28.8.07

Money., money, money...

Las vacaciones me han permitido recobrar fuerzas, fuerzas que me encantaría invertir en algo productivo: me iría ya mismo a las Bahamas.

En fin, seguimos con estos debates que hacen de Jugo de Ladrillo el blog más popular entre los amantes del manga.

I - Sobre la peligrosidad de las citas

El que haya seguido algunos debates por acá sabrá que no soy muy amigo de las citas. Hay varias razones.

Una es que me parece que se abusa de la cita. Los psicólogos, los científicos, los cientistas sociales... los marxistas, agh! La cita es ley.

No es que me oponga a las citas, sólo me parece que cuando se las formula se olvida que leer algo es sólo una parte del asunto, queda mucho por delante: aplicar la cita al punto del que se trata, demostrar su relevancia para sostenerlo o refutarlo y por último asegurarse de que el autor no ha corregido su encuadre posteriormente, o bien que otros autores – contando con más datos – no lo han hecho.

Y esto vale mucho más cuando se habla de autores de obras profusas y complejas (que casualmente son los que más se citan). Es fácil constatar que a lo largo de la obra de un científico – y Karlitos lo era – se encontrarán muchas afirmaciones que luego serán matizadas, completadas, enmarcadas, corregidas o contradichas.

Por ejemplo, si yo dijera que el imperialismo cumple un papel progresivo en el desarrollo capitalista de una nación atrasada podría perfectamente apoyarme en los escritos del joven Marx acerca de la India. Podría convertir a Marx en un apologista del imperialismo como lo han hecho una multitud de populistas gansos y liberales que se arrastran dejando un rastro de baba en las revistitas de moda. Si yo hiciera tal cosa ¿Estaría repitiendo fielmente a Marx? Si ¿Sería marxista? No.

Qué cosa ¿no? Es lo que tienen los pensadores que realmente valen la pena, nos piden bastante más que repetir sus páginas.

En una polémica con Trotsky, Bujarin empleaba una serie de citas de Lenin, el camarada León David – que tenia un oído fino y una memoria agudísima – lo increpó:

- Pero Lenin ha escrito otras cosas en las que contradice totalmente lo que Ud. está afirmando.

Bujarin le contestó con cara de pedernal:

- Claro, pero yo tomo sólo lo que conviene a mi tesis.

Claro macho, así cualquiera.

II – ¿El dinero es un medio de producción?

En un debate (aquí abajito, el antepenúltimo post, fijesé) me atreví a sostener que sí, y puse un ejemplo sencillo a decir basta: un hombre tiene dinero en el bolsillo, compra una máquina y con ella produce X mercadería. En este caso el dinero ¿no ha actuado como medio de producción?

Se me ha dicho que no con profusión de citas y numerosas alusiones a la ortodoxia. Se transcribieron párrafos de El Capital y se habló de las “categorías marxistas”. Lo que no se ha sido capaz es de explicar – y esto es lo preocupante habida cuenta de que quien invoca la ortodoxia se supone sabe aplicarla a la realidad – es definir en qué se diferencia tener dinero en el bolsillo de tener una máquina desde el punto de vista de la capacidad productiva. Cuando digo “preocupante” no aludo a Dolmancé sino a quien se reivindica “ortodoxo" y “conocedor de las categorías”.

A mi me parece que tener dinero es como tener una máquina, un medio de producción. Qué digo: tener dinero es tener en las manos el medio de producción más versátil. Con él puedo comprar no sólo la máquina sino también la fuerza de trabajo y la materia prima. El dinero no sólo es un medio de producción, es EL medio de producción por excelencia, aunque por supuesto no es sólo esto, es más.

III – Ahora cito yo

¿Me permiten? Gracias.

Marx dice:

"El dinero, en cuanto tiene la propiedad de comprarlo todo, de apropiarse de todos los objetos es pues el objeto por excelencia. La universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su esencia; vale, pues, como ser omnipotente..., el dinero es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre".

Y también explica que el dinero transforma las creaciones humanas en una representación abstracta.

