4.11.10

Los dos modelos del capitalismo argentino


El desarrollo del capitalismo argentino (y por extensión el latinoamericano) tiene algunas particularidades respecto del de otros países subdesarrollados. Desde hace siglos en Argentina dos modelos de capitalismo se han alternado: uno al que podríamos llamar "nacional–defensivo" y otro que podría definirse como "subdesarrollado sin complejos".

El capitalismo argentino "nacional" tiene como referente al sector de la burguesía más ligado a actividades productivas reales, propias de un desarrollo capitalista autónomo. En la época de Rosas los ganaderos tenían la fuerza económica para imponer un modelo de país diferente de aquél propuesto por los sectores más parasitarios de la burguesía agrupados alrededor de la oligarquía portuaria. Mientras los saladeros se dedicaban a una primitiva actividad de producción, las "gentes bien" de Buenos Aires constituían un mero parásito que no producía absolutamente nada de valor, limitándose a succionar rentas de la aduana.

Este fenómeno no es exclusivo de Latinoamérica sino de cualquier ex colonia. Si los EEUU lograron llegar a ser una potencia industrial, fue gracias a la victoria del sector avanzado de la burguesía sobre el sector rentístico tras la Guerra de Secesión, durante un momento económico internacional que permitió el desarrollo autónomo del capitalismo estadounidense.

Cambalache

En el siglo XX este sector avanzado de la burguesía argentina también puede identificarse con el sector industrial. Un sector industrial que por supuesto no puede compararse con el de los países desarrollados; pero no debe olvidarse el carácter especial del subdesarrollo argentino. En otros países (por ejemplo muchos africanos) la actividad industrial es prácticamente nula, limitada al tratamiento primario de las materias primas previa su inmediata exportación. La Argentina, y algunas regiones de Latinoamérica presentan sin embargo un desarrollo industrial más diversificado y dinámico, generalmente ligado a las grandes ciudades, conviviendo con regiones rurales en las que el "modelo africano" está en pleno vigor.

El "modelo africano" es precisamente el modelo subdesarrollado sin complejos, y es impulsado por el sector más atrasado de nuestra burguesía, ligado principalmente a las rentas financieras y al agro. Por su naturaleza estos sectores son nulamente intensivos en el empleo de mano de obra y aplicación de valor agregado, limitándose a vegetar y cobrar rentas. Toda su actividad política está dirigida a salvaguardar su fuente de ingresos, en el caso del "campo" basado exclusivamente en la posesión de los recursos naturales. Estas condiciones materiales de vida se reflejan en su particular psicología (brutalidad, explotación intensiva de una mano de obra no calificada, mentalidad feudal, etc.). Lógicamente el modelo de país con el que sueñan es una feliz factoría en la que un reducido número de familias monopolicen los recursos naturales, se encarguen de exportarlos y de contar los billetes. El 70% de la población argentina sobra. Este es el "modelo africano", aplicado exitosamente en países en los cuales la vida humana vale menos que un plato de comida.

El modelo propiciado por el sector más avanzado de la burguesía argentina en realidad no es un modelo… ni está propiciado. Se trata simplemente de la expresión de los intereses –siempre fluctuantes– de la burguesía ligada al sector industrial. Este sector ha visto crecer su peso político y económico en determinados momentos de la historia argentina, siempre gracias a factores externos, y no a un plan dirigido hacia un desarrollo más o menos autónomo del capitalismo argentino. Por el contrario, la "autonomía" de un sector de la burguesía argentina frente a la burguesía de las metrópolis ha sido siempre una sorpresa para ella misma.

Nos quedamos en el '45

En 1945, cuando las metrópolis del mundo estaban exhaustas por el esfuerzo de guerra, se produjo un impasse en la relación de la Argentina (y en general de todos los países latinoamericanos, particularmente México) con la burguesía de los países centrales. La necesidad de sustituir importaciones puso a la burguesía frente a una vía de desarrollo que tomó de la misma manera que se aprovecha cualquier nicho de negocio favorable.

