
Bueno, hemos festejado la navidad. Digo "hemos" porque a pesar de ser un ateo ferviente, me gusta mucho la navidad. Me gusta pasarla con amigos, me gusta hacer regalos.
Pero más importante: no dejo de pensar en aquel tipo que la tradición nos pinta con aspecto hippie y psicobolche (aunque probablemente haya sido mucho más morocho y menos estilizado, si se debe creer a los estudios antropométricos sobre los pueblos semitas que habitaban la región en aquella época).
¿Por qué pensar en El Flaco? Hoy que los cristianos más consecuentes (me siento a kilómetros de muchos de ellos) se quejan de la mercantilización de la navidad, no está de más acordarse de Jesús no tanto como ellos lo recuerdan quizás (que a mí me parece lo hubiera sorprendido mucho), sino como lo que fue objetivamente según lo que sabemos de él: alguien que desafió al poder a partir de los humildes y desposeídos con una audacia y una valentía raras en aquellos tiempos... y en todos los tiempos.
Existe un interesante libro de Jay Haley, que se llama Tácticas de Poder de Jesucristo, que lejos de ser un libro místico (Haley era un psi bastante setentoso) habla de Jesús como organizador y estratega y lo vincula a ciertos aspectos de la psicología. No es que coincida en todo con él, pero descubre algunas cosas que me parecen ciertas.
Haley plantea astutamente que Jesús fue el primero en ver a los pobres como una fuerza política en un tiempo en el que los pobres y el pueblo llano eran vistos como algo totalmente ajeno al poder. La política en esa época era cosa de combinaciones entre poderosos del establishment. Antes que Marx, antes que Kropotkin, antes que Lenin y antes que ningún líder moderno, Jesús vio a los pobres como una fuerza capaz de influir en la política de la época.
Si a alguno le parece esto una herejía, convertir a Jesús en un "mero" político, responderé que se trata de política en el sentido más alto de la palabra. No la politiquería de las combinaciones y los intereses del Poder sino la política vista como una herramienta para liberar al hombre y no para encadenarlo. No me parece que se pueda encarar una tarea más noble y justa que esa. Si viéramos la política de esta forma en lugar de aquella imagen degradada que nos venden como inevitable, quizás nos iría mejor.
Si algo me extraña es que tantos cristianos se nieguen a ver lo que Jesús parece muy evidentemente haber sido: un revolucionario que se acomodaría muy mal a una sociedad "cristiana" como la nuestra. Sé que se me puede acusar de hacer analogías fáciles, pero es que hay hechos que me parecen muy difíciles de refutar:
Cuando vino un rico a preguntar qué tenía que hacer, la respuesta fue tan contundente como sencilla: "Todo cuanto tienes véndelo y repártelo entre los pobres, luego ven y sígueme". Y después: "Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar al reino de los cielos". No se trata sólo de la frase, (que igual no deja lugar a dudas), sino también del contexto: ¡en aquella época, nada menos! de reverencia al poder y resignación fatal ante la opresión semejante frase es subversiva sin vueltas. Su autor no parece hecho para llevarse demasiado bien con el enjoyado Ratzinger.
"No juréis (...) sea tu palabra si, si; no, no..." me parece una transparente afirmación de que la verdad no descansa sobre fórmulas de juramentos, sino sobre las sencillas palabras de cada uno: "esto es así / esto no es así" es todo lo necesario, al alcance de cualquier corazón sincero. La palabrería de las grandes fórmulas es inútil y hasta sospechosa.
La expulsión de los mercaderes a latigazos del templo tampoco lo pinta como un adepto a los pactitos, aunque sí como el candidato ideal para auditar el Banco Ambrosiano, el Banco Cattolico del Veneto o el Istituto per Opere Religiose. No sé por qué pienso que un ateo como yo se sentiría mucho más cómodo con Jesús que santos varones como Paul Marcinkus, o los fallecidos Roberto Calvi, Michele Sindona et altri (dejo al lector la búsqueda de información sobre estas intachables entidades y personas, abunda para el que tenga ojos, oídos y un mínimo de honestidad).
"Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra" es una apelación directa a la consciencia del rectísimo censor presto a lapidar a quien infringe la moral, en este caso una prostituta. Otra vez las analogías con el presente son tan patentes que el silencio mismo resulta estruendoso.
Sabemos cómo terminó: como tantos otros que han desafiado al poder.
Claro, luego vinieron un montón de doctos sacerdotes a corregir, modificar, generalizar, diluir... en fin: a dejar cada palabra de Jesús exactamente patas para arriba: se restablecieron los juramentos, las jerarquías, la adoración de la riqueza, el poder y las prebendas; se persiguió, descalificó y acosó principalmente a los débiles. Lo mejor que pueden esperar hoy los pobres es que sus opresores se dignen ser misericordiosos. Hoy en nombre de Jesús se pide paciencia al oprimido, frugalidad al hambriento, y modestia al mísero. Y a todos un estricto apego a las normas morales.
Así, el Jesús reinterpretado se convirtió en alguien más bien edulcorado, vago, ambiguo. Cuando no en una caricatura violenta en boca de fascistoides de vario pelaje que lo vociferan y pintan como "Cristo Rey", cuando hasta para el espíritu más obtuso resulta imposible imaginar que Jesús ambicionara colocarse algo parecido a una corona en la cabeza.
Y eso que si Jesús tenía una manía era la de hablar clarísimo: sus palabras están ahí, intergiversables, claras, directas y sencillas. Al alcance de todos.