Esto está, para el que quiera leerlo, en Manuscritos Económico Filosóficos, El Poder del Dinero. Es interesante cómo Marx caracteriza al dinero en su formidable y monstruosa capacidad proteica, citando por ejemplo a Fausto:

¡Qué diablo! ¡Claro que manos y pies,
Y cabeza y trasero son tuyos!
Pero todo esto que yo tranquilamente gozo,
¿es por eso memos mío?
Si puedo pagar seis potros,
¿No son sus fuerzas mías?
Los conduzco y soy todo un señor
Como si tuviese veinticuatro patas.


Siendo en sí mismo nada, el dinero lo es todo, porque como representación puede transformarse en lo que sea. Al facilitar todas las transacciones comerciales por medio de una representación abstracta y contable el dinero permite transformar en mercancía cualquier cosa: la fuerza de trabajo, los medios de producción, incluso el dinero puede convertir en mercancía al dinero mismo con el préstamo a interés.

Siguiendo con Marx:

Lo que mediante el dinero es para mi, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis —de su poseedor— cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad.

Esto es el dinero para Marx, y es la definición más exacta y lúcida que pueda concebirse. El dinero no es nada en sí mismo, pero ese no ser nada le permite ser todo. Cuando tengo dinero puedo optar incluso por la forma en como lo haré producir: puedo comprar la máquina X que fabrica zapatos o la Z que fabrica helados, o puedo simplemente prestárselo a otro para que lo haga en mi lugar.

IV – Ejemplitos

Por supuesto, se me dirá que el dinero no ha “producido” realmente nada, que aquello por lo que el dinero se intercambia ya existía. Es verdad, pero recuérdese que el medio de producción tampoco produce realmente nada, es simplemente aquello que permite extender la capacidad de trabajo humana, siendo el trabajo el único generador de riqueza.

En ese sentido, el dinero también aumenta mi capacidad de trabajo: le pago a veinte ñatos para que hagan tal o cual cosa. Ellos me venden su fuerza de trabajo (no el trabajo en sí, distinción sutil pero que aquí se vuelve totalmente relevante) con lo cual yo me apropio de la fuerza de trabajo de ellos como me apropiaría de la fuerza de trabajo de una máquina. Mi fuerza de trabajo se multiplica entonces por veinte como las patas de los caballos de Fausto ¿Y qué hago con esa fuerza de trabajo que ahora es mía? Pues trabajar, produzco bienes.

En algunas islas de Polinesia existen artesanos que realizan tallas en madera. Uno puede ver hileras interminables de morochos haciendo dragones, serpientes y toda clase de objetos de adorno. Sus herramientas les pertenecen pero la materia prima es provista por una empresa que además les paga por su trabajo y se lleva sus tallas, que luego vende en el mercado europeo. No necesito decir que la diferencia que saca la empresa por talla es muy reconfortante.

Ahora bien, ¿dónde está aquí el medio de producción poseído por el capitalista? Fuera de la cadena de distribución – que encima normalmente está tercerizada – prácticamente no hay otros capitales invertidos en este negocio. Te doy la madera, vos me hacés la figurita, y listo.

Esto para no hablar del espinoso mundo de las empresas de servicios. O de quienes viven de rentas financieras.

Para esquematizar el ejemplo: supongamos que no poseo máquinas sino que sólo tengo dinero. Con dinero compro la materia prima y la fuerza de trabajo de los veinte ñatos mencionados que hacen alguna clase de trabajo manual produciendo alguna artesanía que luego vendo ¿No me convertí en capitalista sin poseer ningún medio de producción, a no ser dinero?

Ahora supongamos el ejemplo contrario: tengo una máquina. Varias máquinas. Una fábrica entera. Tengo también materia prima. Pero no tengo un mango en mi cuenta corriente ¿Puedo producir algo? A menos que encuentre a alguien que labure gratis un tiempo, no. Tendré que vender parte de mis materias primas o mis máquinas para conseguir (adivinen qué cosa) dinero con el que pagar a los laburantes ¿no?

O sea que sin “medios de producción” puedo aún producir algo si tengo dinero. Pero sin dinero no puedo producir nada, incluso poseyendo “medios de producción”.

¿El dinero no es entonces un medio de producción?

Si alguien quiere decir que no, está muy bien; pero por favor expliquemos por qué. Y si no somos capaces, entonces no nos aferremos a “las categorías” y tratemos de entender qué ocurre. Repetir como un loro que “no, no, no”, no sirve.

