Las vacaciones me han permitido recobrar fuerzas, fuerzas que me encantaría invertir en algo productivo: me iría ya mismo a las Bahamas.
En fin, seguimos con estos debates que hacen de Jugo de Ladrillo el blog más popular entre los amantes del manga.
I - Sobre la peligrosidad de las citas
El que haya seguido algunos debates por acá sabrá que no soy muy amigo de las citas. Hay varias razones.
Una es que me parece que se abusa de la cita. Los psicólogos, los científicos, los cientistas sociales... los marxistas, agh! La cita es ley.
No es que me oponga a las citas, sólo me parece que cuando se las formula se olvida que leer algo es sólo una parte del asunto, queda mucho por delante: aplicar la cita al punto del que se trata, demostrar su relevancia para sostenerlo o refutarlo y por último asegurarse de que el autor no ha corregido su encuadre posteriormente, o bien que otros autores – contando con más datos – no lo han hecho.
Y esto vale mucho más cuando se habla de autores de obras profusas y complejas (que casualmente son los que más se citan). Es fácil constatar que a lo largo de la obra de un científico – y Karlitos lo era – se encontrarán muchas afirmaciones que luego serán matizadas, completadas, enmarcadas, corregidas o contradichas.
Por ejemplo, si yo dijera que el imperialismo cumple un papel progresivo en el desarrollo capitalista de una nación atrasada podría perfectamente apoyarme en los escritos del joven Marx acerca de la India. Podría convertir a Marx en un apologista del imperialismo como lo han hecho una multitud de populistas gansos y liberales que se arrastran dejando un rastro de baba en las revistitas de moda. Si yo hiciera tal cosa ¿Estaría repitiendo fielmente a Marx? Si ¿Sería marxista? No.
Qué cosa ¿no? Es lo que tienen los pensadores que realmente valen la pena, nos piden bastante más que repetir sus páginas.
En una polémica con Trotsky, Bujarin empleaba una serie de citas de Lenin, el camarada León David – que tenia un oído fino y una memoria agudísima – lo increpó:
- Pero Lenin ha escrito otras cosas en las que contradice totalmente lo que Ud. está afirmando.
Bujarin le contestó con cara de pedernal:
- Claro, pero yo tomo sólo lo que conviene a mi tesis.
Claro macho, así cualquiera.
II – ¿El dinero es un medio de producción?
En un debate (aquí abajito, el antepenúltimo post, fijesé) me atreví a sostener que sí, y puse un ejemplo sencillo a decir basta: un hombre tiene dinero en el bolsillo, compra una máquina y con ella produce X mercadería. En este caso el dinero ¿no ha actuado como medio de producción?
Se me ha dicho que no con profusión de citas y numerosas alusiones a la ortodoxia. Se transcribieron párrafos de El Capital y se habló de las “categorías marxistas”. Lo que no se ha sido capaz es de explicar – y esto es lo preocupante habida cuenta de que quien invoca la ortodoxia se supone sabe aplicarla a la realidad – es definir en qué se diferencia tener dinero en el bolsillo de tener una máquina desde el punto de vista de la capacidad productiva. Cuando digo “preocupante” no aludo a Dolmancé sino a quien se reivindica “ortodoxo" y “conocedor de las categorías”.
A mi me parece que tener dinero es como tener una máquina, un medio de producción. Qué digo: tener dinero es tener en las manos el medio de producción más versátil. Con él puedo comprar no sólo la máquina sino también la fuerza de trabajo y la materia prima. El dinero no sólo es un medio de producción, es EL medio de producción por excelencia, aunque por supuesto no es sólo esto, es más.
III – Ahora cito yo
¿Me permiten? Gracias.
Marx dice:
"El dinero, en cuanto tiene la propiedad de comprarlo todo, de apropiarse de todos los objetos es pues el objeto por excelencia. La universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su esencia; vale, pues, como ser omnipotente..., el dinero es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre".
Y también explica que el dinero transforma las creaciones humanas en una representación abstracta.
Esto está, para el que quiera leerlo, en Manuscritos Económico Filosóficos, El Poder del Dinero. Es interesante cómo Marx caracteriza al dinero en su formidable y monstruosa capacidad proteica, citando por ejemplo a Fausto:
¡Qué diablo! ¡Claro que manos y pies,
Y cabeza y trasero son tuyos!
Pero todo esto que yo tranquilamente gozo,
¿es por eso memos mío?
Si puedo pagar seis potros,
¿No son sus fuerzas mías?
Los conduzco y soy todo un señor
Como si tuviese veinticuatro patas.