Este fenómeno extendido en toda Latinoamérica produjo un nacionalismo democrático antiimperialista durante cuyo mejor momento los intereses de éste sector de la burguesía coincidieron parcialmente con los de amplios sectores campesinos y trabajadores. Es en este contexto en el que surgió el peronismo, en la figura de lo que la burguesía necesitaba desesperadamente: un político astuto y audaz. El peronismo es un régimen bonapartista, es decir: un régimen que la burguesía se da a sí misma cuando no sabe qué hacer, cuando en su propio seno la contradicción de intereses es muy fuerte.

El peronismo disciplinó a la burguesía argentina imponiéndole una dirección política relativamente autónoma a su desarrollo. Para mejor medir el significado del concepto "relativamente autónomo" siempre conviene echar mano de la comparación con el "modelo africano", en el que la burguesía es simplemente un club de propietarios de recursos naturales, en todo desligado de la población debido a la inexistencia de mercado interno, y por eso absolutamente dependiente de la exportación al extranjero.

Esta época favorable le permitió al peronismo como movimiento político ganar un capital importante de credibilidad entre la clase trabajadora. Capital que fue simétrica y prolijamente desperdiciado por la izquierda marxista. El Partido Comunista, una especie de club de amigos de la Unión Soviética dispuesto a hacer el papel de agencia política para la burocracia stalinista, calificó a esos obreros, que por primera vez en su vida tenían algo tangible y se disponían a protagonizar la política argentina, de "murga". Genial rasgo de ingenio.

Los ’50 y los swingin’ sixties

Por supuesto, este desarrollo autónomo de la burguesía argentina nunca fue planeado sino que se trató de un mero efecto. La prueba es que cesó ni bien lo hizo su causa. Para mediados de la década del '50 las potencias centrales recuperaron el nivel de su actividad industrial con EEUU como nueva potencia, y consiguientemente el sector más atrasado y dependiente de la burguesía argentina volvió a imponer su modelo de país en el cual la feliz factoría exporta commodities, los patricios mandan y la servidumbre a callar.

Cuando se habla del sector más atrasado o el más avanzado de la burguesía, no debe creerse que se trata de dos entes fijos. Si bien cada uno tiene sus ideólogos y figuras destacadas, la estructura que conforman es en realidad plástica e intercambiable; capitales generados en la industria pueden migrar a la actividad ganadera, o viajar desde la actividad financiera a la economía de servicios. Debe tenerse en cuenta que la burguesía es una clase, y que como tal su interés es común. Pero la inmensa variedad de regímenes burgueses posibles (neoliberalismo, populismo, fascismo) no expresa más que las profundas contradicciones que atraviesan a la propia burguesía.

Plástica e intercambiable, pero estructura al fin, el predominio del "sector avanzado" de la burguesía argentina tuvo su canto de cisne con el desarrollismo frondizista, último embeleco de la política burguesa tradicional en total bancarrota. A partir de la década del ’60 el Partido Militar impuso con éxito el modelo africano excluyendo políticamente al peronismo. Hasta la vuelta de éste en el ‘73, que con su capital político intacto se dispuso a...

A...

A comienzos de la década del '70 en Argentina el sector industrial de la burguesía hace rato que desde el punto de vista político está cómodamente en retirada, olvidado de toda veleidad nacionalista popular. Apenas se nota el sufrimiento de una pequeña burguesía esforzada que intenta hacer pie en el mercado local. Sin embargo hay que tener en cuenta que aún el país no ha recibido el mazazo más fuerte. Gracias al proceso de industrialización comenzado tibiamente en el '45, la clase obrera argentina gana peso numérico y económico. Los obreros del Cordobazo son los mejor pagos del país, participan en más del 40% del PBI. La actividad industrial ha creado una clase obrera relativamente fuerte que se dispone a arrancar el país de manos de la burguesía, o al menos a recuperar lo que considera su derecho: vivir dignamente.

La izquierda marxista argentina ha tenido históricamente dificultades para tomar nota de este hecho más o menos evidente; dificultades que alcanzaron incluso a su sector revolucionario más lúcido. De este error deriva la incomprensión del fenómeno peronista, incomprensión que la izquierda pagó y seguirá pagando muy caro.

A la vuelta de Perón el contexto económico internacional ya no permitía ningún atisbo de desarrollo autónomo para la Argentina (el plan de Gelbard fue el último manotazo de ahogado). Perón, político burgués al fin, utilizó su capital político en beneficio de aquellos a quienes jamás dejó de servir, imponiendo un régimen policial-terrorista en el que los únicos privilegiados son los muertos.