Hay que recordar de dónde provenía el debate original: si cabía la posibilidad de considerar pequeño burgués a una persona con un determinado saldo en su cuenta corriente (una suma lo suficientemente importante como para poder ser intercambiada por medios de producción en una cierta escala). Yo creo que decir que el dinero es un medio de producción indirecto es entonces perfectamente válido y ajustado tanto a Marx como a la praxis: intente cualquiera producir lo que sea sin dinero compitiendo contra quien produzca lo mismo con dinero, y luego me cuenta.

Y esto es lo que nos lleva al segundo puntito, la pregunta acerca de si una determinada capacidad de acumulación cambia o no la pertenencia a una clase. Pero para eso me voy a gastar otro post.

Buenas noches.

12.8.07

Me borro unos dias...

Me voy de vacaciones, a dar unas vueltas por la Toscana italiana.

El navegante curioso puede participar del debate en el post anterior, aquí debajo. Los comentarios seran administrados pero quizas yo ande un poco lejos de los teclados como para participar. Bah, igual no se pierde demasiado.

Traeré fotos.

Salutes.

10.8.07

Definición de "clase social" (peromiradondesefueameterrrr!)


Bueno, vamos con un post marxistón de esos que le gustan a la gente.

Hace poco por acá se comentó acertadamente que Marx no dejó ninguna definición del concepto “clase social” (Dolmancé). Si bien el mismo es peliagudito, complejo y necesita algo más que una definición en cuatro palabras, lo cierto es que tampoco tenemos a mano ningún esquema teórico formal dirigido específicamente a definirlas que Marx haya elaborado (creo que trabajaba en eso precisamente poco antes de su muerte) aunque tampoco se puede decir que no las haya definido en absoluto a lo largo de su obra.

Ya lo escucho a Carlitos gritando “Pero che, ¿tengo que definirles todo yo muchachos?”.

Al mismo tiempo durante un interesante debate que mantuve con una persona de ideología marxista mucho mejor formada que la mía, tratando la política que un partido revolucionario del proletariado debería adoptar frente a la pequeña burguesía, intenté definir qué es para mi la inasible “pequeña burguesía”. De aquí saltamos a la definición de “clase social” y recibí una serie de objeciones que voy a ir planteando aquí a medida que la ensayo.

Se me dijo que me aparto de la ortodoxia, yo creo que no. Desde ya evito caer en las Máximas Webadas acerca de status económico, político y prestigio, éticas protestantes y otros cambalaches inventados por Max Weber sobre los que se han basado un montón de simpáticos charlatanes capaces de entretener a cualquiera en persona por unos cuantos miles de dólares.

Pero lo interesante sería determinar si mi análisis tiene algo de interesante o no, y de paso ver si es cierto que agarré para el lado de los tomates, claro.

¡Vamos Jack, muévala como si supiera!

I – Las clásicas clases, definición.

El modelo marxista clásico estructura las clases sociales sobre la base de las relaciones sociales de producción, así que para definir las clases tenemos un esquema que parece simple: proletarios son aquellos que venden su fuerza de trabajo, burgueses son los que poseen los dichosos medios de producción, capaces de explotar el trabajo de los proletarios.

¿Y los pequeños burgueses qué son?

Marx los consideraba una clase destinada a desaparecer. Viendo el incremento de la brecha entre los deciles más altos y más bajos de la población mundial (pongamos por ejemplo la argentina) esto parece que se va cumpliendo pese a las ilusiones de la llamada “clase media”.

Pero desde un punto de vista estrictamente marxista el término “clase media” no existe y las clases no se definen por los niveles de ingreso. Como nos basamos sólo en la propiedad de los medios de producción lo único que tenemos es el concepto de “pequeña burguesía”, que estaría constituido por aquellos que son propietarios de bienes de producción, pero a una escala tan pequeña que no les permite explotar trabajo asalariado sino que sólo pueden explotarse a sí mismos. Un kiosquero, por ejemplo, o un pequeño productor campesino.

Así que el esquema de definiciones propuesto para definir “clases” sería éste:

a) Burgueses (poseen medios de producción y explotan trabajo asalariado).

b) Pequeños burgueses (poseen medios de producción pero no pueden más que explotarse a sí mismos).

c) Proletarios (no poseen medios de producción y deben vender su fuerza de trabajo).

