalismo argentino, entablillarlo como se pueda y que camine. Pero los intereses que dominan el capitalismo saben muy poco de cuestiones políticas. La política es un estorbo, una estupidez de charlatanes incompetentes, sin embargo en tanto haya que mantener la ficción de la “democracia” esos charlatanes dependen de votos y no pueden dejar sectores enteros de la población fuera de la economía y la sociedad. La presión de “los mercados” no va a detenerse si de la sociedad no nacen fuerzas que la detengan.

Ahora se puede despotricar contra Kirchner, se pueden escribir aquí todos los comentarios que se quieran acerca de “los políticos” y “la corrupción” y preocuparse por “la falta de calidad institucional” como si esas fueran causas y no simples consecuencias. Se pueden seguir las interminables evoluciones de la claque política que discute todo, menos lo fundamental. La frase “los políticos” designa a unos meros empleados reemplazables por otros políticos, y a veces ni por eso sino por cómicos, vedettes o psicópatas. Ocuparse de ellos tiene poco que ver con la política si no se señala claramente los intereses que representan.

En tanto los “sectores populares” contenidos vagamente en estructuras más o menos clientelares del “kirchnerismo” siguen sin elaborar un solo plan de acción que contemple y exponga claramente la raíz del problema que está justo delante de la nariz: el dinero que sale de un bolsillo no se evapora en el aire sino que va a otro.

Enfrentar al capitalismo exige identificar proyectos alternativos e intereses a atacar y defender. Negociar parece cada día menos posible, y casualmente no por presión de los trabajadores, que vienen perdiendo su parte en la renta total de manera continua a escala mundial, sino por los señores de la guerra del capitalismo que empujan cada vez más los resortes de la presión económica, policial, militar y psicológica.

Enfrentar esta ofensiva es una tarea democrática inaplazable si no se quiere caer en niveles de vida africanos.



* Todos los datos provistos por Secretaría de Agricultura, y la Dirección de Mercados Agroalimentarios sobre Mercado Central; expuestos en la nota de Roberto Navarro en Página/12 06/04/08, de lectura recomendada, así como el Suplemento Cash del mismo día con numerosos datos.