29.11.06

Entrevista

No, no la hago yo, me la hicieron a mí. El amigo ROME me hizo un reportaje.

Mirá vos che.

23.11.06

Punga argento contra el imperio.

Ella va donde se le canta, claro. Para eso es la hija del idiot... del Presidente de la Potencia Número Uno. Ella tiene permiso para consumir todas las drogas que se le ocurran sin ser molestada porque los poderosos jamás transgreden la moral y las buenas costumbres hagan lo que hagan. El placer de un pobre es siempre indignante y repulsivo, mientras que el de un poderoso impone el respeto de la liturgia; vamos, no me va a comparar a Barbarita Bush con un lumpen de San Telmo.

Y justamente andaba por San Telmo ¿quién se iba a imaginar? Uno se pregunta qué pensará de Buenos Aires esta chica, y probablemente no piense nada: un segundo atrás del otro de una vida consagrada a vivir un segundo atrás del otro. Y no es por ponerse pesado contra ella, quizás es inteligente y sensible. Quizás le importa algo. Pero lo más probable es que sea una inimputable.

En eso estaba, de incógnito en un restaurante rodeada de sofisticados guardaespaldas con microfonito invisible y anteojos oscuros, gringamente hieráticos y tan convencidos de sí mismos, con el regocijo de su parafernalia celosamente oculto. "I’m a pro" piensan. "I’m protecting the Free World" piensan. Intentan no pensar en cambio que podrían estar vendiendo droga en el Bronx, o en la insignificancia de sus nombres, entre los que seguro hay mucho Tony Cardoso o Williams Pereda.

Los gringos estaban tan concentrados en estar concentrados que lógicamente no podían ver a un ladrón argento, especie escurridiza mezcla de artesano e instantáneo psicólogo urbano, capaz de detectar en la actitud, los gestos y la mirada del gil ese segundo imperceptible en el que está justito maduro para cosechar su cartera, su tarjeta de crédito, su celu y su billetera dejando a cambio una enseñanza zen: "Tu espejo te devuelve la imagen de un capo. Funciona mal".

Así que el punga se hizo la cartera de la rubia, pasando discretamente de costado como un monje chino entre orangutanes borrachos, un guerrero de lo mínimo. Su mano ejecutó con elegancia y discreción un pase maravillosamente indoloro, como si ese bolso de mujer fuera su propiedad de toda la vida. Perfecta sincronización con el Orden Universal con el que nuestro punga se tutea en esos momentos, precisamente porque nada la importa menos.

Y seguro que en la fascinante cartera se encontró con cosas triviales: pañuelitos de papel, una billetera con fotitos, papelitos anotados y claro: el celu y los dólares que habrá limpiado antes de dejarla en una pizzería.

Parece nomás que los imperios están construídos por hombres, así que no será descabellado pensar que los hombres pueden derrumbarlos. El punga sin pensarlo siquiera nos acaba de enseñar que se trata de simplemente gente.

Hay una palabra argentina, una palabra porteña y preclara que oculta sus maravillas en la cotidiana y permanente divulgación que el pueblo llano le regala al relanzarla una y otra vez, pero que en ocasiones especiales surge imprevista como la afirmación del adjetivo más exacto, un milagro de precisión poética que vale la pena detenerse a admirar aunque sea por un instante.

Esa palabra adquiere entonces la belleza severa de un haz luminoso que cae impiadoso sobre el rostro, iluminando unos ojos más bien redondos y una incierta boca entreabierta. La palabra nuestra que – gritada libre por una socarrona voz del pueblo – es el majestuoso testimonio de una verdad definitiva:

Boludos.

20.11.06

Breve intervención de Yukio Mishima



No, no es un post sobre Yukio Mishima. Algún día me mandaré un post sobre él. Algún día en el que me sienta capaz de resumir el talento de un tipo como éste en menos de 5.000 palabras y sin tener la sensación de no agregar nada.

Digamos por ahora nomás que Yukio Mishima es uno de los escasos autores de los cuales he leído más de cinco libros sin experimentar en ningún momento la sensación de que podría haberse ahorrado una frase. Tengo la tentación de usar la expresión "uno de mis muy pocos referentes", pero me parece un poco pedante e insuficiente.

Si no lo conocen, y sabiendo que los gustos son algo muy misterioso e imprevisible, me atrevería a sugerir que intentar abordarlo es una inmejorable inversión de tiempo.