II – Cuestionando.

Como válida, esta definición es válida. Podemos ubicar a cualquier individuo en alguna de las categorías precedentes, sin duda. Pero la pregunta es ¿de qué nos sirve a los efectos prácticos esta definición?

El primer cuestionamiento que haría cualquiera aparece cantado: un gerente de una multinacional (que no posee ningún medio de producción y depende de un salario) gana 15.000 pesos por mes, un obrero menos de diez veces eso ¿ambos pertenecen a la misma clase?

Acá es posible creer que uno cae de cabeza en Weber y su categoría “status económico”: el obrero y el gerente pertenecen a clases diferentes en función de su ingreso... ¿No estamos hablando de la estratificación económica? Marx nunca habló de las clases como estratos de renta, con lo que al parecer aquí Weber tendría algo de razón en este punto, más allá de otras docenas de conceptos suyos mucho más endebles.

Meter en la misma bolsa a un gerente y a un laburante raso sólo porque ninguno de los dos posee realmente la empresa para la que laburan ¿no es un poco excesivo?

Acá creo que vale hacer una pausa, dejar la pregunta en suspenso por ahora, tomar un sorbo del cafecito y preguntarse inesperadamente: ¿qué es una definición?

III – Eso, ¿qué es?

Una definición describe un objeto según un criterio. Por ejemplo: la definición taxonómica de un pájaro y un murciélago los ubicará en categorías diferentes. Pero si mi definición es “animales que vuelan” resulta que ambos están en la misma (junto con el chancho). Definir algo es adecuarse a un criterio.

Así que si el criterio de nuestra definición se basa en la propiedad de los medios de producción, podemos admitir que por el momento el obrero y el gerente juegan en el mismo equipo.

Pero si observamos la realidad vemos que en los hechos difícilmente lo hagan. Veamos.

IV – La famosa praxis

Supongamos que en una empresa la comisión del sindicato decide ir a la huelga ¿Puede esperar que todo aquel que – según la definición que tenemos hasta ahora – pertenece a la clase trabajadora vaya a la huelga?

Evidentemente no, se sabe perfectamente que más allá de los porcentajes de deserción lo normal es que un gerente que gana quince lucas muy difícilmente se halle siquiera encuadrado en el sindicato, aunque no tenga ni una acción de la empresa.

Una objeción posible a este simple análisis es que el nivel de conciencia de clase no es uniforme en todo el proletariado y que la ideología burguesa alcanza a buena parte del mismo. Esto es verdad, la percepción subjetiva de un laburante puede ser y de hecho demasiadas veces es contraria a sus intereses objetivos de clase.

Pero esta explicación no alcanza para ilustrar este caso. Serviría para un obrero no combativo o un empleado pero no para un tipo con un salario tan alto.

La pregunta concreta es ¿hasta qué punto un gerente que gana quince lucas actúa contra sus intereses de clase (o de la capa a la que pertenece, si no queremos decir que constituye una clase) al negarse – por ejemplo – a ir a una huelga?

El obrero que no lucha actúa contra los intereses de la clase, sin duda, pero cierto estamento de determinados ingresos tiene ya intereses propios. No está interesado en dejar su carrera profesional, ni sus ingresos ni su posibilidad de ascenso, es muy difícil sostener que su conducta en este caso está motivada por mera permeabilidad de su subjetividad a los valores de la clase burguesa.

La guita en el bolsillo es una realidad bien material, y al negarse a ir a una huelga la posición del gerente es mucho más realista que la del empleadito que gana poco más de luca y media y quiere ascender.

Nueva objeción: el gerente de una multi se da cuenta de que vive en un mundo ilusorio en el momento en que le pegan una patada en el tujes. Todas sus creencias en el sistema se derrumban y se siente “traicionado” por la burguesía, porque su fuente de ingresos – por muy altos que sean – no es propia, depende de vender su trabajo como cualquier laburante.

Esto es verdad hasta cierto punto, punto que puede ser alto, pero que tiene un límite. Y aquí me meto en una interpretación de cosecha propia:

V – Interprete nomás

Los ingresos, cuando traspasan cierto punto (y la determinación de este “cierto punto” es un asunto profundamente dialéctico) permiten un nivel de acumulación tal que hacen más fácil el paso de asalariado a pequeño burgués según la definición marxista clásica.

