21.7.11

Olfato


Vacilación. Hay cosas sobre las cuales uno escribe por mero azoramiento, por una perplejidad cercana al espanto, y casi con miedo a contaminarse. Uno escribe más que nada para enterarse si es el único que siente esa curiosa nausea.

Ya no se trata del feminismo, ni de esa hijoputez elemental que los varones parecen dejar pasar con callada resignación. No se trata ya de cosas que el entendimiento más corto puede identificar como un fraude (mujer mata a varón = defensa propia, varón mata a mujer = asesinato), ni de la deformación del lenguaje (el ridículo término "femicidio"), ni de la cobardía más rastrera, la desvergüenza más desaforada y la pedantería más idiota.

Se trata, estimados lectores, del olor. Hay cosas y personas que sencillamente huelen mal.

Creo que uno de los problemas de la población masculina, al menos en occidente, es no entender que la compañía femenina está sobrevalorada (la cantidad de dinero que se gasta en ella es un buen ejemplo) hasta un punto en el que todas las mujeres quedan igualadas en esas categorías tangueras bobaliconas que al parecer no pueden ser sacudidas del lomo.

Y así mujeres que realmente valen la pena, personas de talento, inteligencia y gracia, son ignoradas en lo que respecta a sus virtudes y no tienen más remedio -si quieren ser reconocidas- que aferrarse a esa especie de demencia colectiva que arrasa nuestro siglo: ser mujer es todo lo que se necesita.

Y estoy seguro de que esas muchas mujeres se sienten incómodas, no saben bien por qué, y terminan culpando de esa incomodidad al sujeto equivocado.

No quería escribir sobre esto por la pura razón de que -como dije- sencillamente hiede. Ese particular estilo alambicado, refrito posmoderno de baba, recochineo morboso en analogías sangrientas que solo existen en un cerebro enfermo de odio a todo lo masculino, la falta de pulcritud; todo esto me hace cuestionar mi propia decisión de escribir sobre cosas como esta. Porque de cierta gente hay que hacerse un deber el alejarse, cuanto más mejor.

Creo que la responsabilidad no es de las mujeres sino de los varones. Hemos puesto por las nubes el eterno femenino y hemos confundido justicia con desesperación. Parece que especialmente los varones que han renegado de los dioses han sentido nostalgia y han hecho entrar por la ventana a las deidades que creían haber echado por la puerta. Y si ayer el romanticismo podía ofrecernos pasión, si al menos Stendhal volaba alto, hoy de la pasión no quedan ni jirones. Julien Sorel murió a causa del capricho femenino, pero al menos se dio el gusto de soñar.

Hoy causa horror ver en lo que hemos caído: el varón está igual de sometido que antes, pero ahora ya no se trata de hechiceras intrigantes que provocan arrebatos enceguecidos de testosterona que quiere asaltar el cielo, sino de esperpentos ridículos que recitan una letanía curiosamente tan inmunda como sosa. La brujería es como la religión: charlatanería abstrusa, cuanto menos se entienda mejor. Pero lo que el gárrulo sinsentido inventado por el sacerdote católico, budista o lacaniano no puede ocultar es el perfume a podrido que sale de su propio cuerpo, se desparrama por debajo de su túnica e inunda los medios de comunicación.

¿Cómo es posible que se publique semejante ridícula basura en un diario que supuestamente es lo menos ilegible de la Argentina? ¿Hasta qué punto caerá el sentido crítico? Da miedo pensar en lo que se le puede vender a cualquiera que distraídamente abre unas páginas frente a un café ¿Nadie se siente ni ligeramente indignado? ¿Ninguna mujer siente que esto es ir demasiado lejos? ¿Ningún varón se siente agredido por los desvaríos de odio de esta pobre enferma? Ya no hablo de pensar, hablo simplemente de sentir.

Porque el problema, señores, es que hemos perdido el sentido del olfato.

Buenas tardes.

PD: Lo que es la psique... perdonen ustedes.