4.3.11

Los negritos y el agua caliente


Recuerdo ese concepto tan ingenioso de Terry Eagleton que al principio no comprendí: el capitalismo es un curioso sistema cuyos límites se encuentran en el centro.

Debería decir: la realidad se encargó y se encarga de recordármelo todo el tiempo, pero supongo que se trata de algo común a todos los regimenes en decadencia. Me refiero a la degeneración estética de las clases dominantes que se refleja en la entronización política de lúmpenes, proxenetas, bailarinas dudosas y comediantes baratos en decadencia. La burguesía se vuelve indistinguible de la mafia en su conducta así como en sus gustos.

Claro que esto se presenta como popular cuando no es más que impuesto; pero pueden llover las acusaciones de elitismo, las colecciono.

1 comentario:

Severian dijo...

Hay más bien un desdén por el discernimiento estético de las clases oprimidas, que se manifiesta en la promoción de tipos como el Midachi a modo de candidatos electorales. Denota un desdén profundo por los votantes.

Análogamente, Gran Hermano o los culos de Tinelli denotan un desdén profundo por el televidente, quien obviamente consumiría con igual o mayor placer un producto de calidad emitido en esos horarios.

Quiero decir, las clases dominantes toman vino bueno, el Crespi se lo enchufan a las clases bajas. "Nos juntamos y comemos caviar y canapés. Y con la plata que reunimos les compramos a los pobres polenta, fideos, y esas porquerías que comen ellos" decía Susanita.