24.6.07

Maurizio, la progresía, la izquierda... ¿Lo qué?

Bueno, es posible que Maurizio quede al frente de la Capital nomás.

Y se escuchan, no podía ser de otra manera, las voces alarmadas de la progresía nacional. Recorriendo blogs, notas y opiniones de la clase media bienpensante es imposible no encontrarse con las voces de espanto: a dónde vamos a parar, cómo es posible, qué horror monona, y dale, y dale, y dale.

Y a mí, qué quieren que les diga, ya me tienen podrido.

Quién es Maurizio ya lo sabemos. El nene de papá, el representante de los negocios privados enriquecidos a costa del sector público, el que pondrá al frente del poder político en forma directa a la clase prebendaria, inútil y parasitaria que hunde al país en la miseria, los que vaciaron históricamente al estado nacional para que todos paguemos sus deudas.

El análisis más lúcido - hasta cierto punto - lo hizo Horacio Verbitsky,
acá y acá. La descripción de Maurizio es acertada. Pero lo que ni Verbitsky ni nadie explica es qué se supone que hay que hacer frente a esto, cuál es la alternativa.

Verbitsky - y toda la progresía - se indignan tanto con quienes apoyan a Macri como con aquellos que no hacen un frente común para votar a Filmus, particularmente - cuándo no - la pobrecita izquierda política, a la que el pensamiento progroide y Verbitsky no cesan de llamar "paleoizquierda", que sencillamente no sabe qué carajo hacer luego de haber vendido todo lo vendible y renunciado a todo lo renunciable.

Unas líneas nomás acerca de lo que llamamos todavía "izquierda". A esta izquierda anémica no se la cesa de escupir, ningunear y burlar. Pero cuando la progresía necesita sus votos frente a la derecha peluda... ¡Ah! ¡Corriendo a pedirle el voto contra el cuco!

Se le critica a la izquierda no tener más programa que la crítica a la situación actual, pero simultáneamesnte ni bien la izquierda deja asomar algo parecido a un programa alternativo al capitalismo le caen encima con que "¡Eso es viejo, Marx ha muerto, todo eso ya está superado, antiguos, bu, buuu, buuuuuu!". Acto seguido la progresía completa su ciclo esquizofrénico quejándose del "pensamiento único" que ella misma ha impuesto y no cesa de imponer.

Como muestra patente, en la nota de marras podemos ver el chistecito de Daniel Paz, sepultando a la izquierda porque al parecer decir que "son todos lo mismo" está mal, que Filmus es mejor que Macri, que los extremos se tocan y que peperepepepepeeeeee.

Presas de su retroceso constante a las tres decenas de partiditos de izquierda no les quedará otra alternativa que pedir a sus bases - en voces más o menos bajitas - que voten a Filmus, aunque sabiendo perfectamente que esto las empuja cada vez más a ese espacio indefinido, vergonzante y pútrido que es la eterna rosca de los partidos burgueses de los que la gente está cada día más asqueada.

La izquierda no comprende que su problema es otro: impotente para presentar ninguna alternativa al capitalismo, habiendo bajado ya todas las banderas posibles, avergonzada de sí misma y habiéndose convertido en un espacio para que hagan carrera todo tipo de chantas, ignorantes y politicastros "alternativos", cuando amaga renunciar a su mimetismo permanente con los partidos burgueses se encuentra con que no puede, con que le es imposible hacerse ningún replanteo ideológico serio sin enfrentar los gritos destemplados de la progresía más ignorante. Y así, con el rabo entre las piernas, la izquierda vuelve a ser rueda de auxilio de la política profesional.

Lo que la militancia de izquierda que aún osa reivindicarse "marxista" no entiende es que toda renuncia que haga es y será insuficiente. No importa cuan aggiornada intente mostrarse, cuántos malabares haga en honor de Negri, Vattimo y la bosta del pensamiento débil, siempre será tildada de paleolítica, antigua y superada. Y la razón es muy simple: al renunciar a su programa la izquierda se coloca ella misma en la posición de confirmar estas críticas y de declarar su propio carácter superfluo.