El gerente de una multi tiene una capacidad de ahorro tal que le permite hacerse una provisión de fondos, y en caso de pérdida de la fuente de trabajo esta provisión le permitirá montar un negocio propio – aunque sea un kiosco – en condiciones mucho menos penosas que las de aquel cuyo salario se va estrictamente en pagar su subsistencia.

O sea que su dependencia objetiva de la fuente de trabajo es mucho menor. En definitiva ¿qué otro objeto tiene la acumulación de un asalariado sino éste? Todo ahorro que hace un laburante en el sistema capitalista está dirigido a disminuir su dependencia del capital ajeno; en otras palabras: la única forma de subsistencia dentro de la dinámica capitalista es acumular porque la única forma de independizarse de la burguesía es... convertirse en burgués.

El dinero, acumulado hasta llegar hasta el famoso “cierto punto” se transforma también en un medio de producción. El hecho mismo de poner dinero en el banco y percibir un interés convierte al pequeño capital que tiene cualquiera en medio de producción indirecto.

Por supuesto: en la enorme masa de asalariados esta percepción es despreciable y apenas si sirve pare defenderse de la inflación, pero ojo: en tanto el ingreso sube y es capaz de dejar un excedente creciente, este excedente puede y es utilizado como fuente de ingresos extra mediante la inversión de cualquier tipo.

Si reconocemos este hecho no salimos de la interpretación marxista clásica. Los asalariados de altos ingresos son en realidad propietarios de un medio de producción: dinero; que invierten como ahorristas, tenedores de acciones, inversores en fondos, etc.

VI - Más objeciones

Todavía queda otra objeción, esta vez con un argumento interesante: los obreros de Santa Cruz ganan diez lucas y son sin embargo proletarios.

Yo creo que esto es verdad con una salvedad: son una capa privilegiada del proletariado, precisamente en función de sus ingresos.

Los obreros de Santa Cruz trabajan en un sector clave de la producción – el petróleo – que combina alta vulnerabilidad ante conflictos (se para la producción de petróleo y se pierde mucha guita por día) e ingresos siderales, factores combinados que obligan al pago de buenos salarios. Es verdad que trabajan en una zona desfavorable en condiciones muy duras, pero este hecho es menor: las condiciones de un minero boliviano son tan miserables como sus salarios.

Por lo que sé la identificación de capas en las clases sociales no se desvía ni un ápice del marxismo-leninismo, y está fundamentada en el nivel de ingresos (espero que alguien me dé un garrotazo teórico si le pifio).

Pero de todas formas... ¿Un gerente gana diez lucas y no es proletario y el obrero de Santa Cruz gana lo mismo y sí lo es (aunque sea “capa privilegiada”)? ¿En qué quedamos, Jack?

Bueno yo creo que existe un tercer factor.

VII – Aquí viene el tercer factor, no se impacienten.

El trabajo es nuestra forma de producir para nosotros. Del fruto de nuestro trabajo surge el ingreso para adquirir bienes y servicios. Como tal el trabajo deviene una parte importante de nuestras vidas y un moldeador de nuestra conciencia y valores.

Nuestro trabajo produce bienes o servicios a través de los cuales el burgués extrae plusvalía. Pero la visibilidad que tiene para nosotros esto es diferente de acuerdo al tipo de trabajo que desarrollemos.

El obrero de fábrica tiene una relación directa con la producción, ve claramente el proceso que lleva al producto terminado y sus fases. El obrero controla el proceso productivo: sabe que si baja la palanca pasa una cosa y si la sube otra, y que si para la planta se generan unas pérdidas que puede cuantificar con exactitud debido a su familiaridad con la línea de producción, sus tiempos y sus costos.

Al mismo tiempo su experiencia le indica que el capitalista gana guita muy lejos de esos pozos de petróleo o esos socavones que son la fuente de la misma. A los ojos del obrero la diferencia entre lo que él hace – generar riqueza – y lo que hace el capitalista es clarísima: él hace la riqueza y el burgués se la mete en el bolsillo.