Hoy me voy a detener en un parrafito del hombre. El parrafito dice esto:

In its essence, any art that relies on words makes use of their ability to eat away – of their corrosive function – just as etching depends on the corrosive power of nitric acid. Yet the simile is not adequate enough; for the copper and the nitric acid used in etching are on a par with each other, both being extracted from nature, while the relation of words to reality is not that of the acid to the plate. Words are a medium that reduces reality to abstraction for transmission to our reason, an in their power to corrode reality inevitably lurks the danger that the words themselves will be corroded too. It might be more appropriate, in fact, to liken their action to that of excess of stomach fluids that digest and gradually eat away the stomach itself.

Taiyo no Tetsu - Sun and Steel (1970)

Ya que la lengua original no es el inglés me puedo animar a traducir ineptamente:

En su esencia, cualquier arte que se apoye en las palabras hace uso de la capacidad de éstas para erosionar, de su capacidad corrosiva, tal como el grabado depende del poder corrosivo del ácido nítrico. Aunque el símil no es totalmente adecuado ya que el cobre y el ácido nítrico usados en el grabado están en un pie de igualdad, siendo ambos extraídos de la naturaleza, mientras que la relación de las palabras con la realidad no es la del ácido con la plancha de metal. Las palabras son un medio que reduce la realidad a una abstracción para posibilitar la transmisión de la misma a nuestra razón, y en su poder de corroer la realidad inevitablemente acecha el peligro de que las palabras mismas sean también corroídas. Podría ser más apropiado, de hecho, asimilar su acción a la del exceso de fluidos estomacales que digieren y gradualmente erosionan el estómago mismo.

Taiyo no Tetsu - Sol y Acero (1970)

Si este conceptito tan lleno de posibilidades hubiera sido mejor conocido / comprendido nos hubiéramos ahorrado toneladas de papel impreso con fatigosas y aburridas huevadas en los últimos veinte años.

Y tendríamos unos cuántos árboles más.

14.11.06

Compadradas: metiéndose con el origen del Universo


En el debate que surgió hace un par de posts se terminó hablando de dios y el origen del universo. Con qué habíamos empezado ya ni me acuerdo dado que este blog sigue la estricta norma de irse puntualmente al carajo en cada discusión.

Lógicamente, nuestro habitual invitado Mr. Dios no pudo estar ausente del asunto (la divinidad aparece con tanta frecuencia en este blog que pronto será ubicado por místicos a la búsqueda de dios en Internet).

Resulta que ahora me dieron ganas de hablar del origen del universo, tema sobre el que tengo tanta autoridad como sobre todos los otros: ni la menor.

En medio del despelote el amigo
Severian planteó algo interesante:

"El mundo satisface ciertas leyes naturales, cuyo origen es una cuestión no científica."

Aquí aparece por primera vez la palabrita: origen.

Y amplía más adelante:

"Digamos que la cuestión del origen de las leyes naturales es puramente filosófica. Casi por definición me parece imposible dar una respuesta científica a eso. El científico puede "descular" las leyes que rigen el universo, darles una forma que sea consistente con todos los datos empíricos obtenibles, y que permita predecir el resultado de cualquier experimento imaginable. Ahora bien, por qué el mundo es así y no de otro modo es una pregunta no susceptible de ser falseada por datos empíricos, luego no científica."

La explicación de
Severian parece autosuficiente a primera vista, y muy recatada; pero a mí me parece que se la puede seguir unas cuadras a ver si se le puede sacar algo más, un teléfono aunque sea.

¿Por qué el mundo es así?

Veamos: observamos que llueve, el científico estudia y da con el origen del fenómeno, ah claro, resulta que la masa de aire frío condensa el vapor de la nube y se precipita en forma de gotas. Genial.

Pero... ¿y porqué se forman las nubes? Elemental mi estimado, las mases de agua reciben energía del sol en forma de calor, el agua se evapora, bla bla bla. Hemos dado con unas leyes sencillas: el calor sobre una masa de agua aumenta la energía cinética de las moléculas y forma vapor, el frío las disminuye y se condensan gotas de agua.

OK, ¿Y esto por qué?

Bueno, digamos que la energía aumenta el movimiento de los electrones en los átomos que componen las moléculas y bla bla bla y bla.

¿Y por qué?

Bien, creo que ya nos damos cuenta de la dificultad. Existe un camino interminable de "¿por qué?" detrás de cada fenómeno, pero al mismo tiempo nadie puede declarar que la ciencia debe hacer stop y declararse incompetente para dar el próximo paso. Incluso preguntas más borrosas como "¿Por qué la injusticia, la violencia, etc.?" no tienen por qué ser vistas como misterios insondables. La razón por la que declaramos "por que sí" es sencillamente momentánea ignorancia.

Dialécticamente: momentánea y al mismo tiempo eterna. Nuestra ignorancia es infinita y precisamente por eso nuestro conocimiento no deja de avanzar.