Pero la presión de las bases, aún en la confusión más absoluta, no cesa. Los miles de hundidos por el sistema, los trabajadores en lucha y los que no quieren someterse a la miseria clientelar no pueden quedarse con el circo de los partidos del sistema, necesitan algo más. La izquierda - a imitación de los partidos burgueses - trata a estos sectores como una clientela electoral, recogiendo sus quejas y pidiéndoles el voto. Para ello no puede menos que denunciar la situación existente, pero como se limita a eso, como no ofrece ni un programa ni una alternativa militante contra el sistema porque lo tiene prohibido, se hunde en la contradicción permanente, se divide en innumerables oficinitas electorales y saca cuatro votos.

El diagnóstico desde la progresía es entonces terminante: "¡No se han aggiornado lo suficiente!" "¡Todavía son demasiado críticos, demasiado molestos, demasiado antiguos!". Desde los suplementos veintitresavos y paginadoceros se insiste con el "dogmatismo" y la "rigidez" de una izquierda que hace rato ya no se atreve a hablar ni de lucha de clases, ni de medios de producción, ni de socialismo en favor de las múltiples multiculturales multipelotudeces y los genéricos estudios de género.

Y fundamentalmente toda este permanente machacar contra la izquierda sirve para ocultar muchas preguntitas que se podrían hacer a la progresía guardiana del sistema. Preguntitas que nadie hace porque la progresía es chic, es linda, es simpática y moderrrrrna.

Por ejemplo: señores ¿qué es lo que nos perdemos si Filmus no gana? ¿Todo este progresismo indolente, clasemediero y pedante no tiene la menor autocrítica que hacerse? ¿No es significativo que Macri haya ganado no sólo en los barrios pudientes sino también en los barrios pobres del sur? ¿Acaso los Macris del país no han hecho negocio tras negocio durante todas las gestiones progres habidas y por haber?

¿Es que con Filmus se acabarán las villas de emergencia, las condiciones de vida precarias, las zonas de la capital sin servicios básicos esenciales, las aberraciones inmobiliarias, los pibes que duermen en la calle? ¿Se va a acabar todo eso? ¿Si? ¿Cuándo, si no es mucha molestia preguntar? ¿Cuánto más de gestión K necesitamos para un objetivo tan simple o tan complicado como acabar con la miseria estructural?

¿No es significativo que el único activo que pueda exhibir la progresía sea simplemente el miedo a que suba Macri? ¿Eso es todo lo que el pensamiento progresista puede exhibir como logro? Y si sube Filmus ¿Macri tendrá que ir a laburar como cualquier hijo de vecino? ¿Pagará impuestos acordes a su fortuna? ¿Se acabarán no ya los subsidios a la parasitaria enseñanza religiosa - que esto es mucho pedir - sino al menos su constante aumento frente al simétrico derrumbe de la educación pública?

¿Alguien puede contestar?

Porque yo creo que no.

Lo que podeos esperar con la progresía en el poder es algún vernissage intelectualoide, subsidios a programitas para "estudios de género", suplementitos culturaletos que hagan sentir a nuestra lamentable clase media bienpensante que "este es nuestro gobierno". Pero los pobres, los miserables, los que no tienen trabajo o tienen cuatro, los que se la rebuscan en los trenes y en la calle, los obreros aplastados por la patronal, esos pueden esperar de Filmus, de Telerman y de Macri lo mismo: nada.

Entonces es hora de que la izquierda empiece a reflexionar, pero no en tiempo de elecciones sino antes, mucho antes. Si la izquierda sigue en su negocio de tratar a los pobres como una clientela electoral, de seducir estúpidamente a la clase media, de utilizar miserablemente el arreglito del semáforo como vía de escape a todo debate ideológico, de ser una simulación baratísima de la política profesional, entonces no tiene nada de qué extrañarse al sacar cinco votos; al fin y al cabo el original es siempre más serio que la imitación.

Sin un programa alternativo al capitalismo que explique qué se va a hacer con los medios de producción y que exprese la voluntad de llevarlo adelante, mejor no existan muchachos.

Porque para rejuntar votos ya tenemos a los partidos del sistema.

17.6.07

La patria y los billetitos

¡Por fin podemos respirar tranquilos! ¡Aprobaron la ley antiterrorista!