En cambio el trabajo en la administración es diferente. El trabajador intelectual, administrativo o jerárquico tiene una relación mucho más mediatizada con la producción. Su control sobre el proceso en el que participa es objetivamente mucho menor porque le es mucho más difícil saber exactamente cuánta plusvalía genera su trabajo y cuánto depende de él el capitalista.

Siendo la jerarquía administrativa mucho más compleja, el trabajador de corbata sabe que su supervivencia depende relativamente de la eficiencia pero mucho mas de la negociación, de caer bien, de diseñar estrategias de ascenso, etc..

Su identificación subjetiva con el capitalista es mucho más fácil e inmediata: ambos trabajan en oficinas, ambos usan corbata y ambos manejan conceptos abstractos: cifras, resultados, presentaciones e informes. Mucho más si se trata de personal jerárquico, acostumbrado a mandar subordinados.

La relación con la producción es el tercer factor y tiene un peso importante.

VIII – Definiendo el esquemita Jack

Los factores que concurren para definir “clase social” son entonces:

a) Propiedad de los medios de producción.

b) Capacidad de acumulación.

c) Relación con el proceso productivo.

Los tres giran en torno a los medios de producción y su control. El factor a) define la forma de control primaria que separa a un burgués (pequeño o grande) de un asalariado.

Este factor es predominante y ejerce el corte más importante. Los otros dos b) y c) se contrabalancean para separar asalariados proletarios de asalariados pequeño burgueses.

El factor b) separa entre los asalariados a aquellos que pueden hacerse con un medio de producción indirecto – que es el dinero – de aquellos que no pueden, esto es: asalariados pequeño burgueses y proletarios respectivamente.

El factor c) la relación con la producción también separa a los asalariados entre aquellos cuya relación es mediatizada e indirecta (asalariados pequeño burgueses) de aquellos en la que es directa (asalariados proletarios).

La famosa “pequeña burguesía” entonces engloba a los propietarios de medios de producción que no pueden explotar asalariados y a los asalariados cuya relación factor b) / factor c) los coloque en un determinado punto.

IX – Ejemplitos

Un obrero de Santa Cruz es un proletario aunque tenga ingresos superiores a los de un administrativo de la city porteña, que es un pequeño burgués, en virtud del factor c).

Ojo que aquí hay más un juego de fuerzas que una clasificación rígida: El factor b) empuja a un obrero de alto salario al campo pequeño burgués, mientras que el factor c) lo ancla al proletariado (por eso es “capa privilegiada del proletariado”). Inversamente el factor b) empuja al administrativo al proletariado mientras que el factor c) lo ancla en el campo pequeño burgués (por eso es “capa desfavorecida de la pequeña burguesia”).

El gerente de una multi es sin duda un pequeño burgués, en virtud de ambos factores b) y c), aunque no tenga a).

Un profesional independiente es pequeño burgués en virtud de c), poco importa si él mismo es su propia empresa o es en realidad un asalariado encubierto que factura ocho horas por día a la misma empresa, incluso si tiene bajos ingresos.

Un caso interesante son los maestros, yo creo que – al menos en Argentina – son proletarios dado su bajo nivel de ingresos que les plantea una gran dependencia de su fuente de trabajo y porque su relación con la producción es en realidad fuerte a pesar de que sea intelectual y no manufacturera. Algo parecido pasa con los médicos de los hospitales, mientras que los particulares pierden el factor c).

Un trabajador de servicios (no, no de la SIDE muchachos) también tiene problemas con el factor c), aunque si sus ingresos son bajos entonces hay un contrapeso.

Otro caso interesante es la policía. Algunos partidos trotskistas pedían su sindicalización, que no es una mala idea, solo que su dependencia de las necesidades del estado burgués es demasiado alta como para hacerse ilusiones.

Otros casos interesantes son los comerciantes a muy baja escala, vendedores ambulantes, comerciantes informales, etc.

Quedan afuera – metáfora ácida – los desocupados, cuyo problema es precisamente la falta total de factor c), como ya se analizo en algún otro post, a pesar de que sus ingresos son ínfimos.

Sin embargo – y sin sobrevalorarlos – es evidente que la falta total de ingresos los empuja a algún tipo de movilización, como lo demuestran algunas experiencias piqueteras altamente politizadas y combativas como la Aníbal Veron.

X – Conclusiones

Que se yo... ¿Alguno se anima?