24.3.10

24 de marzo


Hoy se cumple otro aniversario de la derrota que sufrieron los trabajadores a manos de una burguesía asesina, prebendaría e inescrupulosa. Las corporaciones que defienden el privilegio de esta clase triunfaron para imponer un modelo de país siniestro cuya lógica perversa no fue aún desmontada. Los asesinos a sueldo de las fuerzas armadas, policiales y sus estructuras mafiosas paralelas continuaron la “gesta” que comenzó con el bombardeo de su propio pueblo en 1955. La iglesia católica –con excepciones individuales pero con una línea política inequívoca– impuso su modelo de censura e ignorancia recibiendo su parte del presupuesto del estado convertido en botín de guerra. Y los ideólogos del “nacionalismo” fascista (todos ellos hoy agitando la banderita del “campo”) brindaron en el Jockey Club por una patria que sin duda no es esa a la que Martinez de Hoz puso bandera de remate, mientras inclinaban la cabeza hasta el suelo al paso de Henry Kissinger.

Acabado el proyecto del Partido Militar, sus esbirros no pudieron evitar que parte de la ira popular los alcanzara. Hoy lloran mariconamente porque tienen que desfilar por los tribunales y se indignan porque sus amos no los salvan cuando ayer les entregaron la suma del poder público y la decisión de vida y muerte sobre cada ciudadano. Son tan idiotas que no se dan cuenta de que su papel comienza y termina exactamente en la defensa de los intereses de la clase opresora, que son vistos como meros empleados encargados de un trabajo más bien sucio e indigno que sólo por razones de mera propaganda se pintarrajea con la palabra “patria”.

Olvidan que ellos no son ni mucho menos parte de esa clase a la que defendieron como soldaditos obedientes, que la mayoría de sus apellidos carece de toda prosapia y muchas veces aun de dos generaciones de argentinos; defecto que los mandos superiores de las ffaa intentaron subsanar contrayendo matrimonio con mujeres de la oligarquía, que a su vez hicieron de cemento para unir el poder económico al poder de fuego: por eso una señorita de la aristocracia se casa con el hijo de un tano organillero que viste uniforme. La sangre azul es la sangre azul, pero los billetes son los billetes.

Esta clase podrida es la que todavía hoy gobierna, aun con este gobierno que –lo sostengo– es el mejor que tuvo la Argentina en más de 30 años. Lo que ocurre es que se trata de 30 años durante los cuales no hemos conocido mucho más que angustia. Es como decía Groucho Marx:

-Es Ud. la mujer más hermosa que he conocido... lo cual no dice demasiado.

Mientras esa clase no sea despojada del poder por los trabajadores, en Argentina no habrá otra cosa que lucha de clases enmascarada bajo diversas formas. Lucha en la que los trabajadores hoy no llevan ninguna iniciativa, por el contrario: son los representantes más parasitarios y atrasados de la burguesía, aquellos a los que basta haberse adueñado de una parte del territorio nacional para saquear sus recursos naturales sin más horizonte que el que marca la rapiña, los que echan más leña a la caldera del odio y la estupidez. Lo que tienen no les basta y nunca les bastará, porque la codicia no tiene fondo.

La llamada “clase media”, mezcla de pequeña burguesía y trabajadores privilegiados, disfruta de un bienestar como hace décadas no conocía. Sin embargo el dominio ideológico del gran capital le ha metido en la cabeza a un montón de descerebrados que deben votar en contra de sus propios intereses. Adivino que mucha gente declaradamente antikirchnerista está meditando cuidadosamente si al fin y al cabo no deberían votar al gobierno habida cuenta de lo que les espera si gana la oposición. Ten cuidado, que tus sueños no se vuelvan realidad, decía uno...

El gobierno enfrenta la arremetida apelando a los intereses de otra fracción de la burguesía ligada al sector industrial (o lo que en Argentina aún pueda llamarse así). Y el drama actual es que los partidos de la izquierda marxista –que se supone representan los intereses de la clase trabajadora– son incapaces de hacer una lectura adecuada de lo que ocurre, limitándose –en el mejor de los casos– a declarar que ambos bandos son fracciones de la burguesía y que por lo tanto el resultado del conflicto es indiferente. Dije “en el mejor de los casos” para no hablar del peor: sumisión indigna a los intereses de la Sociedad Rural.

Lo que no parecen haber aprendido los partidos marxistas es que los conflictos interburgueses afectan a los trabajadores objetivamente, y que la defensa de los intereses de los trabajadores exige que se identifique qué es lo que está en juego en cada caso.

La clase trabajadora debe tener una política independiente de los partidos burgueses, es cierto. Pero “una política independiente” significa entre otras cosas la defensa intransigente de sus intereses en el presente. Un ejemplo que espero la izquierda marxista haya asimilado: si la mamarrachesca “oposición” amenazara en este momento con un golpe de estado o cualquier interrupción del régimen democrático, la misión de los trabajadores sería sin duda defender –en defensa de sus propios intereses de clase, no de un “democratismo” abstracto– el orden constitucional. Sería suicida proclamar ante los trabajadores que “¡Se trata de un conflicto entre capitalistas, la salida es obrera y socialista!”.

Lo mismo ocurre con este conflicto. Es verdad que se trata de una disputa entre capitalistas, pero también es verdad que los intereses de una fracción capitalista coinciden parcialmente con los intereses de la clase obrera, mientras que la otra fracción capitalista quiere barrer lisa y llanamente con la actividad industrial y con ella a la clase obrera, convirtiendo a la Argentina un una republiqueta africana en la que un puñado de familias posean los recursos naturales con el objeto de venderlos al mercado internacional, mientras el 90% de la población se consume en la miseria.