Estabamos todos tan nerviosos... Es que en Argentina no se puede vivir con todo este terrorismo. Pregunte Ud. a cualquier argentino cuál es su principal problema, vamos, no es la falta de laburo, ni los precios ni la infación. No señor. Acá lo que no nos deja vivir tranquilos es el terrorismo.

Ahora, lo que es una vergüenza es este gobierno comunista y este parlamento soviético que retrasaron todo lo que pudieron la aprobación de esta ley. Oigamé, ¡una semana! ¡Una semana enterita! ¡Y después quieren negar que el zurdaje en el poder maneja todos los hilos!

Pero por suerte están los nacionalistas argentinos, los guardianes de las puras esencias de nuestra nacionalidad inmarcesible. Debemos esta ley al reclamo de esos aguerridos patriotas: el Grupo de Acción Financiera Internacional. Como todos sabemos estos son desinteresados hombres de bien que reclamaron la ley para que "Argentina sea un país más confiable para las inversiones extranjeras" ¡Ahijuna con la lobuna canejo! ¡Qué sabrán de la patria estos marxistas!

Pero por suerte los gauchos del GAFI amenazaron con declarar a la Argentina "país inseguro para las inversiones" ¿A Ud. le parece señora? Dígame si no es calamitoso que nos consideren inseguros para las inversiones. Lo que es yo, mire, es que no podía dormir, le garanto.

La ley era también reclamada por nuestros amiguitos del Gran País del Norte. El Poderoso Vigía de Occidente nos dijo: "Niños, debéis ser seguros para las inversiones internacionales", y aquí respondimos "Siseñorsí, siseñorsí", y la ley salió derechita a pesar de ese comunista de K, que como todos sabemos puso los medios de producción bajo control obrero ¡Sucio rojo!

En fin...

Los que en Argentina se llaman a sí mismos "nacionalistas" son aquellos que están dispuestos a hacer el trabajo más sucio por el bien del capital financiero internacional. Esa curiosa mezcla de retrasados mentales, chupacirios ultramontanos y lúmpenes enfermos, son los que dieron cobertura ideológica a la desaparición de 30.000 argentinos para que Joe Martinez de Hoz le pusiera bandera de remate al territorio nacional y signara nuestra definitiva decadencia. Y van a ser ellos los que - obedientes como soldaditos - saldrán a reventar a quien esta ínclita ley señale como culpables de perturbar el sacrosanto templo de los negocios internacionales en nuestro país.

Sus voceros son gente de tan límpida estampa como los hadades, los cherashnys y las diversas emanaciones de submundos como la SIDE, lugares a los que difícilmente pueda acceder ninguna persona con un mínimo sentido de la decencia, el olfato y la higiene.

Esta ley fue impulsada también por el Consejo Judío Americano, y apoyada por las dirigencias de la AMIA y la DAIA, que no representan a nadie más que a sí mismos pero que parecen el eco del Departamento de Estado yanqui. Los nacionalitos argentinos suelen ser antisemitas... pero ojo: siempre que se trate de un sastre de Villa Crespo, porque delante de Kissinger o de Wolfowitz se cuadran derechitos, derechitos.

En definitiva: los que hoy y siempre vociferaron contra la "conspiración judeo-liberal-marxista internacional" son los que mañana - y siempre - harán cumplir por la fuerza esta ley, exigida por el Departamento de Estado yanqui, el Consejo Judío Norteamericano y el Grupo de Acción Financiera Internacional. Rosas comes back!

"Nadie es la patria pero todos lo somos", decía Borges. Viendo la mugre con la que hay que amontonarse, a veces conviene trazar una rayita en el suelo y decir: "muchachos, ustedes de aquel lado por favor".

9.6.07

Flojito lo tuyo, pibe



Pese al esfuerzo, el teniente tuvo la sensación de que fue otro quien golpeó su estómago como con una gruesa barra de hierro. Durante algunos segundos su cabeza giró vertiginosamente y no recordó nada de lo que había sucedido. Los doce o quince centímetros de punta desnuda habían desaparecido completamente en su carne y el vendaje blanco, fuertemente sujeto por su puño cerrado, le presionaba directamente el estómago.