El proceso revolucionario argentino vio establecer un canal de diálogo entre el peronismo revolucionario y la izquierda marxista. La derrota que trajo el golpe del ’76 también supuso una descomposición de esos vínculos y la pérdida de todo potencial revolucionario de la militancia peronista durante mucho tiempo.

King Africa

A partir de 1976 el modelo africano hizo enormes avances. Cabe recordar el efecto que esto tuvo en la industria y el preclaro aserto neoliberal: "La mejor política industrial es no tener política industrial", reformulado más toscamente por Martínez de Hoz: "Da lo mismo fabricar acero que caramelos".

Con la clase obrera aterrorizada, atada de pies y manos, y la población trabajadora obligada a aceptar una política de ajuste tras otra, los trabajadores perdieron la iniciativa política, que no recuperaron ni siquiera con la vuelta de la democracia en 1983. La palabra "ajuste" se convertiría en una letanía.

El período menemcavallista significó una profundización del modelo africano hasta límites intolerables, lo que llevó a la crisis de 2001. Como lógica consecuencia, la Argentina vio crecer una masa de desempleados nunca vista, y es instructivo leer lo que Trotksy afirma acerca del crecimiento de la masa de desempleados, un cáncer peligrosísimo para la clase obrera.

Hijo de esta crisis es el nuevo peronismo encabezado por los Kirchner.

Vuelta a empezar

Hoy el fenómeno populista se repite nuevamente en toda Latinoamérica, con una revitalización del sector avanzado de la burguesía. La actividad industrial –que había llegado a un punto bajísimo– cobra un nuevo dinamismo, con el consiguiente aumento de la masa de trabajadores empleados. Nuevamente la izquierda marxista tiene dificultades para entender un hecho muy evidente: la revitalización del proyecto industrialista, con todas sus limitaciones y contradicciones, es objetivamente una buena noticia para la clase trabajadora. Las impresionantes manifestaciones frente a la muerte de Nestor Kirchner confirman el dato, mientras la izquierda continúa absorta en el examen de su ombligo.

No se trata de negar el carácter burgués de este proyecto, ni de aferrarse a él. Se trata de defenderlo como un trampolín que la clase trabajadora puede utilizar para ganar peso político y económico con vistas a su organización y autonomía política, imposibles bajo el modelo africano.

Las razones de este resurgimiento populista son varias, pero quizás la más importante es la debilidad del imperio americano. Sumido él mismo en una crisis económica sin precedentes, drenado por dos frentes de guerra en los que está empantanado (Irak y Afghanistán), EEUU necesita estabilidad en el "patio trasero"; no puede abrir otro frente directo de conflicto con una decena de países así que se limita a operaciones de baja intensidad: golpes de estado relámpago, revueltas policiales, oposición política salvaje, etc. Cuenta con la eternamente patética "clase media", sector de trabajadores privilegiados generalmente agrupado en núcleos urbanos congénitamente incapaz de identificar sus intereses reales y ariete político del gran capital en la ridícula creencia de que tiene algo en común con este sector. Sabemos bien lo que le espera a esa "clase media" una vez que se imponga nuevamente el modelo africano. Pero la TV y los medios de estupidización masiva hacen un buen trabajo a pesar de que este sector disfruta hoy de un bienestar que creía perdido para siempre.

Y como siempre... la izquierda

En este contexto la izquierda marxista vuelve a hacer un papel nulo. Incapaz de explicar el profundo conflicto que sacude al país, se limita a tocar la trompeta en solitario, exigiendo a la clase trabajadora que se enfrente a quienes objetivamente han hecho más por ella. El asesinato del militante Mariano Ferreyra, conscientemente o no, corta todo atisbo de comunicación entre la militancia kirchnerista y la izquierda, escenario que la burguesía teme como a la peste. La astuta dirigencia del PO no sospecha la intención de la amplia cobertura mediática que dieron a este hecho medios que jamás se han preocupado por la muerte de militantes de izquierda, creyendo ingenuamente que se trata de su propio crecimiento político. Como en el ’45, la izquierda actúa en beneficio del enemigo más peligroso de la clase obrera.