Muchas veces intuyo que los caminos de la fe se deben a una impaciencia en la búsqueda de absoluto, de una explicación definitiva cuando la única explicación es precisamente que lo único definitivo es que todo cambia, que nos movemos en un continuum, si me perdonan el latinajo. Suponer la ruptura de dicho continuum para fijar un comienzo es actuar con la misma arbitrariedad con la que declaramos que la semilla es el origen de la planta, dejando de lado que es válido decir asimismo lo inverso.

Vivimos omitiendo datos para hacer la realidad más fácil. Fijamos un origen para todo olvidándonos que antes de ese origen hubo otro origen, y así.

A riesgo de que me tilden de new age, me interesa la vieja frase del I Ching: "Lo único inmutable es la mutación". Esta declaración es la que el relativismo cognitivo (y ético) quiere aprovechar como grieta para colarse y declarar que nada es cognoscible y que como todo muta entonces mejor no hacerse problemas, procediendo de una manera tan arbitraria como la fe, sólo que en sentido inverso.

Así andamos.

En cambio nuestros amigos los chinos llamaban la atención sobre el carácter dinámico de la existencia, que tiene leyes claramente expuestas, tan claramente que permanecen ocultas. Heráclito coincidía al decirnos que nadie cruza dos veces el mismo río. Y creo que fue Borges quien había notado que la frase tiene dos sentidos: uno manifiesto (el río nunca es el mismo) y otro más sutil (nosotros tampoco somos ya los mismos).

Así que cuando hablamos del origen del universo me parece que caemos en una trampa. El concepto "origen del universo" implica la caída en una zancadilla imperceptible que nos tiende nuestro trato diario con la realidad, que a los fines prácticos ignora la evidencia de que el concepto "origen" es tan inconcebible para nosotros como el concepto "infinito" o el concepto "nada".

Estamos acostumbrados a otorgar arbitrariamente un comienzo a las cosas, pero la verdad es que nadie ha realmente visto jamás un verdadero "origen". Lo sabe cualquiera puesto ante el viejo dilema del huevo y la gallina, planteo metafísico-avicultor que empleado de manera casual por mi abuela tuvo la virtud de proyectarme de golpe y vertiginosamente al origen de todo ya en mi más tierna infancia. Ahí me di cuenta de que sólo la mera comodidad nos lleva a afirmar que algo ha empezado, cuando en realidad sólo hablamos de transformaciones a partir de un estado anterior, nunca de un surgimiento de la nada: el partido comenzó pero antes había una cancha y jugadores en los vestuarios, y antes venta de entradas, y antes...

Suponer un origen de todo es postular la existencia de un punto temporal antes del cual no hay nada, dato absurdo: si no hay nada no puede haber un "origen". Y la invención de dioses como punto de partida es un antropomorfismo que omite por no accesibles al simple mortal las explicaciones acerca del origen del dios, con lo cual seguimos claramente a oscuras, si puedo ponerme gracioso.

Si el concepto de eternidad es igualmente inconcebible, a mí – si mi opinión vale de algo – se me hacen más amigables, o familiares, las teorías que sitúan la existencia como un hecho dado en lo eterno: el Eterno Retorno de Nietzsche, las teorías sobre la eternidad de la materia o el taoísmo. Querer ubicar un "comienzo" es en realidad un error de percepción, un espejismo.

No se me escapa que mi objeción también puede ser cuestionada de la siguiente forma: estoy proponiendo la imposibilidad de un comienzo para la materia en el tiempo, olvidándome que quizás el tiempo también tiene un origen, acaso el mismo para ambos ya que si la materia no es concebible sin tiempo, posiblemente tampoco sea a la inversa. Yo, acostumbrado como estoy a vivir en la dimensión temporal, planteo la pregunta "¿Y qué había antes?", olvidándome de considerar la posibilidad de un punto no espacio-no temporal para el que no hubiera ningún "antes".

La teoría del Big Bang satisface (me parece) una intuición que – dentro de nuestras limitaciones - siento muy redonda e interesante. Según lo que oí por ahí, el universo habría empezado como un punto de dimensión cero y densidad infinita. Sospechando una relación entre materia y tiempo aventuro que no se me hace filosóficamente tan descabellado suponer que en dimensión cero y densidad infinita no hay tiempo. Preguntar "cuándo" ocurrió esto es nuevamente caer en la trampa temporal. Ni la eternidad ni el no-tiempo pueden tener un "cuándo" ya que una es todos los instantes y el otro es la ausencia de instantes.