Recuperó la conciencia. Pensó que el filo debía haber atravesado las paredes del abdomen. Su respiración era dificultosa, el pecho le palpitaba violentamente y en alguna zona remota, aparentemente desligada de su persona, un dolor terrible e insoportable se alzaba en forma avasalladora como si la tierra se abriera para vomitar un cauce de rocas hirvientes. El dolor se acercó, de pronto, a una velocidad vertiginosa. El teniente se mordió el labio inferior y sofocó un lamento instintivo.

- ¿Es esto el
seppuku
? - pensó. Experimentaba una sensación de caos total, como si el cielo se hubiera desplomado sobre él y todo el universo girara como consecuencia de una enorme borrachera. Su fuerza de voluntad y su coraje, que tan fuertes se manifestaran antes de la incisión, se habían reducido ahora a una fibra de acero del grosor de un cabello. Lo asaltó la incómoda sensación de que tendría que avanzar, asido a esa fibra, con toda su desesperación.

Algo humedecía su puño y, bajando la mirada, vio que tanto su mano como el paño que envolvia la hoja estaban empapados en sangre. También su taparrabos estaba teñido de un rojo intenso. Le pareció increíble que en medio de aquella agonía las cosas visibles pudieran todavía ser vistas y las cosas existentes, existir.

(...)

La transpiración brillaba en su frente. Shinji cerró los ojos para abrirlos luego nuevamente, como quien hace un experimento. Su mirada había perdido todo brillo y los suyos parecían los ojos inocentes y vacíos de un animalito.

(...)

Usando solamente la mano derecha, el teniente comenzó a cortarse el vientre de lado a lado. Pero a medida que la hoja se enredaba en las entrañas, era rechazada hacia afuera por la blanda resistencia que encontraba allí. El teniente comprendió que sería menester usar ambas manos para mantener la punta profundamente hundida en su cuerpo. Tiró hacia un costado pero el corte no se produjo con la facilidad que había esperado. Concentró toda la energía de su cuerpo en la mano derecha y tiró nuevamente. El corte se agrandó ocho o diez centímetros.

El dolor se extendió como una campana que sonara en forma salvaje. O como mil campanas tocando al unísono con cada respiración y con cada latido, estremeciendo todo su ser.

El teniente no podía contener los gemidos. Pero la hoja ya se había abierto camino hasta lo bajo del ombligo. Al advertirlo Shinji sintió un renovado coraje.

(...)

Cuando el teniente pudo, por fin, desplazar la espada hacia el costado derecho, ésta ya cortaba superficialmente y era posible contemplar su punta desnuda resbalosa de sangre y de grasa. Atacado súbitamente por terribles vómitos, el teniente gritó roncamente. Los vómitos volvieron aún más horrendo el dolor, y el vientre, que hasta aquel momento se había mantenido firme y compacto, explotó de repente dejando que las entrañas reventaran por la herida abierta. Ignorantes del sufrimiento de su dueño, las entrañas de Shinji causaban una una impresión de salud y desagradable vitalidad que las hacía escurrirse blandamente y desparramarse sobre la estera...


Yukio Mishima escribió esto en su cuento Yukoku (Patriotismo) en 1960. Está basado sobre un incidente histórico real que ocurrió en Japón en 1936.

Diez años después de escribirlo, y luego de intentar sublevar al ejército Mishima se mataría exactamente de esta forma.

Lo sublime puede estar a un paso del ridículo, es verdad. Y es que todo lo que vale tiene riesgos. Mishima caminó al filo patinando un par de veces ¿por qué ocultarlo? Pero en el balance general sale sobrado.

Y uno se hubiera tomado un cafecito con él antes que con más de cuatro. Seguro.

Acá tienen el cuento completo.

4.6.07

Divagues sobre el arte, la propiedad y todo eso


La cosa empezó en este post de Hargentina, el blog de Tino Hargen, a propósito de unas declaraciones de Josefina Ludmer respecto de la cultura y el plagio.

Es innecesario decir que los debates del medio cultural argentino suelen tener la profundidad de un charco, no voy a aburrir a nadie con eso. Lo que me pareció interesante es el intercambio posterior.