Como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la historia argentina, ante los ojos de una izquierda atónita los trabajadores votan una y otra vez al partido que ha sabido entender esto mejor que nadie: el peronismo.

Da pena leer al PO –tal vez el más lúcido de los partidos de la izquierda marxista– cuando escribe, refiriéndose a los cortes del ruta del “campo” y la posibilidad de enfrentarlos que plantearon algunas organizaciones oficialistas:

El gobierno (y sus secuaces del piqueterismo trucho y la burocracia sindical de la CGT y la CTA) ha montado una seguidilla de provocaciones, que van desde sus tropas de choque, la movilización de la gendarmería y hasta el aliento de ‘contra lock outs' de transportistas, para favorecer una mayor concentración de poder y una suerte de dictadura civil

El lock out del “campo” buscaba el desabastecimiento de alimentos y su carestía infinita (el lomo a 80 pesos, que predicaba De Angeli), lo que golpea antes que a nadie a la clase trabajadora. Que el PO se indigne con la expresión “hasta ‘contra lock outs’” y los denuncie como una maniobra para obtener “mayor concentración de poder” y “dictadura civil” tomando prestada la fraseología de la oposición demuestra la total desorientación de la izquierda cuando la lucha de clases concreta se desarrolla delante de su nariz. Piensan que la lucha de clases es algo que se desencadena sólo cuando ellos tocan la trompeta, no como un proceso histórico independiente de sus deseos, al que el partido de la clase debe servir, y no al revés.

Me encantaría que el PO explicara cómo un contra-lock out, una acción destinada a destruir un lock out patronal puede ser mala para los trabajadores. “Es malo porque no lo decidimos nosotros sino el gobierno” es precisamente la explicación del partido marxista argentino, que no entiende que el juicio sobre una acción cualquiera tiene que basarse en los intereses de la clase, y no sobre quién la lidera, sólo así se gana a la clase para el partido. Una regla de oro de cualquier partido marxista tendría que ser esta: los trabajadores tienen que participar en todo conflicto que toque sus intereses, así sea un conflicto interburgués, eso es precisamente “independencia política de la clase”.

Así estamos entonces en una situación en la cual a la izquierda del actual gobierno burgués hay una pared. Y esto es malo para los trabajadores, resignados a no tener aún un partido que identifique sus intereses inequívocamente. Esto merma las posibilidades de lucha y obliga a optar precisamente por el mal menor, reforzando el aislamiento de las opciones a la izquierda.

Romper este círculo vicioso implica antes que nada entender que la política revolucionaria no se agota en la verborrea estentórea de Jorge Altamira, que los intereses de clase se plantean no sólo en los conflictos fabriles sino también en la dirección general de la política actual, y que se enfrenta a un enemigo inescrupuloso, poderoso y dispuesto a todo con tal de extraer del trabajo humano hasta la última gota.

Así que la lucha no termina.

18.3.10

Yo acuso


Mr. Wilde se quedó corto: la realidad no imita al arte sino que lo supera hasta dejarlo reducido al nivel de una banqueta.

Pensaba que en materia de odio, histeria, ridiculez, resentimiento y baba venenosa respecto de este gobierno –que al fin y al cabo es el mejor que tuvo la Argentina en varias décadas aunque no sea decir demasiado– ya lo había visto y oído todo. La porción habitual de demencia la aportaba normalmente Elisa Carrió, punta de lanza de la oposición; digo yo exigiendo la imaginación del lector para que vea como “punta” a una especie de gran globo anaranjado.

Pero no.

Hay por ahí un pasquinete diario llamado “Crítica”, y no tuvo mejor idea que sacar en su tapa a... adivinen a quién. Mejor no adivinen que es mucho esfuerzo: a Alfredito Astiz, nada menos. Si, si: el héroe de las Georgias y paremos de escribir aquí.

Bien, la noticia de tapa de este diario, lo más importante con lo que tienen que desayunarse los argentinos según este desopilante criterio editorial es que el sirviente de marras “acusa” a la presidenta de turbios manejos. Y de paso acusa también al ex presidente Néstor Kirchner de orquestar un... adivinen qué. No, no, mejor no que es muy loco: ¡un golpe de estado!

Pruebas.

Ser acusado de golpista es fiero, pero que Astiz te acuse de golpista… No sé, tendrías que estar todos los días tratando de enfilar contra la Casa Rosada con un tanque. Y que la noticia salga en primera plana de un diario demuestra que los medios en Argentina han llegado a un nivel circense pocas veces visto.

Nuevos titulares se avecinan:

De Narvaez acusa a Néstor Kirchner de ser colombiano.

Reutemann acusa a Cristina Kirchner de lacónica y apática.

Ricardo Arjona acusa a Néstor Kirchner de no saber cantar.

Hitler acusa a Cristina Kirchner de nazi.

Jeffrey Dahmer acusa a Néstor Kirchner de asesino serial.

Eric Cartman acusa a Néstor Kirchner de ser un gordito turro.

¿Develaré este íntimo pensamiento? Pero es que me parece muy evidente: para mí que esta tapa la pagaron los Kirchner. Clavado, macho ¿Qué puede ser mejor para causar hilaridad general que poner a Astiz en la primera plana de un diario acusándote de “golpista”?

Eso, o en Argentina la opinión pública está más intoxicada que Sid Vicious en su último cumpleaños.