Siendo en sí mismo nada, el dinero lo es todo, porque como representación puede transformarse en lo que sea. Al facilitar todas las transacciones comerciales por medio de una representación abstracta y contable el dinero permite transformar en mercancía cualquier cosa: la fuerza de trabajo, los medios de producción, incluso el dinero puede convertir en mercancía al dinero mismo con el préstamo a interés.
Siguiendo con Marx:
Lo que mediante el dinero es para mi, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis —de su poseedor— cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad.
Esto es el dinero para Marx, y es la definición más exacta y lúcida que pueda concebirse. El dinero no es nada en sí mismo, pero ese no ser nada le permite ser todo. Cuando tengo dinero puedo optar incluso por la forma en como lo haré producir: puedo comprar la máquina X que fabrica zapatos o la Z que fabrica helados, o puedo simplemente prestárselo a otro para que lo haga en mi lugar.
IV – Ejemplitos
Por supuesto, se me dirá que el dinero no ha “producido” realmente nada, que aquello por lo que el dinero se intercambia ya existía. Es verdad, pero recuérdese que el medio de producción tampoco produce realmente nada, es simplemente aquello que permite extender la capacidad de trabajo humana, siendo el trabajo el único generador de riqueza.
En ese sentido, el dinero también aumenta mi capacidad de trabajo: le pago a veinte ñatos para que hagan tal o cual cosa. Ellos me venden su fuerza de trabajo (no el trabajo en sí, distinción sutil pero que aquí se vuelve totalmente relevante) con lo cual yo me apropio de la fuerza de trabajo de ellos como me apropiaría de la fuerza de trabajo de una máquina. Mi fuerza de trabajo se multiplica entonces por veinte como las patas de los caballos de Fausto ¿Y qué hago con esa fuerza de trabajo que ahora es mía? Pues trabajar, produzco bienes.
En algunas islas de Polinesia existen artesanos que realizan tallas en madera. Uno puede ver hileras interminables de morochos haciendo dragones, serpientes y toda clase de objetos de adorno. Sus herramientas les pertenecen pero la materia prima es provista por una empresa que además les paga por su trabajo y se lleva sus tallas, que luego vende en el mercado europeo. No necesito decir que la diferencia que saca la empresa por talla es muy reconfortante.
Ahora bien, ¿dónde está aquí el medio de producción poseído por el capitalista? Fuera de la cadena de distribución – que encima normalmente está tercerizada – prácticamente no hay otros capitales invertidos en este negocio. Te doy la madera, vos me hacés la figurita, y listo.
Esto para no hablar del espinoso mundo de las empresas de servicios. O de quienes viven de rentas financieras.
Para esquematizar el ejemplo: supongamos que no poseo máquinas sino que sólo tengo dinero. Con dinero compro la materia prima y la fuerza de trabajo de los veinte ñatos mencionados que hacen alguna clase de trabajo manual produciendo alguna artesanía que luego vendo ¿No me convertí en capitalista sin poseer ningún medio de producción, a no ser dinero?
Ahora supongamos el ejemplo contrario: tengo una máquina. Varias máquinas. Una fábrica entera. Tengo también materia prima. Pero no tengo un mango en mi cuenta corriente ¿Puedo producir algo? A menos que encuentre a alguien que labure gratis un tiempo, no. Tendré que vender parte de mis materias primas o mis máquinas para conseguir (adivinen qué cosa) dinero con el que pagar a los laburantes ¿no?
O sea que sin “medios de producción” puedo aún producir algo si tengo dinero. Pero sin dinero no puedo producir nada, incluso poseyendo “medios de producción”.
¿El dinero no es entonces un medio de producción?
Si alguien quiere decir que no, está muy bien; pero por favor expliquemos por qué. Y si no somos capaces, entonces no nos aferremos a “las categorías” y tratemos de entender qué ocurre. Repetir como un loro que “no, no, no”, no sirve.
Hay que recordar de dónde provenía el debate original: si cabía la posibilidad de considerar pequeño burgués a una persona con un determinado saldo en su cuenta corriente (una suma lo suficientemente importante como para poder ser intercambiada por medios de producción en una cierta escala). Yo creo que decir que el dinero es un medio de producción indirecto es entonces perfectamente válido y ajustado tanto a Marx como a la praxis: intente cualquiera producir lo que sea sin dinero compitiendo contra quien produzca lo mismo con dinero, y luego me cuenta.
Y esto es lo que nos lleva al segundo puntito, la pregunta acerca de si una determinada capacidad de acumulación cambia o no la pertenencia a una clase. Pero para eso me voy a gastar otro post.
Buenas noches.