I - El asunto

Las declaraciones de Ludmer hablan del plagio como de algo maravilloso, como un arma contra la privatización del arte:

"No comparto la idea o el mito del autor como creador y la ficción legal de un propietario de ideas y/o palabras. Creo, por el contrario, que son las corporaciones y los medios los que se benefician con estas ideas y principios. El mito del plagio ('el mal' o 'el delito' en el mundo literario) puede ser invertido: los sospechosos son precisamente los que apoyan la privatización del lenguaje. Las prácticas artísticas son sociales y las ideas no son originales sino virales: se unen con otras, cambian de forma y migran a otros territorios. La propiedad intelectual nos sustrae la memoria y somete la imaginación a la ley"

Como dice
Tino, esto tiene mucho de discursito progre de café, ese que frente al robo tiene una actitud de tolerancia o incluso apoyo vocinglero argumentando que se trata de una forma de resistencia a la sociedad capitalista.

Lo que olvidan los libertarios de utilería es el hecho de que el capitalismo se apalanca en el robo como piedra basal. Su reproducción a pequeña escala no hace más que confirmar su esencia. Es cierto que la opinión pública hace foco en el robo pequeño y no en el grande, pero justificar el robo per se es simplemente justificar en última instancia la ley del más fuerte.

Ahora, esto es verdad en tanto el objeto robado sea un bien, la pregunta es si el arte es un bien o no. O en todo caso si es un bien como cualquier otro.

II - Divagues sobre lo que el arte es

En la sociedad capitalista el arte es tratado exactamente como una mercancía. Con un nivel de subjetividad mucho más alto que el que se necesita para una aspiradora, pero mercancía al fin.

Aún así uno se atreve a decir que hacer dinero no es un hecho consustancial al arte, que el arte es expresión, y que el hecho de ganar dinero con él ya es algo que tiene que ver estrictamente con el capitalismo y no con la sensiblidad artística.

Entonces el artista se ve obligado a lidiar con dos impulsos que no tiran necesariamente para el mismo lado, el de expresarse y el de ganar dinero.

En este contexto el plagio es sin duda un robo, decirle a un artista que necesita ganarse el mango: "¡Si lo plagiaron jódase, cerdo burgués!" está fuera de lugar ya que el artista no tiene la culpa de vivir en la sociedad en la que vive. Pero lo que no hay que perder de vista es que se trata de un robo en tanto el arte es tratado como mercancía, y el arte no debería ser una mercancía.

Determinar la propiedad de una obra es una tarea más administrativa que artística. La grandeza de la obra de Oscar Wilde reside en la obra, no en que perteneciera a un señor irlandés cuyo documento rezaba "Oscar Wilde" ¿Esto significa que daría lo mismo el hecho de firmar una obra de Oscar Wilde con el nombre Jack Celliers? En nuestra sociedad no. No sólo el valor económico de una obra está en juego, también el prestigio y el renombre, la fama y otros aspectos, que igual a mí me siguen pareciendo poco relacionados con el arte en sí mismo.

Si acaso es relevante desde el punto de vista artístico conocer que El Retrato de Dorian Gray y Salomé brotaron de la misma pluma y forman parte de un todo.

Ludmer continúa con esto:

"Precisamente uno de los objetivos del plagio es restaurar la dinámica y fluidez del significado, apropiando y recombinando fragmentos de cultura. El significado de un texto deriva de sus relaciones con otros textos".

Esto vale tanto como decir que el objetivo del robo es restaurar la dinámica y fluidez de la circulación de bienes. Me encantaría ver la reacción de Ludmer si un chorro ingenioso le espetara este discursito mientras le afana el sueldo del bolsillo.

Pero Ludmer no se rinde:

"Creo que toda condena de plagio (toda condena de un escritor como 'delincuente' literario) es un acto reaccionario. Y si pienso en una política propia de los que escribimos, la consigna central sería que todo libro editado, como los periódicos, sea digitalizado y puesto en Internet cuando aparece, para que pueda ser leído y usado por cualquiera que pueda acceder libremente."

Como señala
Tino, lo que esta afirmación olvida es que quien plagia tiene el mismo objetivo original que el artista en la sociedad capitalista: ganar dinero con el fruto de su robo, con lo cual no agrega absolutamente nada de bueno.

¿Pero acaso el arte no debería circular libre de restricciones comerciales? Yo creo que sí, pero la libre circulación del arte, aunque objetivo loable en sí mismo no tiene nada que ver con el plagio. El plagio precisamente lo que hace es considerar esencialmente la propiedad del arte por sobre cualquier otra cosa.