Son conceptos que forman una síntesis dialéctica estéticamente interesante, aunque algo vertiginosa.

En el medio de ambos, la existencia no parece ser más que una sorpresa, un raro accidente que nos encierra en su dinámica y no nos permite a nosotros – que somos parte – alcanzar sus fronteras.

Todo cambia, y todo cambio es un comienzo y un fin en cada instante. Ese comienzo y ese fin inconcebibles están ocurriendo perpetuamente, y lo que ocurre perpetuamente no ocurre nunca: el tiempo y sus instantes jamás han dejado de existir y por eso jamás han existido ni existirán.

Buenas tardes.

3.11.06

Hoy y ayer

Le decían Valijita.

Nunca supe porqué. Traía una valija, como todos. Quizás fuera la forma de sostenerla, como si llevara algo especial dentro. Una bomba. Cartas de amor. Pruebas comprometedoras.

En el secundario uno aprende a sobrevivir. Se viene todo encima: el mundo, los sueños, el sexo y los ideales, el temor y la vida. Uno se viene a sí mismo encima, ese que vamos a ser, ese que no seremos nunca.

Y encima el parcial de mañana.

Le decían Valijita y siempre se hacía el distraído. Lo cierto es que oía y veía. Y callaba.

Valijita era homosexual. Nunca supe su nombre. Era el marginal, el otro, ese fenómeno ridículo y digno de la doble maldición del escarnio y la lástima.

Lo cierto es que en ese momento de la vida todos somos un caso. Ser diferentes es nuestro orgullo y nuestra vergüenza, y oscilamos permanentemente entre ser parte del grupo y ser ese que no sabemos aún de quién se trata. Remarcamos los rasgos en un esfuerzo de afirmación, y ese esfuerzo muchas veces conlleva el escarnio del otro como forma de exorcizar nuestros fantasmas.

A Valijita no lo fajaban ni lo insultaban, los tiempos ciertamente no daban como para eso. Pero lo cierto es que Valijita no podía de ninguna manera acercarse a "nosotros". Entre "nosotros" posiblemente hubiera algún homosexual o futuro homosexual frecuente o esporádico o diverso, platónico o carnal, pero quien fuera podía hacer algo que Valijita no: disimularlo.

No es que le pegaran. Ni siquiera le hacían bromas. Ni siquiera le daban la posibilidad de contestar una piña o un insulto. Era el vacío. El chiste del puto. No era culpa nuestra, sencillamente el mundo está hecho así, viste. Pobre. Son enfermos. Es que nacieron con hormonas femeninas. Es psicológico, boló. Yo no me le acerco. Cuidado no te agachés. Ja ja ja. Boló, corré que ahí viene.

Entiéndase, era una cuestión de standards sociales. No éramos prejuiciosos, no lo odiábamos. En aquel momento prejuicioso era, qué se yo, un neonazi, unos que fueran en banda y lo reventaran. Nosotros no. Nosotros simplemente lo rodeábamos de ese cordón sanitario normal, digamos. Natural. Lógico.

Yo no era peor que los demás. Tampoco mejor, y eso es lo que cuenta.

A veces me ponía a pensar cómo lo pasaría, o cómo sería su vida. A veces me dolía, o lo juzgaba injusto, pero mucho más fuerte era la necesidad imperiosa de jugar el supremo juego que tan bien jugábamos todos. A veces pensé en acercarme y charlar, pero hacían falta unos huevos que yo no tenía. Si fuera por los pensamientos nobles todos seríamos gente de pro, sin duda.

Hacer, no hice nada.

Las culpas no se lavan, Uno fue lo que fue y es lo que es. Lo que sí se puede es cambiar.

Si una cosa puedo rescatar de los tiempos que corren respecto de otros pasados es que la aceptación de la diferencia tiene una dimensión estrictamente ética – lejos de la multipelotudez – que es la única que me gusta. Es la única pero es fundamental. Hacer sufrir a otro, declararlo inferior, enfermo o inaceptable cuando ese otro no nos hizo nada es indudablemente la conducta de un cobarde o de un flagrante tarado, pero fue durante mucho tiempo la norma.

Las culpas no se lavan, decía. Pero se puede aprender. Es cierto que hoy es más fácil, y seguro que hoy no soy más valiente que ayer, pero sí un poco menos estúpido. Hace unas semanas se cumplió el primer aniversario de una boda que tuvo lugar el año pasado en un pueblito perdido de Catalunya. Un amigo mío que se casó con quien hoy es su compañero.

Adivinen quién firmó como testigo.

2.11.06

Che, una cosa...

¿...alguien sabe algo de este muchacho Da Vinci?

¡Tengo una idea genial para un libro!