
En los '60 y los '70 - dorados años para el pensamiento - se discutía. Se discutía filosofía, política, el futuro del mundo, el cine arte, el cine debate, el papel del arte en la construcción de la liberación, el compromiso, y así.
Es verdad: estaba lleno de chantas, verseros y giles diplomados, nadie trata de negarlo. Tipos que llevaban a Marx o a Sartre o a Fanon bajo el brazo simplemente para levantarse minitas. La nouvelle vague a veces abusaba de la paciencia. En el café hacían la revolución los que hoy nos explican la muerte de las ideologías.
Pero el hecho de que para levantarse a una mina hubiera que posar de intelectual comprometido (incluso siendo un ganso) al menos marcaba una tendencia interesante, una dirección, un zeitgeist digamos, qué se yo.
Hoy... hoy asistimos atónitos a algo que en aquella época parecía impensable: el ataque en toda la línea contra la enseñanza científica en las escuelas, la defenestración de Darwin, la reivindicación de la ignorancia y la cereza sobre el postre: la grave, pormenorizada y solemne discusión sobre la existencia o no del... limbo.
Son tiempos muy, pero muy malos para el pensamiento.
Si me llaman nostálgico diré que a veces no queda otra que serlo. No está nada mal tener nostalgia de tiempos en los que pensar era un mérito y en los que semejante tema hubiera sido contemplado como un impensable delirio de cavernícolas.
Si me apuran, diré que se trata hasta de una cuestión estética.
Francamente, yo iba a escribir algo más, créanme, pero me agarró como un cansancio ¿vieron? Nada puede hacerse frente al ridículo. Mejor dejarlo ahí y contemplarlo con paciencia, a ver hasta cuándo piensa durar.
Es verdad: estaba lleno de chantas, verseros y giles diplomados, nadie trata de negarlo. Tipos que llevaban a Marx o a Sartre o a Fanon bajo el brazo simplemente para levantarse minitas. La nouvelle vague a veces abusaba de la paciencia. En el café hacían la revolución los que hoy nos explican la muerte de las ideologías.
Pero el hecho de que para levantarse a una mina hubiera que posar de intelectual comprometido (incluso siendo un ganso) al menos marcaba una tendencia interesante, una dirección, un zeitgeist digamos, qué se yo.
Hoy... hoy asistimos atónitos a algo que en aquella época parecía impensable: el ataque en toda la línea contra la enseñanza científica en las escuelas, la defenestración de Darwin, la reivindicación de la ignorancia y la cereza sobre el postre: la grave, pormenorizada y solemne discusión sobre la existencia o no del... limbo.
Son tiempos muy, pero muy malos para el pensamiento.
Si me llaman nostálgico diré que a veces no queda otra que serlo. No está nada mal tener nostalgia de tiempos en los que pensar era un mérito y en los que semejante tema hubiera sido contemplado como un impensable delirio de cavernícolas.
Si me apuran, diré que se trata hasta de una cuestión estética.
Francamente, yo iba a escribir algo más, créanme, pero me agarró como un cansancio ¿vieron? Nada puede hacerse frente al ridículo. Mejor dejarlo ahí y contemplarlo con paciencia, a ver hasta cuándo piensa durar.