III - Divagues sobre lo que el arte debería ser

Bah, lo que me parece a mí que debería ser.

Lo que cualquier robo pone al descubierto es el problema de la propiedad. Nuestra sociedad se basa en la propiedad privada y su representación simbólica: el dinero.

Si puedo tirar un panfleto al aire, León Trotsky hablaba de una sociedad de transición en la que "el dinero deje de elevar al cielo o hundir en el infierno", y que recupere su función de simple medio facilitador del intercambio. La frase me parece resumir de manera exacta lo que persigue una sociedad socialista: que lo material deje de ser un obstáculo, un objeto de nuestra libido y una deidad cotidiana que oscila entre la condena al infierno de la miseria y el premio de la riqueza sin límites.

En el caso del arte es muy evidente: determinar si una obra es plagio de otra, copia servil, homenaje, recreación, etc. es imposible por medios técnicos. El intento de introducir estos parámetros técnicos para establecer las similitudes (cantidad de compases iguales en una canción, formas y colores en un cuadro, etc.) es muy penoso y está más dirigido a establecer una propiedad - esto es: a satisfacer los requisitos del tratamiento mercantil del arte - que a determinar cuestiones artísticas.

En una sociedad en la que el artista no dependiera de su arte para generar ingresos el plagio no tendría sentido. Determinar si una obra es copia de otra o no sería una simple cuestión del gusto público, que podría dictaminar si la nueva obra agrega valor artístico o no respecto del original. En mi debate con Tino puse como ejemplo Pierre Ménard, autor del Quijote, de Borges como muestra de que se puede copiar punto por punto una obra y sin embargo crear otra, con lo que determinar el valor de esta última obra no es posible más que por el gusto artístico y no por meras comparaciones técnicas, porque la obra es mucho más que la obra: es ella y el contexto, que está formado entre otras cosas por su relación con otras obras.

Tino replica que eso no resuelve el problema de la identidad del autor, que una cosa es copiar en el propio nombre y otra adjudicarse la obra de otro. Yo creo que es verdad, pero también creo que en una sociedad en la que el artista no dependiera del dinero esto último sería estéril. Si según Tino incluso en una sociedad de este tipo aún existirían el prestigio y el renombre artístico, yo creo que el estilo no se puede robar, o que en todo caso sería un trabajo inmenso para obtener una recompensa muy modesta.

De hecho la identificación del artista con su obra es algo más bien occidental. En la corte de los antiguos emperadores chinos los artistas eran rentados, y si bien había artistas más reconocidos que otros ese reconocimiento era más similar al de un obrero calificado por su habilidad en una fábrica o un empleado talentoso, se desconoce el nombre de los autores en muchas obras orientales, que son más bien identificadas por su pertenencia a una dinastía determinada que por el nombre del artista, quien normalmente no firmaba sus obras por no parecerle necesario.

Borges , para volver al maestro, recordaba con su sorna habitual el intento de crear una revista literaria en la que nadie firmara ni sus obras ni sus artículos, pero lamentablemente "...nadie quiso renunciar a su nombre, sin duda eufónico y precioso...".

IV - Final con más panfletos

Creo que en definitiva el asunto del plagio revierte sobre el del robo en general. Ante un robo en pequeña escala el debate siempre se enciende en ambos sentidos: desde el costado izquierdo se tiende a justificar debido a la situación de miseria de muchos y la necesidad de socializar, y desde el derecho se condena señalando los sacrificios de quien es afanado y el respeto a su propiedad privada.

Yo creo que los dos puntos son atendibles, y los dos incompletos. Porque en tanto todo nuestro porvenir gire en torno a la posesión de bienes es imposible que el robo no exista como realización de esta ley de hierro.

En el arte es evidente que la propiedad privada es algo artificial, que una idea o una sensibilidad no son nada si no se transmiten y circulan ya que la obra se completa con la percepción: en tanto admiramos un cuadro o leemos un cuento estamos participando también en su creación. Leer es una tarea tan artística como escribir.

Ya sé que una sociedad así es para muchos utopía, sueños, gansadas. Yo diría más bien que - visto como van las cosas - es una necesidad impostergable.