Hasta de un ateo como yo.
Buenas tardes.
Pero más importante: no dejo de pensar en aquel tipo que la tradición nos pinta con aspecto hippie y psicobolche (aunque probablemente haya sido mucho más morocho y menos estilizado, si se debe creer a los estudios antropométricos sobre los pueblos semitas que habitaban la región en aquella época).
¿Por qué pensar en El Flaco? Hoy que los cristianos más consecuentes (me siento a kilómetros de muchos de ellos) se quejan de la mercantilización de la navidad, no está de más acordarse de Jesús no tanto como ellos lo recuerdan quizás (que a mí me parece lo hubiera sorprendido mucho), sino como lo que fue objetivamente según lo que sabemos de él: alguien que desafió al poder a partir de los humildes y desposeídos con una audacia y una valentía raras en aquellos tiempos... y en todos los tiempos.
Existe un interesante libro de Jay Haley, que se llama Tácticas de Poder de Jesucristo, que lejos de ser un libro místico (Haley era un psi bastante setentoso) habla de Jesús como organizador y estratega y lo vincula a ciertos aspectos de la psicología. No es que coincida en todo con él, pero descubre algunas cosas que me parecen ciertas.
Haley plantea astutamente que Jesús fue el primero en ver a los pobres como una fuerza política en un tiempo en el que los pobres y el pueblo llano eran vistos como algo totalmente ajeno al poder. La política en esa época era cosa de combinaciones entre poderosos del establishment. Antes que Marx, antes que Kropotkin, antes que Lenin y antes que ningún líder moderno, Jesús vio a los pobres como una fuerza capaz de influir en la política de la época.
Si a alguno le parece esto una herejía, convertir a Jesús en un "mero" político, responderé que se trata de política en el sentido más alto de la palabra. No la politiquería de las combinaciones y los intereses del Poder sino la política vista como una herramienta para liberar al hombre y no para encadenarlo. No me parece que se pueda encarar una tarea más noble y justa que esa. Si viéramos la política de esta forma en lugar de aquella imagen degradada que nos venden como inevitable, quizás nos iría mejor.
Si algo me extraña es que tantos cristianos se nieguen a ver lo que Jesús parece muy evidentemente haber sido: un revolucionario que se acomodaría muy mal a una sociedad "cristiana" como la nuestra. Sé que se me puede acusar de hacer analogías fáciles, pero es que hay hechos que me parecen muy difíciles de refutar:
Cuando vino un rico a preguntar qué tenía que hacer, la respuesta fue tan contundente como sencilla: "Todo cuanto tienes véndelo y repártelo entre los pobres, luego ven y sígueme". Y después: "Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar al reino de los cielos". No se trata sólo de la frase, (que igual no deja lugar a dudas), sino también del contexto: ¡en aquella época, nada menos! de reverencia al poder y resignación fatal ante la opresión semejante frase es subversiva sin vueltas. Su autor no parece hecho para llevarse demasiado bien con el enjoyado Ratzinger.
"No juréis (...) sea tu palabra si, si; no, no..." me parece una transparente afirmación de que la verdad no descansa sobre fórmulas de juramentos, sino sobre las sencillas palabras de cada uno: "esto es así / esto no es así" es todo lo necesario, al alcance de cualquier corazón sincero. La palabrería de las grandes fórmulas es inútil y hasta sospechosa.
La expulsión de los mercaderes a latigazos del templo tampoco lo pinta como un adepto a los pactitos, aunque sí como el candidato ideal para auditar el Banco Ambrosiano, el Banco Cattolico del Veneto o el Istituto per Opere Religiose. No sé por qué pienso que un ateo como yo se sentiría mucho más cómodo con Jesús que santos varones como Paul Marcinkus, o los fallecidos Roberto Calvi, Michele Sindona et altri (dejo al lector la búsqueda de información sobre estas intachables entidades y personas, abunda para el que tenga ojos, oídos y un mínimo de honestidad).
"Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra" es una apelación directa a la consciencia del rectísimo censor presto a lapidar a quien infringe la moral, en este caso una prostituta. Otra vez las analogías con el presente son tan patentes que el silencio mismo resulta estruendoso.
Sabemos cómo terminó: como tantos otros que han desafiado al poder.
Claro, luego vinieron un montón de doctos sacerdotes a corregir, modificar, generalizar, diluir... en fin: a dejar cada palabra de Jesús exactamente patas para arriba: se restablecieron los juramentos, las jerarquías, la adoración de la riqueza, el poder y las prebendas; se persiguió, descalificó y acosó principalmente a los débiles. Lo mejor que pueden esperar hoy los pobres es que sus opresores se dignen ser misericordiosos. Hoy en nombre de Jesús se pide paciencia al oprimido, frugalidad al hambriento, y modestia al mísero. Y a todos un estricto apego a las normas morales.
Así, el Jesús reinterpretado se convirtió en alguien más bien edulcorado, vago, ambiguo. Cuando no en una caricatura violenta en boca de fascistoides de vario pelaje que lo vociferan y pintan como "Cristo Rey", cuando hasta para el espíritu más obtuso resulta imposible imaginar que Jesús ambicionara colocarse algo parecido a una corona en la cabeza.
Y eso que si Jesús tenía una manía era la de hablar clarísimo: sus palabras están ahí, intergiversables, claras, directas y sencillas. Al alcance de todos.
Hasta de un ateo como yo.
Buenas tardes.