Y también como en el '45 está presente el sonoro ingenio. Haciendo gala de una soberbia pareja a su estrechez mental, la izquierda se complace en burlarse estúpidamente del obrero peronista con chanzas como "Cristina Capitana". Insiste una y otra vez en el carácter burgués del presente gobierno como si eso bastara para igualar a todos los regímenes burgueses de la historia, ignorando toda diferencia táctica y estratégica entre las conductas que la clase debe adoptar en cada caso.

La historia se repite: el peronismo vuelve a ganar capital político entre los trabajadores, y la izquierda a perderlo. Las enormes manifestaciones de apoyo tras la muerte de Néstor Kirchner no han dado a la izquierda el dato fundamental respecto de dónde se encuentra la clase trabajadora en la geografía política, y cuál es el modo de hacer pie en ella. Objetivamente la izquierda marxista se ve beneficiada por el aumento de obreros empleados en la industria, pero piensa que eso es un acierto de su política cuando en realidad es un efecto de la política desplegada por este gobierno.

Lo único que sí ve la izquierda marxista –fenómeno no percibido por la militancia kirchnerista– es que este modelo tiene fecha de vencimiento. Porque como siempre, se trata de una coyuntura favorable en la que la burguesía "nacional" intenta pescar a río revuelto.

No se puede negar la lucidez, firmeza y gran capacidad política de Cristina Fernández para encuadrar esta tendencia en lo más parecido a un proyecto. Basta escuchar un discurso de ella para darse cuenta de las diferencias que la separan de la caterva de ignorantes que ha gobernado la Argentina en los años precedentes. Los berridos de odio de un puñado de gorilas, gordas dementes, moluscos oportunistas, privilegiaditos subde y meros delincuentes suenan con recio contraste frente a la sobriedad e inteligencia de esta mujer.

Pero como siempre en política no se trata de individuos sino de clases. El sector avanzado de la burguesía está haciendo excelentes negocios, pero es consciente del peligro que significa la organización y crecimiento de la clase obrera. Socialmente hablando no puede hacer nada, porque es parte de un proceso que no puede evitar, pero políticamente hace todo lo posible por poner trabas al crecimiento de su autonomía política.

Es el propio peronismo el que debe encargarse de eso, y es por eso –la izquierda marxista podría ventajosamente señalar este hecho a la militancia kirchnerista- que el enemigo más peligroso de este gobierno se encuentra precisamente en las filas del propio movimiento peronista, al que Cristina Fernandez mantiene disciplinado no sin esfuerzo. En este sentido la muerte de Néstor Kirchner es una mala noticia, y si CFK desea mantener atados a los intendentes del conurbano, una buena idea sería poner a alguien tan cuidadoso de las formas como Guillermo Moreno.

El problema que la izquierda no se plantea es qué va a reemplazar a este modelo. Posiblemente el PO piense que los medios de comunicación se han vuelto revolucionarios y se disponen a catapultar a Altamira al poder, pero la burguesía ve bastante más lejos. Con la caída del modelo industrialista y la vuelta al modelo africano, la izquierda quedará nuevamente arrinconada, sin clase a la que dirigirse.

La fortaleza de este gobierno depende de la viabilidad del modelo industrialista. Pero este modelo tiene contradicciones profundas que el asesinato de Mariano Ferreyra dejó al desnudo. Los mismos matones de la burocracia sindical que hoy disparan contra un militante del PO, mañana dispararán contra un trabajador peronista. Y ni la izquierda ni la militancia kirchnerista tendrán respuestas.

El modelo africano de capitalismo argentino propicia la desaparición de la clase obrera y su reemplazo por una masa de desocupados crónicos que se maten por obtener bolsones de comida. El deber de la izquierda marxista es evitar por todos los medios la consolidación de este modelo. La lucha de la clase exige antes que nada su existencia, hecho más bien obvio que es algo molesto tener que consignar. La lucha de la clase combina sin contradicción la preservación de las conquistas logradas, la exigencia de mayores concesiones, y la lucha por el poder. Despreciar las dos primeras, e identificar lo último con el voto al PO es un error de peso.

Si la izquierda no lucha por la supervivencia de la clase obrera, entonces jamás obtendrá la confianza de ésta en la lucha por el poder.